@Noudiari / La magia de Demirovic congeló el optimismo de la afición del Formentera. Cuando el gol de espuela de la perla bosnia del Alavés puso el 1-2 en el marcador y el partido cuesta arriba para los futbolistas de Tito García Sanjuán, los más de mil espectadores que habían llenado el Municipal de Sant Francesc se estaban frotando las manos al pensar en que era posible asestar otro ‘formenterazo’ como el que recibió el Athletic Club.
Sin embargo, los benditos rizos de Javi Rosa destaparon los primeros cánticos y aplausos cuando la testa del central fabricó el empate. «Somos de Primera», se empezó a escuchar en un sector del campo. Y el optimismo, que algunos ya anunciaban al entrar al campo, asegurando con una sonrisa que su equipo le iba a ganar al Alavés, se desató. Los futbolistas de Tito se contagiaron de esa fiebre y, quizás, como el mismo míster reconoció en rueda de prensa, el exceso de alegría dejó los huecos precisos para que los vascos se aprovecharan de ellos y mataran el partido.
En el tendido, y pese al 1 a 3 que colocó Munir, aún tuvo tiempo para llevarse las manos a la cabeza en los minutos finales al compás del himno a la épica que fue componiendo ese equipo que nunca se rinde y al que llaman Sociedad Deportiva Formentera.
La directiva y el Consell Insular estuvieron a la altura del despliegue físico y mental de los jugadores. La ida de los octavos de final tuvo una organización impecable y la única nota negativa la pusieron unos aficionados ibicencos del Alavés que se negaron a sentarse en la grada para no entorpecer la visibilidad de los periodistas radiofónicos hasta que no intervino la Guardia Civil.
Más preocupados por la lesión de Omar (que podría haberse roto el quinto metatarsiano del pie izquierdo) que por una derrota que entraba en cualquier lógica, los pesos pesados del vestuario lo dijeron bien claro en la zona mixta: dentro de unos años, cuando se eche la vista atrás, se valorarán más y mejor las hazañas de este equipo. Al Formentera que le quiten lo ‘bailao’.