Nada más indicado para empezar esta sección, que semana a semana desgranará lo mejorcito del arte secuencial de todos los tiempos, que el único cómic merecedor del Premio Pulitzer en 1992. Esta historia de carácter biográfico vio la luz en forma de capítulos individuales publicados en la revista norteamericana RAW, breves relatos que fueron recopilados a modo de novela gráfica una vez completada la obra, formato en el que se puede adquirir a día de hoy, ya que es un clásico reeditado con regularidad.
En ella, el autor Art Spielgelman (Estocolmo, 1948) se hace eco de los acontecimientos narrados y vividos en primera persona por su padre, Vladek Spiegelman, a lo largo de la II Guerra Mundial. Este empresario polaco de origen judío, de carácter extremadamente difícil y dotado de un instinto de supervivencia amparado en la frugalidad más absoluta que resultó ser decisivo en el contexto del holocausto, se las ve y se las desea para sortear la tormenta nazi desatada en toda Europa. Tras pasar por guetos y permanecer oculto en los lugares más inverosímiles, Vladek y su esposa son enviados al campo de exterminio de Auschwitz, lugar del que contra todo pronóstico conseguirán salir vivos, pero no indemnes de secuelas debido a las atrocidades vistas y experimentadas en sus propias carnes.
Siegelman, siguiendo los cánones clásicos de fábulas antropomorfas (concepto que aun así no suaviza en absoluto la crudeza del relato) retrata a los personajes alemanes de su obra como a gatos feroces, a los americanos como a perros, los franceses son ranas, los polacos cerdos y los judíos ratones…ratones cobardes incapaces de sublevarse contra el opresor, ante el cual caen masivamente en resignado silencio. El autor también extiende la metáfora a la perspectiva nazi que compara la población judía con una plaga de ratas. El retrato en su conjunto es tan realista y descarnado que deja en mera anécdota la edulcorada versión del holocausto que Spielberg perpetrara en La lista de Schindler, infumable castañazo melodramático donde los haya.
La representación visual de la historia es tosca (aunque no descuidada, ni mucho menos) pero muy efectiva gracias a la planificación previa de una estructura que prima la exposición del relato por encima del preciosismo gráfico, dando como resultado una trama que no tiene nada que envidiar a cualquier novela de renombre que se precie. Es más, el éxito tan descomunal de Maus ha eclipsado la interesante carrera del bueno de Art, quien cuenta con su haber con otras creaciones de mérito como pueda ser la mismísima Pandilla Basura, merecedora de su propia y exitosa adaptación televisiva.
En definitiva, una gran obra digna de ser leída muchas veces, y tal vez incluso de ser tomada en consideración por aquellos que en sus páginas son mostrados como lo que fueron, injustas victimas de los delirios de un loco fanático. Más que nada, para que la horrenda historia no vuelva a repetirse con ellos caracterizados de gatos y los palestinos como ratones…