Marta Baena / Que los vinos se conserven en barricas no es nada novedoso, pero que estos barriles estén a su vez sumergidos en el fondo del mar es lo que convierte a los vinos Crusoe Treasure en un proceso revolucionario y único hasta el momento.
Un experimento liderado por el Doctor en enología Antonio Palacios, que comenzó en 2009 en el laboratorio de Excell Ibérica de Logroño, cuando un total de 27 bodegas diferentes se embarcaron en la aventura de almacenar botellas en las profundidades del mar para comprobar si el resultado en la maduración del vino sería aún más fructífera que la llevada a cabo en tierra.
Y dieron con la clave y con dos vinos, Crusoe Treasure Classic y Crusoe Treasure Passion, cuya denominación de origen es ‘atesorados en el fondo del mar’.
Un Ribera del Duero y un Rioja que no son fáciles de encontrar al producirse en series limitadas. Un vino exclusivo con botellas numeradas que no se adquiere a través de internet y que es el nuevo capricho de los coleccionistas, quienes pueden encontrarlo en la tienda Suprem Ibiza (Vía Púnica 3) desde donde explican: “Nosotros somos la distribuidora en Baleares. Realizamos tareas comerciales, catas para darlo a conocer y ventas. Sobre todos comerciamos con Ibiza y Formentera, aunque también llegamos a Mallorca, donde trabajamos directamente con hoteles, restaurantes y clientes que se acercan en persona a la tienda para adquirirlo”.
Un proceso laborioso detrás del que se esconde una cuidadosa preparación, que comienza con la recogida de la uva apropiada y termina en la copa de sus clientes. Pasando, por supuesto, por la fase submarina de almacenamiento en la bodega sumergida a 20 metros de profundidad y ubicada en la Bahía de Plentzia, en Bizkaia. Llevando a cabo un control durante todas las horas del año, incluyendo la vigilancia sobre la intensidad de la luz, la presión y los ciclos de las corrientes, para que nada afecte a la cosecha.
Son muchos los enólogos que ya lo han catado y que apuntan ese toque de distinción que le aporta la energía marítima, entre ellos los sommeliers de elBulli y Arzak. Y es que como ya dice el refranero español, cuando el río suena agua lleva, aunque en este caso lo que suena es el mar y lo que transporta son variedades como el Trempanillo, Mazuelo y Graciano.
De 6 a 12 meses de crianza en roble y otro año sumergidos bajo el mar para alcanzar un equilibrio perfecto entre sus aromas afrutados y frescos con los especiados, que dan como resultado un vino único que gusta y repleto armonía.