LA LÍNEA CLARA
@L.F./ Mas allá de cualquier consideración técnica, artística o incluso política del trabajo de Hergé (Georges Remi, Bélgica, 1907-1983) de las que hablaremos más adelante, creo que es de justicia iniciar la reseña de hoy con un recuerdo común a todos nosotros, aunque acaecido en circunstancias diferentes, por supuesto. Me estoy refiriendo a la primera vez que cada uno de nosotros tuvo contacto con un tebeo de Tintín. Seguro que todos recordamos cual fue el primer álbum mediante el cual nos sumergimos en las peripecias del periodista que jamás redactó una crónica, pero cuyos exóticos viajes y frenéticas investigaciones nos hicieron soñar, y aun hoy todavía, en convertirnos en unos aventureros tan avezados como él y sus compañeros de correrías.
En mi caso en particular, no debía contar con más de seis o siete años cuando revolviendo entre las pertenencias abandonadas por unos vecinos de alquiler en un pequeño almacén, di de lleno con los dos volúmenes que nos ocupan. Recuerdo que me apropié de inmediato de Los cigarros del faraón (un álbum que todavía conservo) pero no consigo acordarme porque motivo no me hice también con El Loto Azul, o de si lo extravié antes de leerlo. Sea como fuere, y a pesar de la angustia contenida por puñetero “continuará en El Loto Azul” del que no disponía, el placer que me otorgaron las repetidas lecturas de la primera parte del díptico, tan diferentes a cualquier otra publicación nacional de la época, hizo que me convirtiera en fan incondicional de Tintín. Cuando años más tarde empecé a preocuparme por las características técnicas de los tebeos que para deleite propio y disgusto de mi madre se acumulaban en todas las estanterías y rincones posibles de mi habitación, tuve una grata sorpresa al descubrir que disponía de una primera edición de las buenas, de las de lomo de tela, publicada por primera vez en castellano en julio de 1964 por la editorial Juventud…aunque la alegría viniera acompañada del inevitable mosqueo por no haber rescatado el álbum correlativo, más cotizado aun si cabe entre los coleccionistas del medio. Una pena.
Los cigarros del faraón es el cuarto de los álbumes de la serie completa de Tintín, pero al contrario que los anteriores En el país de los soviets, En América y En el Congo, donde las historias no pasaban de ser un conjunto de peripecias autoconclusivas publicadas originalmente en Le Petit Vingtième para ser recopiladas con posterioridad en un único tomo, este era el primero que seguía una suerte de hilo argumental que se extendía hasta el siguiente volumen. Nuevos personajes como los insignes Hernández y Fernández aparecían por vez primera vez en sus páginas junto a traficantes de opio, profanadores de tumbas, una sociedad secreta dirigida por un misterioso líder o los extraños cigarros que dan título al cómic, todo ello enmarcado en una trama claramente influenciada por el descubrimiento, años atrás, de la tumba de Tukankamón por parte de Howard Carter.
En El Loto Azul, nombre del fumadero de opio que aparece en dicho volumen, la acción se desplaza a China, y Tintín finalmente consigue desbaratar los planes de los traficantes de drogas liderados por el malvado Rastapopoulos gracias a la ayuda de los Hijos del Dragón y de Tchang, personajes ambos que volverán a aparecer en la serie años más tarde.
Esta segunda parte del díptico es considerada por muchos como la mejor de toda la saga de Tintín, y puede que razón no les falte. A mi me resulta casi imposible decidirme entre este y Tintín en el Tíbet, álbum en el cual también aparece Tchang, personaje basado en Zhang Chongren, amigo íntimo de Hergé quien le ayudara a documentarse meticulosamente para este relato (de hecho, existe mucha más información previa recopilada para este álbum que para cualquier otro de la saga) aunque si solo pudiera llevarme uno de los dos a una isla desierta puede, y solo puede, que me decantara por El Loto Azul, máximo exponente de los volúmenes con implicación y descripción política de los acontecimientos de por medio, un estilo comprometido que habría de desaparecer en su totalidad en las aventuras concebidas durante y tras la 2ª guerra Mundial debido a su voluntad de no desagradar al invasor nazi en el primero de los casos, y a las desagradables consecuencias que la contienda tuvo sobre el autor en el segundo.
