Viene de: ‘Greetings from L.A.’ de Tim Buckley
De David Ventura a Ric Jazzbo,
Estimado Ric,
Magnífica recomendación la de ‘Greetings from L.A.’ del legendario Tim Buckley. Debo reconocer que me encanta este disco, aunque entiendo que en su momento supusiera una pequeña conmoción entre los seguidores de Buckley. Que de pronto, el etéreo cantautor de ‘Song of the siren’ se transmutase en un lascivo músico que incitaba a la coyunda con ritmos funkoides, es algo tan traumático como ver a tu madre bailando en un club de streaptease.
Escuchando de nuevo el ‘Greetings from L.A.’ he estado pensando en los discos insólitos de cantautores. En aquel disco que es el garbanzo negro de su carrera, o que se gestaron en circunstancias insólitas que lo acabaron convirtiendo en rara avis dentro de la discografía de su autor. Y, claro… el ‘Death of a ladies’ man’ de Leonard Cohen estaba servido.
Publicado en noviembre de 1977, ‘Death of a ladies’ man’ es el disco maldito del canadiense y se gestó en unas circunstancias, como mínimo, tormentosas. Y las tormentas llegaron de la mano del productor, el ínclito Phil Spector. ¿En qué demonios estaría pensando Cohen cuando decidió contactar con el enloquecido Spector para que le diera su ‘toque especial’ a sus nuevas canciones? En cualquier caso, fue una ocurrencia de la que Cohen tuvo tiempo de arrepentirse.
Spector, que ya en aquella época daba muestras de tener las facultades mentales seriamente mermadas, hizo lo que se conocía como la spectrinha, repitiéndole la jugada que ya les hizo a los Beatles con el ‘Let it be’. Una vez Cohen había grabado su parte vocal, Spector cogió las cintas, se encerró en el estudio, reclutó a un ejército de músicos y grabó él solito el resto del disco. Cuando Cohen se acercó al estudio preguntándose que estaba sucediendo ahí dentro, se encontró con unos sicarios armados que, a punta de pistola, le dijeron que el señor Spector estaba trabajando y que no le molestara.
Spector publicó el disco sin consultarle nada a Cohen y éste, cuando escuchó las canciones, casi le da un jamacuco. El tradicional minimalismo acústico había sido sustituido por una barroca, fastuosa y empalagosa sobreproducción con multitud de capas sonoras, coros, teclados, otros coros, vientos, etc. Entre voces e instrumentistas, se acreditaron 54 personas distintas metiendo cucharada en esas grabaciones. Preso por todos los diablos, Cohen reaccionó asegurando que ese disco era una puta mierda, que no lo reconocía como suyo e, incluso, se negó a cantar en directo las canciones de este álbum.
El problema es que… ¡¡¡a mi ‘Death of a ladies’ man’ me gusta!!! Es un trabajo irregular, cierto. Hay canciones lamentables -‘Fingerprints’, horrible-. Pero también tiene momentos muy brillantes y un par de temas fabulosos, inolvidables. El primer tema, ‘True love leaves no traces’ es magnífico y arranca con unos versos deliciosos: “As the mist leaves no scar/ on the dark green hill./ So my body leaves no scar/ on you and never will”.
El disco, que podría traducirse como ‘La muerte del tumbador de señoras’, es una especie de obra conceptual: cada canción relata una seducción distinta y el narrador va saltando, de señora en señora, de coito en coito, de encuentro en encuentro, relatando su deambular como seductor otoñal. Así, tras esa apología del “aquí te pillo aquí te mato” que es ‘True loves leaves no traces’ -aunque como Cohen es un poeta, lo dice con palabras bonitas-, embauca a una compresiva muchacha en ‘Iodine’, sufre un ataque de cuernos en ‘Paper thin hotel’ aunque los lleva con humor y dignidad -ese juguetón punteo de guitarra que nos transmite la ironía de la historia libertina-, vive un fabuloso encuentro con una señora madura en ‘Memories’ -y aquí Spector añade unas orquestaciones y fanfarrias exhultantes y unos coros magníficos-… y tras cada peripecia nuestro narrador parece un poco más cansado, un poco más hastiado, un poco más de vuelta de todo, como podemos escuchar en la magnífica ‘I left a woman waiting’.
El réquiem por el seductor llega en el último tema, la fabulosa ‘Death of a ladies’ man’ que da nombre al disco que es una auténtica cumbre compositiva. De letra surrealista y casi incomprensible -lo que permite que cada uno le de el significado que le de la gana- y cuyo lánguido desarrollo se asemeja al cansancio de vivir de quien ya ha perdido toda ilusión tras dejar tras de sí una vida agotada exprimida hasta el último instante, el seductor saluda ceremoniosamente a la audiencia, dedica su último gesto a las señoras y a los cornudos que dejó en su camino, y hace mutis por el foro mientras cae el telón y se apaga el último foco. Una canción que, por ella sola, ya justifica todo ese infierno que fue este disco.
Correspondencia musical: ‘Suite for Susan Moore and Damian’ de Tim Hardin
A mi también me gusta!!