EFE / Cuatro años después de su retirada de los escenarios debido a un grave infarto, el cantautor madrileño Luis Eduardo Aute ha fallecido este sábado en la capital a los 76 años, y su marcha ha provocado un tsunami de cantos al alba, bailes «slowly» y muchos cambios de hora porque los relojes marcan ahora las cuatro y diez.
El cantautor, pintor, escultor, poeta y cineasta Luis Eduardo Aute (Manila, 13 de septiembre de 1943), ha muerto en el centro sanitario donde había ingresado ayer, han informado fuentes de su entorno familiar, que desconocen si su deceso se ha debido al coronavirus.
A la espera de saber qué se harán con sus restos mortales, dada la actual situación con el estado de alarma, el mundo de la cultura se ha puesto en pie para despedirse del «maestro», de ese curioso sin límites, creyente y practicante de la indisciplina artística que nació en Manila un 13 de septiembre de 1943 y que vivió en Madrid desde los once años.
Porque han sido muchos, una legión, los que se han despedido de él a través de las redes sociales a falta de poder hacerlo por última vez en un tanatorio, como se han lamentado Pancho Varona y Jorge Drexler, quien ha dicho que como no podrá ir a despedirse de él le cantará desde sus «cuatro paredes»
«La belleza se quedó sola en su cuarentena. Buen viaje, querido maestro», ha añadido el cantante uruguayo.
El ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, ha ensalzado la condición de «referente» del «artista integral», como ha calificado a Aute, sin quien sería imposible entender bien la historia reciente de España y especialmente el «camino de libertad» abierto desde la Transición.
Pero también han dicho adiós al autor de himnos plagados de belleza otros amigos como Loquillo, Christina Rosenvige o Pedro Guerra, Alejandro Sanz o Raphael.
Aunque hoy ha quedado claro también que Aute es un artista que une, porque han sido políticos de todos los bandos los que han dado sus condolencias y han hecho públicos su relación con el artista a través de las redes sociales.
Así lo ha hecho Inés Arrimadas, José Luis Abalos, Iñigo Errejón, Ada Colau, Pablo Iglesias, Patxi López o Pablo Echenique, entre otros.
El polifacético creador era el autor de canciones como «Al alba», «Rosas en el mar», «Una de dos» o «La belleza», que forman parte del patrimonio de la canción de autor española, en la que destacó junto a figuras como Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina o Paco Ibáñez.
Son los títulos más emblemáticos de las más de 400 canciones que forman su legado y que son una oda al amor, a la vida y a la libertad.
«Las canciones, como los poemas, son una manera de hablar conmigo mismo», decía el creador, fallecido hoy a los 76 años, en una de sus últimas entrevistas con Efe, con motivo de la celebración de sus 50 años en la música.
«No es poeta quien escribe poemas, sino quien utiliza cualquier medio de expresión y es capaz de ir un poco más allá del espejo, de construir una mirada distinta, un ‘desestatus quo’, provocar la sensación de que te quitan el cielo», explicaba.
De Aute han destacado instituciones y organizaciones como Amnistía Internacional su lucha por los derechos humanos. «Una de sus contribuciones universales fue la belleza de la canción «Al Alba», contra la pena de muerte en España», han destacado desde esta ong.
Y la Fundación Toro de Lidia ha puesto de relieve que Aute «era un gran aficionado a la tauromaquia» que decía que «el mundo se dividía en dos: ‘marcianos y taurinos'».
Era también notable su relación Latinoamérica, el lugar donde Aute decía que se podía «buscar el mañana».
Su compromiso ético le hizo tan popular allí como en España. Tanto es así que en México en 2011 describió a Europa como «un barco que se hunde» y al que únicamente se le ponían parches, frente al «proyecto para construir un nuevo barco» que era Latinoamérica.
Hasta fue condecorado por el Gobierno de Ecuador, en 2007, en reconocimiento a su actividad creativa dedicada a la paz y la libertad.
Creatividad, sea cual sea la disciplina, era lo que derrochaba Aute, que aseguraba ser «más pintor que todo lo demás». Música y pintura, «dos manifestaciones complementarias, porque allí donde acaba la música comienza la pintura y allí donde acaba la imagen empieza la voz», reconocía.
Tanto, que siempre se consideró artista plástico, su «verdadera vocación y profesión», y confesaba que su faceta como cantautor era «anecdótica y un apasionante hobby» que le robaba mucho tiempo.
Casado desde 1968 con Marichu Rosado, con la que tenía tres hijos, el artista publicó su último disco en noviembre de 2018, un recopilatorio de su gira por España y México, pero su último trabajo original había visto la luz un mes antes, un libro disco junto al poeta gallego Carlos Oroza donde unía la música con otra de sus pasiones, la poesía.
Descansa en paz ya este artista del renacimiento, el culpable de que las cuatro y diez sea una hora marcada en todos nuestros relojes.