Puede que a algunos os resulte extraña la datación de los álbumes al encabezamiento del artículo, pero es que el asunto también tiene su miga. Veréis, Los cigarros del faraón fue publicado originalmente por entregas bajo el título Tintín en Oriente en Le Petit Vingtième entre diciembre de 1932 y febrero de 1934, año en que también fue publicado el álbum recopilatorio a blanco y negro. El Loto Azul llegó a los lectores del mismo modo, a un ritmo de dos páginas semanales a blanco y negro fechadas entre agosto de 1934 y octubre de 1935. Su correspondiente recopilatorio llegaría en 1936, pero la primera edición a color por cuenta de la editorial Casterman, para la que se dibujaron de nuevo las cuatro primeras páginas e introdujeron algunos pequeños cambios en el resto, no llegaría hasta 1946. Es precisamente por ser esa edición la más popular y conocida (de hecho, es la que todos tenemos) por lo que, aun a pesar de no ser la primigenia, he fechado su publicación en ese mismo año.
El caso de Los cigarros del faraón es incluso más extremo. El álbum a color al completo fue redibujado enterito, de arriba abajo, en 1955, nueve años más tarde de su predecesor cronológico. De ahí la aparente incongruencia en la datación aportada en el título y también el más que evidente cambio de estilo de un volumen a otro. Aclarado queda.
Mucho y merecidamente mal se ha hablado del comportamiento de Hergé durante la ocupación alemana en Bélgica. Lo cierto es que durante ese tiempo, al contrario que otros creadores contemporáneos suyos, siguió publicando su trabajo en Le Soir, un medio filonazi controlado por los invasores, y esa época coincidió con un periodo creativo especialmente brillante en el que dio a conocer como nunca antes a Tintín. La ocupación acabó a finales de 1944 y Hergé fue investigado por colaboracionismo y vetado hasta septiembre de 1946, año en que se crea la revista Tintín con el beneplácito del editor combatiente de la resistencia Raymond Leblanc. Si no hubiera sido por este aval y porque la publicación alcanzó grandes cotas de popularidad junto a una tirada elevadísima para la época, muy probablemente Hergé hubiera sufrido algún tipo de condena judicial más que severa por su ambigüedad política.
Se ha dicho muchas veces, y con razón, que en este episodio concreto fue Tintín quien rescató al autor de una situación harto complicada. Según declaraciones textuales posteriores suyas, fue su ingenuidad y necedad rayana en la estupidez la que le llevó a pensar que tal vez el Nuevo Orden pudiera ser beneficioso para Europa, pero a la vista de todo lo que pasó después descubrió que era un error enorme haber podido siquiera llegar a plantearse tal posibilidad. Semejantes antecedentes labraron una leyenda negra de la cual resultó imposible desprenderse a lo largo de su vida por mucho que rectificara públicamente y pidiera perdón por sus errores. Aun así, tampoco es necesario ensañarse con él intentando crucificarle por otras historias que deben ser vistas desde la perspectiva de su contexto histórico en concreto, como las que tratan del colonialismo. Por muy chocante que nos resulte el trato dado a la población indígena en Tintín en el Congo (por no hablar de su poca er… delicadeza con la fauna salvaje). Hergé se limitaba a retratar fielmente la relación de Bélgica con sus colonias, o sea, la misma actitud de explotación opresiva de cualquier otro país para con sus posesiones de ultramar, ni más ni menos. Eso no quiere decir que estuviera bien, ni de lejos, solo quiere decir que considero injusto que se quiera linchar al mensajero antes que fijarse en el problema expuesto por este. Puede que Hergé resultara ser un cobarde y no fuera un compendio de virtudes ni tuviera una vida modélica de la que tomar ejemplo pero ¿qué más da? No considero que sea mejor ni peor que muchos otros creadores literarios más convencionales a los que idolatramos obviando sus vicios y costumbres, aunque estos sean de largo más insalubres que los suyos, seguro.
