Pablo Sierra del Sol / Las luces del pabellón se apagan de golpe. Un par de segundos después empiezan a relampaguear y por megafonía suena una versión maquinera de Sweet Caroline. La remezcla no le hace justicia a la grabación original de Neil Diamond, pero sirve para que los jugadores del Bàsquet Sant Antoni den una vuelta de honor a la cancha. La plantilla va chocando las palmas de las manos de los aficionados que les han visto, a pie de pista, ganar al Hestia Menorca. Con el One, touching one / Reaching out, touching me, touching you, el momento de subidón que conduce al estribillo del tema, la hermandad entre hinchada y equipo es máximo. Los videomarcadores de Sa Pedrera radiografían la imagen con cuatro cifras: 85-68. Diecisiete puntos entre el segundo y el primer clasificados del grupo Este de LEB Plata. Un derbi balear que deja a los ibicencos solamente una victoria por detrás de los menorquines en la clasificación. Y con el basketaverage ganado, pues en la ida, jugada en Maó en un octubre que suena ya lejano, los ibicencos cayeron por diez. Entonces los hombres de negro no vivían el momento dulce del que disfrutan ahora.
Empezó mal la temporada para el Bàsquet Sant Antoni: tres jornadas tuvo que esperar para conseguir la primera victoria. Desde entonces, el balance ha sido inmejorable. Once triunfos por dos derrotas en trece partidos. Números notables para una trayectoria que va de menos a más. La tendencia contraria a la que se dibujó el curso pasado, el del debut en la tercera división del baloncesto español. Después de Navidad, entre partidos aplazados por covid, el compromiso de jugar la Copa LEB Plata como campeones de invierno, y el deterioro de la química dentro de la plantilla, el Bàsquet Sant Antoni perdió fuelle. A pesar de colarse en el playoff de ascenso –donde el Clavijo Club Baloncesto lo eliminó a las primeras de cambio–, la sensación fue agridulce, como si los altavoces de la fiesta, de una fiesta inesperada porque el objetivo era la salvación, hubieran empezado a distorsionar en el momento más feliz de la noche.
Ahora el aire que se respira parecer ser otro. La dirección deportiva, es decir, Jordi Grimau, que a la vez es el capitán y, en los instantes en que se resuelven los encuentros, el jugador más decisivo pese a estar rozando los cuarenta años, apostó por una renovación casi total. Hubo muchas salidas tanto en el roster como en el cuerpo técnico y no todas fueron fáciles de gestionar porque se trataba de personas que estaban muy ligadas al proyecto. Carles Flores se mantuvo como entrenador y Pau Carreño, Aleix Haro, Byron Richards y Javi Medori renovaron sus contratos. A este quinteto, donde se incluye el propio Grimau, que suma ya tres temporadas en el club, se han ido uniendo nombres contrastados en la categoría. El último en aterrizar ha sido Janis Kaufmanis, internacional por Letonia.
De la última incorporación se esperan puntos y claridad en el tiro para desatascar situaciones complicadas. Contra el Hestia Menorca, ofreció algunos destellos de su calidad. Otros fichajes más rodados como Vinicius da Silva (un altísimo pívot brasileño de 2,14 que casi se fue hasta los treinta puntos), Adnan Omeragic (ala-pívot canario de raíces bosnias), Alejandro Zurbriggen (alero argentino con experiencia en el sistema de ligas español) o Daniel de la Rúa (un eléctrico base que llegó a debutar en ACB con el Real Madrid) demostraron que pueden plantarle cara a los grandes favoritos al ascenso en los partidos que separan el grano de la paja.
Porque el derbi contra el Hestia Menorca era uno de esos encuentros. Más todavía después de la llegada de Edwin Jackson al equipo mahonés. El escolta francés fue uno de los cinco integrantes del equipo ideal de la ACB en la 2016/2017. Vistiendo la camiseta de Estudiantes anotó más que nadie en toda la liga y volver al FC Barcelona, donde ya había jugado un par de años antes. Aquella temporada, en los entrenos del Ramiro de Maeztu, muchas veces le tocaba a Jordi Grimau defenderlo. Se hicieron colegas pero en la alta competición no hay amistades que valgan. Tanto tiempo después, saltaban chispas cada vez que Jackson se emparejaba con el catalán. Disponer de un jugador así, con mucho baloncesto todavía en sus piernas y brazos, en una categoría modesta es como poder pulsar a tu antojo un botón nuclear, pero la excesiva anotación de Jackson acabó lastrando al equipo que entrena Javi Zamora.
