@Pablo Sierra del Sol / Un partido de cantera y padres en la grada. Fuego y gasolina, si nos atenemos a lo sucedido en las últimas semanas en campos modestos de Ibiza y Mallorca, si nos fijamos en lo que ocurre desgraciadamente muchos domingos en campos modestos de cualquier parte de España. Y, sin embargo, pese a todo el ruido que invade también al fútbol más tierno, siempre hay grietas por donde se cuela un poco de cordura que recuerda que en esas edades darle patadas a la bola es juego y no competición.
Aunque te ates unas botas de colorines como las que se calzan tus ídolos y lleves un escudo bordado en el pecho y un dorsal pegado en la espalda, el fútbol sigue siendo diversión. Y compañerismo. De las dos cosas hizo gala ayer Carlos Vall. Carlitos, como le conocen en su casa, tiene solo siete años y ya ha marcado unos cuantos goles con el prebenjamín del Rápid. Pero si su padre está orgulloso del pequeñajo es porque el árbitro le sacó una tarjeta blanca en el partido que el Rápid jugó como visitante contra el Sant Carles.
«Yo no sabía ni que existía la tarjeta blanca, pero el árbitro se acercó a donde estábamos los padres de los chicos que jugaban y nos lo explicó de forma muy amable», dice Carlos Vall padre. El colegiado les diría que esta cartulina, iniciativa reciente de la Federación Balear, premia a los futbolistas que se comportan de una manera ejemplar sobre el rectángulo verde. Es decir, que anteponen el respeto al contrario a las lógicas ganas de llevarse los tres puntos. Y Carlitos, a diferencia de lo que se ve en el balompié profesional y, por desgracia, cada vez más en las catergorías inferiores llevaba tiempo mereciéndose esa tarjeta que no amonesta sino reconoce.
Levantar al adversario
Con la lluvia llenando de charcos el verde y con el Rápid distanciado en el marcador, el prebenjamín se dedicó a levantar a todos los jugadores del Sant Carles que resbalaban y caían. Cuando les extendía la mano soltaba algún ánimo para que no se dieran por vencidos. Carlitos no se podía contener y era capaz de recorrer medio campo de fútbol-7 para recoger del suelo a un adversario con las mismas ganas que lo haría si quien se manchara el pantalón de caucho mojado fuera un pequeñajo con el que compartiera camiseta. Lo hizo por enésima vez antes de un córner que iba a sacar él mismo. Fue entonces cuando el árbitro no pudo aguantar la sonrisa y le enseñó la primera tarjeta blanca que han visto los padres del Rápid en lo que va de temporada.
«Mi hijo no acaba de entender qué significa ese gesto, pero con el tiempo sus compañeros y él aprenderán a valorarlo. Es un reconocimiento a todo un equipo que está aprendiendo muchas cosas estos años. Tenemos la suerte de contar con un grupo de padres muy sanos. Hay quien se pone nervioso viendo a su hijo desde la grada, pero a nadie se le ocurre ponerse a gritar ni mucho menos meterse con el árbitro ni con el rival», cuenta Carlos Vall.
En general, considera que el ambiente en los primeros peldaños del fútbol pitiuso «es muy sano». Siempre hay excepciones, claro, como una madre «que invadió el campo gritando cuando jugó el equipo de Carlitos la semana pasada contra el Bahía porque su hijo se había dado un cabezazo fortuito contra un jugador del Rápid». «En esas situaciones de tensión», cuenta este padre aficionado al deporte, pero que dice darle libertad máxima sus hijos para que practiquen la disciplina que más les guste, por puro divertimento y no para obtener grandes resultados, «en esas situaciones de tensión, quien más cordura pone suelen ser los críos».
Los niños que imitan los malos modales de sus padres
Sin embargo, «hay que tener mucho cuidado porque los niños crecen y acaban copiando el modelo de comportamiento de sus padres», advierte Carlos, pensando en las imágenes que se ven en varios campos de Tercera División de la isla. Adultos desgañitándose y acordándose de las madres del trío arbitral mientras, a su sombra, chavales con el chándal del club hacen tres cuartas partes de lo mismo. El propio Carlos Valls recuerda que el deporte de alto nivel está lleno de progenitores que arruinaron (o a punto estuvieron de hacerlo) la carrera de sus vástagos. André Agassi, Lewis Hamilton, Jorge Lorenzo, Venus y Serena Williams… La lista de celebridades es larga, la de rostros anónimos, infinita, además de desconocida. Todos tienen en común el riesgo de acabar odiando el deporte que les apasionó siendo enanos.
-El fútbol, ante todo, es diversión y educación en valores. Los clubes tienen que creerse que pueden hacer mucho más para controlar a los adultos que malmetan. Afortunadamente, cada vez hay más entrenadores que quieren formar y no solo ganar a toda costa. Los niños tienen que llevarse algo bueno de este deporte. Mi hijo no lo hace mal, mete goles y se lo pase bien, pero no nos engañemos: no es que sea muy pequeño aún, es que solo el cinco por ciento de los chicos que juegan a fútbol llegan a ser profesionales. ¡El cinco por ciento! Y luego te encuentras a padres que creen tener a un Messi en casa…
Carlos menciona unas placas que ha colocado el Ayuntamiento de Sant Josep en la entrada de los tres campos que existen en el municipio donde está escrita una frase que afortunadamente empieza a leerse cada vez más en los hogares del fútbol modesto, el de verdad, el que aún sigue oliendo a bocata de lomo con queso y suena a garganta afónica y golpe de bombo: «Si lo que quieres es un campeón en la familia, ponte a hacer deporte. Mientras, deja que tu hijo juegue feliz».
Él tiene una foto de la placa que está colocada en el campo de la Penya Esportiva Sant Jordi. Si los padres que protagonizaron la salvaje tangana del Alaró-Collerense (¡de alevines!) tuvieran esa imagen en el fondo de pantalla de sus móviles tal vez se lo hubieran pensado mejor antes de liarse a palos. No estaría mal que el fútbol de niños abriera los informativos de televisión por las tarjetas blancas que se enseñan y no por los mamporros que reparten los familiares de unos críos para los que el verbo pegar no significa otra cosa que chutar a puerta.
Al igual que en casi todo, tenemos un problema de educación, grave problema. Bien por el niño, que haya más y muchose más padres!!!!!!
«darle patadas a la bola», le dan patadas al balón o a una pelota.