La vida del autor que revolucionó la estética del cómic con su línea clara estuvo a la altura del protagonista de sus historias, dando lugar a una biografía personal cargada de errores, desengaños, crisis nerviosas, revelaciones, recaídas y reveses que le pasaron factura a lo largo de los años. Pero siempre supo sobreponerse a la adversidad y plasmar la parte luminiscente de esas vivencias en los álbumes de Tintín, creando una serie de aventuras de innegable carácter optimista que son reeditadas con regularidad y han sido traducidas a todos los idiomas imaginables. Historias que siguen haciendo las delicias de los lectores que se acercan a ellas ochenta y cuatro años después del nacimiento de su personaje protagonista, que se dice pronto.
Tintín ha sido también injusto merecedor de una infame serie de películas (obviaremos aquí las más antiguas para no dejar secuelas permanentes en la población civil), pero no quiero pasar por alto la decepcionante adaptación? firmada por Spielberg y Peter Jackson en 2011, Tintín y el secreto del unicornio, tal vez meritoria a nivel técnico, aunque demasiado oscura para mi gusto e infumable en los demás apartados. La trama es un burdo batiburrillo de los álbumes más variopintos del personaje que no le hacen justicia a él ni a su autor en ningún momento. Una auténtica pena y un despropósito que espero no tenga continuidad en un futuro próximo ni lejano (porfavorporfavorporfavor…)
Lluís Ferrer Ferrer (Cala Mastella, 1971) Especialista en tebeos y demás vicios insalubres, es el escritor (i)responsable de la Trilogía ibositana (2008-09-10) traducida al castellano y recopilada en El Hondero (2013), de los guiones de la webserie Salvador, un superhéroe low cost (2012-13), y colaborador del programa de Radio Èxit, SFC (Supercultura Freak Chow, 2013) otro despropósito relacionado con el mundo del cómic…como si no hubiera cosas más importantes que hacer.
Tengo entendido que la negociación con la familia fue muy larga y costosa, y se demoró por muchos años. Parece que no se ponían de acuerdo en el precio (hablo de la película, que a mí me gusto bastante, por cierto). También decir que durante décadas Tintín en el país de los soviets, no había manera de editarla (creo que también por disputas económicas)pero ahora ya está en el mercado.
Creo también (y me resulta gracioso)que en el original, Hernandez y Fernandez se llaman Dupond y Dupont. Supongo que va cambiando con los países. ¿Cómo se dirán en chino? Je, Je, Je. Me encanta Tintín. ¿Y qué decir de Tintín en la Luna? donde da con soluciones técnicas y cuestiones prácticas que no se cuando el hombre fue al espacio, se comprobó que eran correctas. Un genio. Ahora, lo de su coqueteo con los nazis, es imperdonable. Creo recordar de un reportaje (no se si lo decía él o era ya un familiar, o historiador)que su colaboración se debió a la afinidad que existía entre Hergé y un párroco que era como su protector en la revista en la que publicaba, ya que esta, era de la iglesia, y el se sintió obligado (hablo de memoria, no recuerdo bien)pero algo así. Escusas. La mayor parte de sus colegas, se negó a colaborar con los nazis he incluso se fueron del país (de nuevo recuerdo que decían. Tengo pendiente hacer la colección. Siempre digo que la voy a hacer, pero lo voy dejando; como tengo la de Astérix…
Buscando en Internet, sobre el significado de la palabra tintín, que me parecía recordar que metafóricamente significaba «persona espabilada», ya que haría referencia al tañido de una campana (tintin se pronuncia -si no me equivoco- TAN-TAN en francés)veo que no, que no es así, que significa en francés NADA, y me lo dice una página muy interesante, donde hace una descripción de los principales personajes: http://cpalcori.educa.aragon.es/actual/comic/Tintin/principal.htm
siempre se aprenden cosas… Un cordial saludo.