Zarpamos
Arranca hoy un itinerario lector. Un recorrido personal y transferible. Arranca una columna semanal sobre libros (¡gracias, Noudiari.es!) y, con todo, su autor no termina de creer que las columnas sobre libros tengan mucho sentido, más allá de anunciar y destacar la existencia de un objeto concreto en un mundo saturado de objetos. ¿Por qué? Responderé como me responde siempre mi querido editor orensano, con otra pregunta: ¿Acaso es posible transmitir en una columna nuestra experiencia como lectores de una obra que el lector de la columna, además, no ha leído? (Vale, mi editor no suele ser tan retorcido.) Y, aunque fuera posible, ¿para qué querríamos hacerlo? Cada vez estoy más convencido de que la lectura constituye uno de los pocos espacios íntimos que todavía permite esta sociedad histérica. La lectura, siglos y siglos después, sigue ofreciendo algo que muy pocas cosas pueden proporcionarnos: el valor de una experiencia única y, algo no menos importante; todas las garantías para poder afirmar que aquel libro se escribió sólo para nosotros, sólo para conducirnos por una serie de emociones y pensamientos absolutamente irrepetibles. ¿Cómo atreverme, entonces, a sugerir que lean algo que, muy probablemente, les horrorice hasta el hastío? Pues habrá que atreverse, claro, porque si no ni habría columna ni nada y al final no hay que ponerse tan dramáticos con el tema este de leerse un libro.
No sé si les pasa a ustedes, pero encuentro que es muy fácil no leer.
Así que hablaremos de libros, los lunes. A propósito de eso querría explicar –si es que hace falta– el motivo por el cual esta columna sale los lunes, más allá de constituir un sentido homenaje a Gomaespuminglish, es que los suplementos culturales –los que quedan– salen el fin de semana, asociando la cultura al ocio y a la huida de las masas en dirección a la sierra o al mar. Creo que tiene bastante sentido –que salgan el fin de semana, digo, no lo de huir; algo imposible–. Pero me parece interesante posicionar la lectura, también, dentro de nuestra rutina semanal, la lectura como una parte más del día e, incluso, como recompensa después de un duro día de trabajo (cuando arribe a casa…). Dicho esto, será mejor que conozcan otro motivo por el cual he decidido embarcarme en este proyecto lunático. A finales de 2013, pensando, más que en lo cumplido, en todo lo que quedó sin hacer, me descubrí enumerando títulos y títulos de libros que –¡Oh, cielos, Leoncio!– no había leído. Luego, para consolarme, enumeré los que sí que había leído y entonces la depresión de fin de año ya fue total. Porque, yo no sé si les pasa a ustedes, pero encuentro que es muy fácil no leer. Por eso quiero obligarme a disfrutar, cada semana –¡cada día!– y ofrecerles unas palabras sobre una nueva lectura cada lunes a lo largo de este 2014 cargado de expectación. Porque leer siempre me hizo más feliz que escribir, y las personas que más he admirado y amado han sido, siempre, grandes lectoras y grandes lectores. Leer es mejor que no leer, punto. No hay más que decir. Así que nos vemos el lunes que viene, con En medio de extrañas víctimas, de Daniel Saldaña París (cada semana anunciaré el libro del que hablaré la semana siguiente, por si podemos tener nuestras respectivas experiencias particulares juntos, algo siempre agradable). Para acabar querría bautizar esta columna rompiendo una cita de Borges en la proa: «De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria». Bon voyage!
Me gusta leer a diario, cuando tengo un poco de tiempo y no estoy demasiado cansada. Agradeceré mucho tus recomendaciones y críticas todos los lunes. Suerte.
Bienvenido! me gusta eso de que los lunes empiecen a tener un algo que haga ilusión.