Escribo estas palabras en una isla. No es, ¿por suerte?, una isla remota. Aunque estos días parecería que sí lo es, una isla dejada de la mano de Dios o, si no de Dios, dejada de la mano de una serie de endiosados, muy menores, que deciden lo que ocurre en la isla desde despachos mesetarios y peninsulares sin vistas al mar. La selección de islas que ha realizado Judith Schalansky (Greifswald, Alemania, 1980) es, creo, sobresaliente –por no utilizar la palabra perfecta– pero, con todo, me tienta escribirle un correo electrónico o buscarla por facebook para sugerirle que incluya dos islitas más en futuras ediciones; Eivissa y Formentera, dos islas que ofrecen, como muchas de las islas que ya contiene su maravilloso Atlas, también jugosas historias de corrupción, abusos, desastres ecológicos y abandono por parte de sus necios gobernantes del continente. Pero hablemos de Atlas de islas remotas.
Si acaso han notado, estimados lectores de esta reseña, que, con el paso de los años y pese a la tendencia general, atesoran todavía –probablemente en secreto– un ápice de curiosidad malsana y francamente inútil, deberían comprar o, mejor, hacer que les regalen este libro. Si usted está estresada o estresado necesita este libro. Si cree que el mundo se reduce a su cubículo, su coche, su casa o a su perfil de facebook, necesita este libro. Si está triste necesita este libro. Si está feliz es indispensable para usted este libro. Si es usted Ministro de Industria, Energía y Turismo del Gobierno de España y, además, ha nacido en una isla, necesita este libro y muchos otros libros, créame.
El libro de Schalansky es como un largo sueño infantil de piratas y bucaneros, que se combina con pesadillas más adultas de tiranías, violaciones y pruebas nucleares. Cincuenta islas en las que la autora nunca estuvo y a las que nunca irá (son sus palabras, no las mías). Muchas islas que, en mi feliz ignorancia, no había oído nombrar jamás y alguna más conocida pero igualmente fascinante, como la Isla de Pascua o la ominosa Clipperton que, entre otras cosas, tiene una entretenida novela de Laura Restrepo dedicada a ella titulada La isla de la pasión (Alfaguara). El prefacio de la autora, ‘El paraíso es una isla, el infierno también’, nos sitúa de inmediato a la misma altura de quien dedicó varios años a crear su propio atlas: no estamos ante las memorias de un gran descubridor, de un pionero barbudo al estilo de Magallanes. Nos envuelve la misma sorpresa y, hasta cierto punto, la misma ignorancia de la autora. En este sentido creo que Judith Schalansky ha realizado un ejercicio humilde y sincero que, imagino, habrá supuesto horas y horas de trabajo. Estamos ante un libro para imaginar, para ilusionarse, para perderse no en lo que nos explican, que es muy interesante, sino en todo lo que no sabemos. ¿Qué ocurre en estos espacios, disidentes de la inmensidad? ¿Cuál es la historia de Takuu y qué hacen los nueve habitantes censados de la Isla del Oso por las tardes?
En un momento muy loco donde las pantallas nos ocupan y limitan, en un momento en el que, en apariencia, se nos ofrece la posibilidad de «visitar» todos los sitios –el otro día llevé a mi padre de 69 años de paseo por el barrio galés de su infancia a través del Street View de Google Maps y ahora soy, ay, su lazarillo digital por las sucias capitales del mundo– se publica, en papel, un Atlas que reivindica el oficio de los cartógrafos como «un verdadero arte poético y los atlas como un género literario de belleza máxima; en definitiva, su arte es digno merecedor de la primera denominación que recibieron los mapas: Theatrum orbis terrarum [Teatro del mundo]». Gracias, Judith Schalansky (¡y a la traductora, Isabel G. Gamero!) y gracias a Capitán Swing y a Nórdica Libros por atreverse a publicar un libro que desafía todos los viajes que mi padre –que fue marinero y habitante de una de estas islas remotas durante una noche– dice que ahora podemos hacer a través de Google Maps, y devolvernos, aunque suene cursi, al inigualable viaje de la imaginación. #EivissaDiuNo.
La semana que viene, poesía y por si esto no fuera suficiente doble ración: Ahora solo bebo té, de Andrés Catalán, y Momentos estelares, de Javier Cánaves.
Atlas de islas remotas
Judith Schalansky
Traducción de Isabel G. Gamero
Coedición de Capitán Swing y Nórdica Libros, 2013
160 páginas
23,95 €
Me encanta esta columna… En Alemania la versión de tapa dura cuesta 34 eurazos, pero aún así creo que he hecho buena compra!