LA REINA DE PARÍS
No hace mucho que Rebecca Beltrán, escritora y periodista en esta misma casa, me comentaba que pese a no ser gran conocedora del medio había una novela gráfica que se dedicaba a regalar y recomendar sistemáticamente y que no es otra que la merecedora de la reseña de esta semana. Por eso, cuando vi Kiki de Montparnasse en una de las habituales páginas de intercambio y compra-venta de comics de segunda mano por las que suelo navegar a la caza de ejemplares esquivos susceptibles de completar mis propias colecciones abiertas, no me lo pensé dos veces a la hora de reservar un ejemplar a simple vista impoluto que cuando llegó a casa me sorprendió agradablemente al comprobar que venía rubricado y dedicado de puño y letra por el guionista José Louis Bocquet (Francia, 1962) y la ilustradora Catel Muller (Francia, 1964), quién además añadía un elaborado dibujo inédito de Kiki junto a su firma.
Esta magnífica biografía, especialidad de la casa de Bocquet, de quién también recomendaría su trabajo en Las aventuras de Hergé, nos narra en formato gráfico la apasionante historia de Alice Prin, conocida también como Kiki de Montparnasse, musa por excelencia de los felices y alocados años 20 parisinos, un fértil periodo de creatividad artística en todas sus vertientes en el que nuestra protagonista parecía estar siempre en el ojo del huracán. Ambos creadores bucean en la vida de Kiki en un alarde de documentación inaudito para una novela gráfica de estas características, pero ojo, no creáis que eso lo convierta en una lectura farragosa, antes al contrario, Bocquet tiene la habilidad de convertir todos esos datos, fidedignos y contrastados, en una lectura dinámica y amena de trepidante ritmo narrativo que nos impide dejar el extenso volumen ni por un instante, aunque también cabe destacar que la apasionante vida de esta provinciana de la Borgoña que conquistó París con sus mas bien escasos encantos físicos acompañados, eso sí, de una personalidad arrolladora, ayuda en mucho al desarrollo de esta historia que no es otra que la de su vida. Para los que tras la lectura del cómic aun se queden con las ganas de ahondar en la materia el escritor nos tiene reservada una sorpresa final. Dos extensos apéndices con los apuntes biográficos utilizados y ordenados cronológicamente para la elaboración de la novela y las fichas individualizadas de todos los artistas contemporáneos de la época que aparecen en la misma. Un par de bonus muy de agradecer que aporta mayor facilidad de comprensión a la obra y que incita a profundizar en la vida, obra, milagros, y también fracasos, para que nos vamos a engañar, del reparto coral que la compone.
La dibujante Catel Muller raya a una altura elevadísima con su engañoso trazo sencillo y pretendidamente infantil (no en vano es una reconocida autora en este campo) con un estilo de reminiscencias naïf que se adapta de maravilla al relato en el que también se hace presente la influencia de Marjane Satrapi, autora de Persépolis (ya reseñada en esta sección). Su documentada recreación al inicio de cada capítulo de los lugares donde se desarrolla la trama da buena muestra de su seriedad e implicación en el proceso creativo.
Alice Prin es criada por su abuela junto a sus primos en la Borgoña francesa para irse a vivir con su madre a París a los trece años. A los 17 es repudiada por esta al descubrirla posando desnuda; es a partir de ese momento cuando sola y sin recursos empieza a buscarse la vida utilizando las únicas herramientas de las que dispone, su cuerpo, su personalidad arrolladora y su sex appeal. Empedernida bebedora precoz y drogadicta ocasional, Kiki se abre hueco entre la farándula bohemia de la capital, ya sea follando, conviviendo, emborrachándose o cantando con y para todos los artistas de la época, tanto daba si ya eran conocidos en su tiempo o muertos de hambre a quienes el reconocimiento les llegaría más tarde…o tal vez nunca, quien sabe. Así, entre sus páginas la descubrimos departiendo con fotógrafos, escritores, pintores, cineastas, poetas y demás chusma sin oficio ni beneficio de todas las nacionalidades reunidas en un París efervescente en el mismo lapso espacio-temporal. Estamos hablando de personalidades como Cocteau, Breton, Duchamp, Apollinaire, Gertrude Stein, Litvak, Eisenstein o Picasso. Kiki posa desnuda para el francés Mendjisky,el japonés Fujita, para el americano Calder, para los rusos Soutin y Chagall, para el búlgaro Pascin, el italiano Modigliani o el polaco Kisling, convirtiéndose en musa de todos ellos a la vez que era proclamada oficialmente reina de Montparnasse en 1929; pero fue el norteamericano Man Ray, a quien podríamos atribuir el papel de hombre recurrente de su vida, aunque Kiki fuera de todos y de nadie, quien la inmortalizaría (nunca mejor dicho) en sus fotografías, una de las cuales, Le Violon d’Ingres, de 1924, es una obra de arte sublime y un referente en mayúsculas de la creatividad desbordada de una década irrepetible.
A pesar de ser descartada por Paramount Pictures por una de sus habituales chiquilladas tras viajar expresamente a Estados Unidos participó en varias películas y cortometrajes de marcado carácter experimental y erótico; escribió sus memorias prologadas por el mismísimo Hemingway en persona (¡¡!!) quién afirmó que: Kiki reinó en esta era de Montparnasse con mucha más fuerza de la que nunca fue capaz la reina Victoria a lo largo de toda su existencia. Actuó en Berlín y abrió su propio cabaret en la Rue Vavin, consiguiendo además exponer sus propios dibujos, retratos y pinturas en las galerías parisinas más reputadas. Sonado fue el vernissage de marzo de 1927 entre cuyos asistentes se encontraba el Ministro de Interior francés de la época. Esa noche, una Alice Prin en pleno apogeo deleitó a su poco remilgada concurrencia con un amplio abanico de chascarrillos soeces y canciones picantes marca de la casa.
La decadencia llegó a la par que la depresión económica de los años treinta y fue culminada al principio de la siguiente con la entrada de la Wehrmacht en París. Al finalizar la guerra, una Kiki ahogada en el alcohol y entrada en años y carnes pedía limosna en los cafés de París tras cantar canciones que ya nadie quería escuchar. Su azarosa vida, excesiva como ella misma, le pasó factura en la primavera de 1953 cuando cayó desplomada en la Rue Brea para no volver a levantarse.
Con ella se fue una figura clave e icónica del siglo XX injustamente desconocida por muchos. Una mujer educada en la frugalidad desde niña que afirmaba ser capaz de sobrevivir con una cebolla, un poco de pan y una botella de vino tinto, y que siempre encontraría a alguien dispuesto a ofrecérselo. La monumental novela gráfica de Bocquet y Catel viene a paliar ese desconocimiento, rindiendo tributo a una avezada chica de provincias que se abrió paso a codazos en la historia del arte con su personalidad arrolladora.
Lluís Ferrer Ferrer (Cala Mastella, 1971) Especialista en tebeos y demás vicios insalubres, es el escritor (i)responsable de la trilogía ibositana (2008-09-10) traducida al castellano y recopilada en El Hondero (2013), de los guiones de la webserie Salvador, un superhéroe low cost (2012-13), y colaborador del programa televisivo/radiofónico de TEF y Radio Èxit, Supercultura Freak Chow (2013-14) otro despropósito relacionado con el mundo del cómic…como si no hubiera cosas más importantes que hacer.