Guillem Romaní / En Formentera hay algunas tradiciones que por el momento se mantienen aunque a más de uno les choque o considere que no van con los nuevos tiempos, y menos con el siglo XXI, el de la tecnología y la distancia. Porque en Formentera es tradicional que los regalos a los niños los entreguen en parte los Reyes Magos en vivo y en directo, como si de un reality show se tratara. Es una costumbre insólita en las Pitiüses, probablemente también en las Illes Balears y, por qué no, en la Península.
Esta costumbre arranca, parece ser, en 1946, el año siguiente al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando tres militares a caballo del ejército estacionado en Es Campament acudieron disfrazados de Reyes Magos y con gran boato a Sant Francesc, y en el antiguo colegio de las monjas situado en la actual calle peatonal de Sant Jaume hicieron regalos a los niños de la capital de la isla en una época de grandes penurias, que no de miseria.
Esta costumbre que se inició en la segunda mitad de los años 40 al poco de finalizar la II Guerra Mundial
María, campechana, recuerda la historia: “Si no voy equivocada, el primer año fue ahora hace 70 años, y lo recuerdo porque en mi regalo había un chupete para mi hermano que había nacido un par de semanas antes, a finales de diciembre de 1945”. Desde entonces la tradición ha perdurado con sus cambios de lugar pero siempre en lo que puede considerarse el núcleo viejo de Sant Francesc, carrer Sant Jaume, Colegio Virgen Milagrosa o Jardí de ses Eres en épocas más modernas.
Lo curioso de esta costumbre es que la entrega de regalos se efectúa de tal manera que los Reyes tienen todos los regalos y los pajes van entregándoselos uno a uno mientras los niños, o no tan niños, son llamados por sus nombres y apellidos, por apodos familiares o por el nombre de la vivienda y se les indica qué rey les hará entrega de los obsequios. Por lo general los chavales suben raudos a coger sus regalos excepto algunos, que nerviosos o atenazados por el miedo ante los SSMM los Reyes de Oriente, son llevados a rastras por sus padres a recoger su regalo y en otros casos es directamente la familia, padre, madre o abuelo el que acude aunque, eso sí, a veces son los propios abuelos o padres los destinatarios del regalo.
Por lo que a los regalos se refiere, nada nuevo bajo el sol. Aunque los tecnológicos o los relacionados con las películas eran los más apetecidos, eso no obvió la presencia de esos presentes que no varían de un año a otro, como la proliferación de juegos de mesa, bicicletas, carricoches, coches teledirigidos, muñecas, vestidos, peluches, libros, cometas, juegos para las consolas. Los mayores también tuvieron su ración de cosas para la casa, principalmente para la cocina y adornos u objetos de decoración, así como cosas tan cotidianas como calcetines, guantes, bufandasy zapatos, sin olvidarse de los clásicos: libros, perfumes y un sinfín de regalos que en muchos casos no se abrían en público, por lo que pudiera ser.
Lo fundamental radica en que los grandes protagonistas de una de las dos jornadas más constumbristas del año junto a Nochebuena, disfruten viendo lo que los Reyes les han traído independientemente de si aquello era lo que habían pedido. Regalos más grandes que los propios niños o cochecitos de bebé cargados de paquetes, sin el bebé dentro, por descontado, eran notas habituales en todos sitios, los bebés en brazos de sus padres y el carrito cargado de juguetes para toda la familia.
Opinión
Desde los años 40, esta costumbre es una regla pese a que la cuestión de fondo es un tanto espinosa. Al hacerse los regalos en público, las diferencias, a veces, se hacen notorias. Y en época de crisis, más. Tradición, buenas costumbres, ética y ostentación son difíciles de conjugar y momento llegará en que este tipo de festejo tan arraigado deba desaparecer si no hace más que ahondar en las diferencias entre las economías familiares. Cierto es que últimamente se limita el número de regalos para los niños y mayores, pero no deja de establecer comparaciones y abismos sociales y económicos, por no hablar de los culturales. G. R.
tradición que ahora los chicos y chicas de la Asociación de Reyes Magos de Formentera continua y quiere perpetuar para que los niños y niñas de nuestra estimada Formentera continúen viviendo la ilusión y la magia de los Reyes, cada carita de alucinación de los más pequeños vale la pena todo el esfuerzo que lleva detrás.
gracias a todos por continuar con una tradición tan nuestra y que tanta alegría es capaz de transmitir a los demás.
Suscribo, ese es el espiritu, la ilusión y no el flipe ante reyes con batamanta cutre subidos a no se qué o reinonas republicanas con pinta de mujeronas baratas de saloon del farwest…