PURO POSTUREO NEGACIONISTA
@L.F./ Seamos sinceros. Está muy bien y queda muy moderno renegar de nuestra infancia y nuestros orígenes poniendo a parir a la Disney y blablablabla…pero cuando éramos pequeños, todos y cada uno de nosotros soñábamos con que nuestros padres nos sorprendieran con el tan ansiado viaje a Disneylandia (que nunca llegó, por supuesto)…y fijaos en que me estoy refiriendo a Disneylandia. Disneyworld aun no estaba ni proyectado y Eurodisney era pura utopía. Pero ya no solo de pequeños; en la pretendida edad adulta también muchos de nosotros, entre los que me incluyo sin ningún pudor, amparándonos en la excusa de llevar a nuestra propia descendencia a los cines hemos disfrutado como cochinos en un lodazal de películas más recientes de la compañía como La Bella y la Bestia, El Rey León o Aladdin, de las cuales muchos también hemos perdido el culo para ir a ver sus adaptaciones teatrales con las que nos hemos quedado boquiabiertos. No olvidemos tampoco que desde hace unos años la propia Marvel Comics, con todas sus ramificaciones de negocio, ya sea merchandising, películas, videojuegos, series de televisión o tebeos, forman parte con todo lo que ello implica del entramado empresarial de Disney. Se estará más o menos de acuerdo con su edulcorada corrección política muchas veces empalagosa hasta el hastío o con sus cargantes estereotipos raciales y de género, que por otra parte son básicamente los mismos desde su fundación, por lo que no podemos calificarlos de incongruentes, pero resulta innegable que su posición les sigue proporcionando notables éxitos de público y crítica y jugosísimos dividendos, que a fin de cuentas es lo que mantiene en la cumbre a cualquier empresa.
Fingir este nihilismo de postín para hacer ver que odiamos a la Disney no es más que postureo puro y duro. A todos se nos cae o ha caído la baba en determinado momento con algún producto de la compañía. En mi caso solo puedo tener buenas palabras para la insigne revista Don Miki, uno de cuyos primigenios ejemplares que aun conservo fue precisamente el primer cómic que llegó a mis manos con solo cinco años de edad, desembocando todo ello en el impulsivo afán coleccionista (Diógenes, según amigos y familiares) que me caracteriza. Sí, amiguitos, mi primer tebeo fue un Don Miki y estoy orgulloso de ello.
Los 664 números y cuatro extras de la serie completa, que se dice pronto, recopilaban el material editado por la revista italiana Topolino y fueron publicados semanalmente entre 1976 y 1989, en primer término por Edibelsa (números del 0 al 4) pasando después a la Editorial Montena (5 al 638) y por Editorial Primavera en su última época (639 al 664). Aclarar que el numº 0 y el 1 son el mismo, si bien el primero era un ejemplar promocional que se repartió de forma gratuita el 1 de agosto de 1976. El número uno propiamente dicho está fechado el 14 de octubre de ese mismo año, y el último de ellos el 29 de junio de 1989. Todos coincidiremos en que era una propuesta divertida y atractiva que en su época de máximo esplendor dio lugar a una pléyade de revistas y especiales relacionados que iban a la zaga de la cabecera principal. El formato físico tal vez no resultara el idóneo (resulta muy difícil mantener en su sitio las páginas tristemente encoladas al lomo tras repetidas lecturas y muchos años a sus espaldas) pero su reducido tamaño abarataba costes haciéndolo accesible a nuestra escueta paga semanal (para quien la tuviera).
Si algo puede y debe criticarse a la compañía es su poca consideración para con los muchísimos autores dedicados a recrear las criaturas originales de Walt Disney impidiéndoles firmar sus trabajos (como mucho se ponía un número identificador de referencia). Pero el desagravio no queda aquí, ya que sus aportaciones propias en forma de nuevos personajes secundarios tampoco serían reconocidas como tal, sino como propiedad de la omnipresente marca. A esta serie de condiciones contractuales férreas, aceptadas de antemano por los dibujantes, todo hay que decirlo, debía añadirse también el estricto control ejercido en lo referente a las medidas, los colores y las características físicas de los personajes, algo que no dejaba prácticamente margen alguno a la creatividad del artista (y aun hoy todavía) haciendo que sus trabajos, ahogados en un estilo fácilmente reconocible a la vez que estrictamente delimitado, resultaran casi irreconocibles. Y digo “casi” porque a pesar de todo un puñado de artistas consiguieron dotar de su impronta personal a las publicaciones de la Disney, aunque sea complicado reconocerlos sin un ojo bien entrenado.
