Regresa la sección de ‘Los lunes libro’ tras un mes y pico en el que he estado ausente por una enfermedad que me ha obligado a guardar cama, como suele decirse, donde he aprovechado para leer a los clásicos. La verdad es que no hubo enfermedad alguna y que los clásicos siguen ahí, sobre la estantería (que no es poco). He estado sano (dentro de los límites de lo aceptable) y he podido leer y releer unos cuantos libros que no me han dejado indiferente. Así, los próximos lunes hablaremos de Destruir España de Javier Ríos; de Transporte de animales vivos de José Antonio Llera; y de La vida en obras de Alberto Marcos. Más adelante, cuando el mojito se convierta en un artículo de primera necesidad, habrá tiempo para darle un ojo a Sobrebeber de Kingsley Amis y a otros libros, si el verano —¡que todavía no ha llegado!— no acaba con nosotros primero. Y qué mejor, para refrescar esta sección, que hablar de poesía, de peces y del amor.
El amor de los peces es el nuevo poemario de David Trashumante (heterónimo de David Moreno Hernández). Poemario que ilustra él mismo y que ofrece, en medio del tumulto social, económico y puede que hasta literario, un extraño espacio donde reposar los ojos, la mente y el corazón. El amor de los peces es un poemario subversivo porque habla del amor en vez de hablar de desahucios. Es un poemario que entra directamente en conflicto con todas la reclamaciones sobre la Memoria Histórica; es un poemario sobre peces que no recuerdan nada, que aman, si acaso, y que aman mucho. Es un libro blanco, un objeto bonito dentro de un mundo cada vez más feo y por eso mismo me da mucho miedo.
Un aviso, por cierto, para todas aquellas personas que han llegado hasta aquí (gracias) a pesar de afirmar que no leen poesía (por la razón que sea). El amor de los peces es poesía, sí, pero es una poesía cercana, amable con el lector (aunque desgarradora también, claro). Una poesía que juega a ser otra cosa, que nos hipnotiza como nos hipnotizan, también, las magníficas ilustraciones de David, sencillas —como su palabra— pero complejas —como su voz— y profundamente conmovedoras —como su mensaje—.
Al releer el poemario me he dado cuenta de que el poeta, lejos de ‘juntar’ poemas para confeccionar esta cosa malograda que seguimos llamando libro, ha realizado un auténtico ejercicio de indagación e investigación para describir, o retratar, el amor en todas las variantes de las que se ha sentido capaz. El amor situado en el plano más superficial (en apariencia): el pez. Pero el pez, caricatura del olvido, es también la criatura que nada en las profundidades, el espejo de los seres extraños que habitan la pecera de la gran ciudad (los peces de ciudad).
Dice la poeta Ana Pérez Cañamares en su excelente prólogo: «Pero a pesar del juego y la distancia, no trata David de un amor idealizado. A cada verso reivindica un amor real, un amor que no invente, que se baste, un amor tanto de mar adentro como de ducha y desagües.» Creo que con estas acertadísimas palabras la poeta ha definido la poética de David Trashumante, poeta killer, poeta polipoético, miembro del grupo Poetiks, poeta agitador cultural, poeta poeta, poeta boxeador y campeón del I Campeonato Mundial de Poetas Pesados (donde luchó contra servidor). David Trashumante tiene algo que lo convierte en un poeta inmenso: cree en la poesía, en la posibilidad de transmitirla, de hacerla llegar, ya sea a través de una performance, de un libro, de una ilustración o de un combate de boxeo. Yo también lo creo, pero cada vez menos, y por eso admiro cada vez más a David, autor de un libro hermoso y muy recomendable, ideal para regalar (esto, dicho así, queda un poco feo pero creo que luego se agradece) y para leer despacio, dentro de la pecera, cerca de algún pez que nos tolere lo suficiente como para molestarse en recordarnos. Os recomiendo visitar la web de Unaria, en el siguiente enlace, donde podréis escuchar los poemas del libro.
El amor de los peces
David Trashumante
Unaria Ediciones, 2014
80 páginas
15 euros
Otra lección de vacua pedantería de Ben Clark. Es más interesante leer los prospectos de los medicamentos que esta penosa columna semanal.
Ella, la más bella. ¡Y un abrazo fuerte a toda esa gente anónima! ¡Cuidarse!
Estás hecho un Boyero literario Ben ¡Si sigues así te va a fichar El País a ti también!
Volviendo al tema de tu artículo: consigues que me entre el gusanillo por hacerme con el librito y leermelo 🙂