Lo primero que hay que decir sobre En medio de extrañas víctimas es que se trata de la primera novela de Daniel Saldaña París (Ciudad de México, 1984). Y no crean que lo digo para disculparlo. Más bien al contrario. Se trata de un reproche hacia Daniel, por haberse complicado tanto la vida (o la carrera como escritor, que no sé si es lo mismo que la vida o, tan siquiera, vida). ¿Qué harás ahora, amigo mío? Porque es, en mi opinión, una gran novela. Confiaba en que me gustara menos, y así arrancar esta columna semanal con un tono más crítico, acorde con lo que espero de los suplementos culturales y que tan pocas veces encuentro (una de cal y una de arena bla bla bla), pero habrá que esperar. Tras los primeros capítulos (son capítulos breves, en ocasiones muy breves) tuve la impresión de estar leyendo una especie de spin-off mexicano de El extranjero de Camus. Más tarde el humor punzante, la ironía y la capacidad de crear misterio en las situaciones, aparentemente, más triviales de Ricardo Piglia se hicieron un hueco en el mismo departamento desolado, comido por la salitre y camusiano de México DF, para acabar invitando, en la segunda sección del libro, al primer Vila-Matas, el de Historia abreviada de la literatura portátil. Estos tres autores parecen habitar esta novela y a la vez, claro, no tienen nada que ver. Su protagonista, Rodrigo, un joven burócrata, no es un anti-héroe en las fauces de la mega urbe, es un ser anodino que se aburre un poco y que encuentra un gran placer en el desprecio sosegado hacia sus semejantes y en la persecución de los placeres más vacuos de la rutina. Saldaña ha creado un personaje que no espera nada y que, a diferencia de Meursault, no personifica nada, y mucho menos «la carencia de valores del hombre, degradado por el absurdo de su propio destino» (Wikipedia dixit). Rodrigo es lo que una amiga extremeña llamaría, creo, un «dehgraciao» que, sin embargo, nos seduce casi desde el primer instante con sus reflexiones lúcidas y su aparente falta de escrúpulos para describir su particular forma de habitar el mundo: «Por otro lado, me duele la simple idea de dejar el museo, de abandonar a la Watkins [su jefa]. Desde que demostró sus insospechadas dotes de empatía, reprendiéndome por el bodorrio, la veo casi como a un alter ego: una mujer consciente de la grisura general de la existencia que se ha dejado arrastrar por el equívoco trote de los acontecimientos. Aunque claro, hay una diferencia crucial que abre la brecha entre nosotros: la Watkins conserva la creencia, romántica en el fondo, de que la sarta de accidentes que nos determinan puede acabar llevándonos a una suerte de destino para el cual fuimos, contra todo pronóstico, creados. No podría estar más en desacuerdo: el lápiz que va dibujando la línea de mi biografía sólo puede trazar una figura insulsa, ajena incluso a la suntuosidad discreta de la geometría. Si yo pudiera escoger esa figura, el perímetro final que represente, de una sola vez, el conjunto de las peripecias que he vivido, escogería una verga. Sí, eso: un pene icónico, pueril, de los que trazan los adolescentes en el pizarrón de la escuela con ánimos de molestar a la maestra. Un pito simple y sin adornos, que se escape a toda interpretación psicologista y reivindique su potencial de insulto. Ésa sería mi figura ideal, el resumen de todos los traspiés que me conforman. Eso o un culo».
El humor, que se presenta muchas veces en forma de caricatura –resulta admirable, por ejemplo, la habilidad del autor para meterse en la piel de un académico madrileño que viaja a México por primera vez– acompaña cristalinas páginas reflexivas sobre la vida en esa ciudad imposible (en todas la ciudades) que, por momentos, nos podría recordar al incombustible Diario de un hombre humillado, de Félix de Azúa: «No hay cultura que redima de esta barbarie disfrazada, no hay poema u obra de teatro que haga más soportable esta mendacidad extrema del alma. Todo lo que hay en la ciudad es pleito inútil y bravuconada, animosidad gratuita y degradación del prójimo. Ahora sé que todos los trabajos, con sus ocho horas de oficina y su estructura vertical y su sistema de premios y castigos, son denigrantes hasta el límite de lo humanamente tolerable. Y todos los asalariados, los burócratas de la cultura que pretenden hacer pasar por sana discusión de ideas el eterno combate por la supresión del otro, son, ellos mismos, víctimas y perpetradores de la inmundicia diaria, de la cual nada, absolutamente nada, salvo la renuncia y el silencio y el ostracismo y el margen, podrán salvarlos».
Lúcida y mordaz, la novela de Daniel Saldaña París hilvana una serie de misterios cotidianos alrededor de un enigma mayor, el misterioso destino de un poeta boxeador llamado Richard Foret, que desapareció en México casi un siglo atrás. Una opera prima brillante para reírse de casi todo, menos de Daniel Saldaña París. #Eivissadiuno
En medio de extrañas víctimas
Daniel Saldaña París
Editorial Sexto Piso, 2013
305 páginas
19€
La semana que viene: Atlas de islas remotas de Judith Schalansky. Coedición de Capitán Swing y Nórdica Libros.
Un poco larga, Ben, para el tiempo que la gente dedica a leer un artículo; pero sí, dan ganas de leerla. Buen texto.
¡Disiento! Ya sabes, Julio, que yo soy muy de disentir, pero cuando el texto es bueno, dure lo que dure siempre se te hace corto. Gracias a Ben, los lunes comienzan con buen pie y buena lectura.