@Noudiari / El Formentera sabe a lo que ha venido en Segunda B. A competir. Siempre. Bajo cualquier circunstancia. Y esa fe inquebrantable en todo lo que hace, esa madurez competitiva impropia de un club se estrena en la categoría de bronce y que llena sus libros de historia con páginas de Regional, le hace encontrar premios como el de Sabadell, con un penalti de aquellos que cuesta pitar (1-1).
Pese a esta reestructuración (también Juan Antonio quedó sorprendentemente en el banquillo), el Formentera cuajó un primer tiempo estimable. El de un equipo maduro, que sabe a lo que juega y lo que quiere. El Sabadell, rey del empate en Segunda B, quiso dominar, pero no pudo hacerlo con solvencia. Eso sí, la mejor ocasión hasta el descanso fue suya, clarísima, en un chut que Ángel estrelló contra el muñeco cuando la sufrida parroquia arlequinada ya cantaba el gol. Poco más, salvo la lesión del israelí Gai Assulin (el nuevo Messi, decían). El chico no tiene suerte.
Remontada
El Formentera comenzó el segundo tiempo con brío, más animoso con el balón. Pero precisamente cuando más cómodo estaba el bloque pitiuso en el campo, el Sabadell encontró el 1-0. El central Aleix Coch remató inapelable con la cabeza un córner y subió el primer tanto al electrónico a los 20 minutos del segundo tiempo. Tocaba remontar.
Y el empate llegó de penalti. Omar lanzó una falta escorada a la izquierda, la pelota impactó en la mano de un futbolista sabadellense de la barrera, y el árbitro no dudó: al punto fatídico. Desde allí, Juan Antonio, que había ingresado al terreno de juego poco antes, volvió a encontrarse con su Ítaca particular. Con la zurda, gol. Tres tantos de penalti en las ultimas tres jornadas.
A punto estuvo Agus en una gran acción individual de silenciar del todo la Creu Alta tan sólo dos minutos después, pero tras dejar atrás en su slalom hasta al apuntador, envió su disparo fuera. En la recta final el Formentera fue aculando, salvaguardando el punto como oro. No pasó demasiados apuros, y la cosa acabó en tablas. Son ya cuatro partidos sin perder. Que tiemblen en Bilbao…