De entre todos ellos, y obviando al inevitable maestro Walt, yo destacaría a los que aportaron mayor número de viñetas, personajes secundarios e historietas de calidad aprovechando sus creaciones originales. Entre ellos, Floyd Gottfredson, encargado de las aventuras de Mickey Mouse y compañía, y el gran Carl Barks, tal vez el único que ha gozado de un cierto reconocimiento a posteriori por su magnífico trabajo con el Pato Donald y una más que interesante galería de personajes secundarios de creación propia. Digna de mención resulta la vasta producción de los dibujantes italianos de Topolino, Romano Scarpa, quien tomara el relevo de Gottfredson cuando se acabó de reimprimir todo su material, y Giorgio Cavazzano, colorista de Scarpa en los 60 con solo 14 años que con el tiempo se hizo también cargo de los lápices, llegando a ser uno de los autores más prolíficos e influyentes de la compañía.
Lo dicho, podemos ponernos todo lo farrucos y antisistema que queramos, pero estoy seguro de que muchos, muchísimos de los que ahora renegáis de Disney con vuestro puro postureo negacionista, bien contentos que os poníais cuando vuestros padres os traían un Don Miki a casa. Como si lo viera.
Lluís Ferrer Ferrer (Cala Mastella, 1971) Especialista en tebeos y demás vicios insalubres, es el escritor (i)responsable de la trilogía ibositana (2008-09-10) traducida al castellano y recopilada en El Hondero (2013), de los guiones de la webserie Salvador, un superhéroe low cost (2012-13), y colaborador del programa televisivo/radiofónico de TEF y Radio Èxit, Supercultura Freak Chow (2013-14) otro despropósito relacionado con el mundo del cómic…como si no hubiera cosas más importantes que hacer.
Ja,Ja,Ja, más que postureo, «posturita» la que nos presentas en tu última foto…¡ Mae´tro, pasa a matar!
Tienes razón con lo de Disney, pero también es verdad, que eso es cosa de la edad. Si yo hubiese sabido lo que hoy se de ese energúmeno de Walt Disney, y si lo hubiese comprendido, claro hubiese sido un superdotado, ya que era un niño cuando leía esos tebeos. Y claro, entonces, como digo, no lo hubiese leído. El ratón Mickey Mouse, empezó según contaba él mismo, llamandose «Mortimer» (luego retomó ese personaje)y se le vino la inspiración, un día que viajaba en tren y vio al revisor (negro, claro)cómo se las daba de fanfarrón. Él nunca lo dijo, pero a mí me parece que lo que se le vino a la mente, son esos esclavos negros, que por ir a servir a la casa del amo, ya se creían que eran alguien, cuando no eran más que unos ratoncillos que vivían a costa del hombre blanco. Tal y como hacen los ratones en las casas. Eso es lo que para mí significa el personaje. Disney, no era más que un miembro del Klan que gustaba de ir a las convenciones del partido naci norteamericano, y que odiaba profundamente a los negros. Pero que amaba también, con igual intensidad el cochino dolar.
En una palabra…que tienes razón.
Ja,Ja,Ja, más que postureo, «posturita» la que nos presentas en tu última foto…¡ Mae´tro, pasa a matar!
Tienes razón con lo de Disney, pero también es verdad, que eso es cosa de la edad. Si yo hubiese sabido lo que hoy se de ese energúmeno de Walt Disney, y si lo hubiese comprendido, claro hubiese sido un superdotado, ya que era un niño cuando leía esos tebeos. Y claro, entonces, como digo, no lo hubiese leído. El ratón Mickey Mouse, empezó según contaba él mismo, llamandose «Mortimer» (luego retomó ese personaje)y se le vino la inspiración, un día que viajaba en tren y vio al revisor (negro, claro)cómo se las daba de fanfarrón. Él nunca lo dijo, pero a mí me parece que lo que se le vino a la mente, son esos esclavos negros, que por ir a servir a la casa del amo, ya se creían que eran alguien, cuando no eran más que unos ratoncillos que vivían a costa del hombre blanco. Tal y como hacen los ratones en las casas. Eso es lo que para mí significa el personaje. Disney, no era más que un miembro del Klan que gustaba de ir a las convenciones del partido naci norteamericano, y que odiaba profundamente a los negros. Pero que amaba también, con igual intensidad el cochino dolar.
En una palabra…que tienes razón.