MINIMALISMO EVANESCENTE
Literalmente con el culo torcido; así es como nos quedamos tanto mi hijo mayor, Jordi Ferrer, a quién de un tiempo a esta parte le ha dado por repasarse la tebeoteca entera de casa, como yo mismo tras la lectura del tercer álbum publicado del francés Bastien Vivès (1984) responsable tanto del minimalista y sorprendente apartado visual como de los escuetos diálogos entre personajes de los que el autor no aporta ninguna pista previa de sus motivaciones ni de su destino al final de la novela, la cual se nos presenta como una foto fija, una suerte de instantánea capturada al azar en la vida de los protagonistas accidentales, o no, del relato.
Vivès simplifica el concepto básico de exposición-nudo-desenlace experimentado y difuminándolo hasta su mínima expresión. Los únicos antecedentes del joven que ejerce de hilo conductor a lo largo de la historia son expuestos por su fisioterapeuta, quien le recomienda practicar la natación con regularidad para aliviar sus problemas de espalda. Es en la piscina donde conoce a la otra protagonista, una nadadora semi-profesional que le recomienda las técnicas más apropiadas para que su esfuerzo resulte efectivo.
Los dolores de espalda parecen remitir a la vez que avanza la relación (por calificarlo de algún modo) entre ambos protagonistas, algo que ocurre exclusivamente entorno a la piscina a lo largo de todo el relato, hasta que un día, de buenas a primeras e incumpliendo el compromiso de volver a verse, la chica desaparece de escena sin dejar rastro, dejando plantado al aturdido y perplejo nadador. Y os aseguro que no es el único, los lectores también nos quedamos a cuadros al ver como tras este golpe de efecto la trama discurre sin más con su ritmo sosegado, presentando nuevas situaciones y anécdotas relacionadas con el protagonista y restando importancia a algo que tal vez no la tenía desde un principio, quien sabe.
El auténtico mérito del autor reside en recrear convincentemente el espacio donde se desarrolla la acción hasta límites de lo insospechado, utilizando con sagacidad los recursos a su alcance para conseguirlo. El mismo título del álbum, e incluso su rotulación para la portada ya nos ponen en antecedentes antes de empezar a leer el tebeo. La inusual paleta de colores utilizados, los dibujos esquemáticos y el ambiente atmosférico de su trabajo nos producen la sensación de calor húmedo y bochornoso de una piscina cubierta, llegando incluso a percibir por nosotros mismos el olor y el gusto químico y dulzón del cloro en nuestra boca. Tan solo el rostro y los expresivos ojos de la joven protagonista femenina destacan por encima de un entorno humano despersonalizado, donde los personajes secundarios son meros sacos de piel y carne que se desplazan monótonamente en el agua.
El gusto del cloro es una obra minimalista de apariencia engañosamente sencilla, pero que acumula un arduo e inteligente trabajo a sus espaldas. El silencio de las viñetas, de las páginas, y de largas secuencias mudas sostenidas en la expresividad de sus protagonistas mantienen la atención de un lector que no abandona el relato hasta después de leerlo de principio a fin. Una buena muestra de que cuando el artista es bueno, pero bueno de verdad, menos siempre es más.
Lluís Ferrer Ferrer (Cala Mastella, 1971) Especialista en tebeos y demás vicios insalubres, es el escritor (i)responsable de la trilogía ibositana (2008-09-10) traducida al castellano y recopilada en El Hondero (2013), de los guiones de la webserie Salvador, un superhéroe low cost (2012-13), y colaborador del programa televisivo/radiofónico de TEF y Radio Èxit, Supercultura Freak Chow (2013-14) otro despropósito relacionado con el mundo del cómic…como si no hubiera cosas más importantes que hacer.