De cómo humanizar lo sobrehumano:
Aun a riesgo de recibir los más variados improperios, más si cabe en una sección como esta, debo confesar que no soy un gran fan de Superman. Desde que en 1976 empezara a coleccionar todos y cada uno de los tebeos que caían en mis manos, bien pocos (por no decir ninguno) tenían por protagonista al hombre de acero, a quien tenía catalogado como al gran sosainas del mundo del cómic. Reconozco que las pelis de Reeve me impactaron del mismo modo en que lo hicieron con toda mi generación, pero a la hora de trasladarlo a las viñetas, el Supes es un personaje más difícil de desarrollar de lo que pudiera parecer, y todo por culpa sus superpoderes. Me explico; es muy difícil dotar de tramas “creíbles” y sobretodo de villanos amenazadores a un tipo que es capaz de volver atrás en el tiempo para arreglar cualquier desaguisado con solo volar a toda pastilla en el sentido inverso del eje de rotación de la Tierra. ¿No me creeis? Pongamos entonces otro ejemplo ¿A cuántos enemigos de Batman o Spiderman sois capaces de enumerar? Pues ahora haced lo propio con las némesis de Superman exceptuando a Lex Luthor ¿Comprendéis ahora lo que quiero decir? …pues eso.
Así las cosas, mi percepción del personaje cambió sustancialmente hace unos años a raíz de tres acontecimientos puntuales. El primero, la conversación mantenida con un fan, el también escritor Xisco Juan, durante la cual me explicó un concepto muy interesante. A diferencia de los demás superhéroes que mantienen un alter ego civil compaginado con noches de mallas y desenfreno justiciero, Superman es un superhéroe siempre; las 24h. del día, y al contrario que los demás, él no se disfraza por miedo a ser reconocido en sus incursiones, sino que debe hacerlo de civil para no mostrarse como lo que en realidad es, o sea, un alienígena de otro planeta.
El segundo motivo que revitalizó al personaje ante mis ojos y los de mucha más gente fue la magnífica serie Smalville emitida durante la pasada década. Aunque tal vez su duración (10 temporadas completas, que se dice pronto) fuera algo excesiva, adoleciendo de cansancio y falta de ideas en sus últimas entregas, el modo de abordar a un joven Clark Kent, humanizándolo y “peterparkeándolo” hasta conseguir que el adolescente fuera físicamente vulnerable durante el periodo en que se manifestaban sus poderes por vez primera, abrió la puerta a una nueva hornada de villanos que podían hacer mella en lo que tan solo era un superhombre en ciernes, aprovechando su inexperiencia y falta de dominio de lo que se traía entre manos.
La tercera razón, y la que nos ocupa en este caso, fue la publicación de un tebeo espléndido (¡al fin!) escrito por Jeph Loeb (EE.UU, 1958) y dibujado por Tim Sale (EE.UU 1956). En Superman, las cuatro estaciones se ahonda en el proceso de humanización del héroe, retratando a Clark durante su última etapa en Smalville y su posterior desembarco en Metrópolis convertido ya en el icono superheroico más reconocible de todos los tiempos. Son los personajes secundarios, uno por cada estación del año, los que relatan esta trama exenta de grandilocuentes enfrentamientos intergalácticos, pero repleta de emotivos momentos en los que el buenazo del Supes inspira positivismo y buen rollo a los narradores de la historia.
En el apartado gráfico bien merece la pena destacar el espléndido trabajo del colorista Bjarne Hansen, una labor poco reconocida, pero que en estas páginas aporta una variadísima gama de tonos pastel que genera una atmósfera íntima y delicada del todo inusual en un tebeo de estas características.
Un gran tebeo digno de lucir en una estantería privilegiada de cualquier biblioteca.
Lluís Ferrer Ferrer (Cala Mastella, 1971) Especialista en tebeos y demás vicios de malvivir, es el escritor (i)responsable de la Trilogía ibositana (2008-09-10) y de los guiones de la Webserie Salvador, un superhéroe low cost (2012-13)