El francés, que hasta hace dos meses jugaba en la primera división de su país, anotó solamente un punto menos que la edad que figura en su pasaporte: treinta y dos. Casi la mitad de los que convirtió el Hestia Menorca. Ninguno de sus compañeros alcanzó los dobles dígitos. Contra el solista, el Bàsquet Sant Antoni respondió siendo un bloque. Como el solo de trompeta de Sweet Caroline que coreó el pabellón al terminar el derbi y celebrar la victoria. Antes ya había ensayado la afición festejando los fallos de Jackson (catorce, 8/22 en tiros de campo) que provocaba la defensa portmanyina. Especialmente, cuando Grimau, a falta de poco más de un minuto para el bocinazo final, le limpió un balón metiendo su mano entre los brazos del francés: no hubo robo, pero sí provocó que el Hestia Menorca tuviera que tentar a la suerte con un triple a la desesperada de otro jugador. El aro escupió el lanzamiento y el misterio quedó visto para sentencia: la victoria local sería por más de diez puntos de diferencia. Más que una alegría doble, la esperanza de que esta ventaja pueda ser decisiva en caso de llegar a la última jornada de la fase regular igualados a triunfos con el todavía líder del grupo.
Pero si de algo sirvió el partido fue para constatar que el mejor activo del Bàsquet Sant Antoni está fuera de la pista. Al menos, el que puede garantizar su futuro. 750 personas, según informó el club, acudieron a Sa Pedrera para ver un derbi que se disputaba entre semana y competía en horario con el Real Madrid – Valencia de la Supercopa árabe. Muchos más aficionados que en cualquier campo de fútbol donde se juegan partidos de Segunda o Tercera Federación. Casi la mitad de los abonados que tienen por costumbre ir esta temporada al estadio de Can Misses para ver a la Unión Deportiva Ibiza.
Con muchísimos menos medios, el Bàsquet Sant Antoni ha penetrado en el imaginario de sus aficionados potenciales (los vecinos de Sant Antoni, una buena parte vinculados de alguna manera al extinto Ca Nostra y los apasionados del baloncesto que viven en el resto de la isla y conducen hasta Sa Pedrera para disfrutar con la LEB Plata) de una forma que sigue sin conseguir el club celeste, más pendiente de los grandes sponsors y los palcos VIP que de su masa social. Para la directiva del equipo sanantoniense, los aficionados no están simplemente para tapar el color amarillo de las gradas del pabellón municipal. Castanyoles, altavoces, buen rollo, presión para asfixiar el temple del rival y ni un insulto o falta de respeto. Los comentarios y gritos xenófobos u homófobos que se escuchan en otras instalaciones deportivas de la isla no están ni se les espera: como ocurre en el caso del HC Eivissa de balonmano, el balón naranja transmite una energía diferente. Para el Bàsquet Sant Antoni sus abonados son aliento, ilusión y, también, una de las principales fuentes de ingreso que tiene la tesorería del club. En las vallas que rodean la zona de juego y en los anuncios de gran tamaño que cuelgan de las paredes de Sa Pedrera pueden verse los nombres y logos de buena parte del pequeño y mediano comercio, además de las grandes empresas, de Sant Antoni, con algún añadido de Cala de Bou o Sant Josep.
Quedan once partidos por disputarse antes de las eliminatorias por el ascenso. El objetivo, nadie lo esconde, es subir a LEB Plata. Para jugar en el escalón previo a la ACB es necesario contar con 2 mil localidades alrededor del parqué. El Bàsquet Sant Antoni ha avanzado faena y ya ha hecho las averiguaciones para instalar gradas supletorias llegado el caso. Mudarse a Sa Blanca Dona no se contempla. Desnaturalizaría el espíritu de un proyecto que se precia de fer poble mientras despacha bebidas y bocatas en la puerta del pabellón a ritmo de rock and roll antes de los partidos y en el tiempo de descanso. Mañana juegan en Son Moix contra el Fibwi Palma un nuevo derbi para estirar una buena racha que dura ya cuatro partidos. Será el último tercio de la fase regular, muy exigente, el que decidirá si se producen tropiezos en un 2023 que arranca inmaculado. Fue el filial del Gran Canaria el último en ganar a los ibicencos el 19 de diciembre y el Básquet Sant Antoni parece empeñado en que esa fecha no caduque.