Joan Miquel Perpinyà / Debemos felicitar al presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí, por haberse librado de una funcionaria molesta por honesta.
No cabe duda de que era lo que perseguía cuando durante el pleno del mes de septiembre la criticó públicamente por el mero hecho de hacer su trabajo, algo que resultó inaudito.
Con la marcha de la viceinterventora, que se atrevió a cuestionar que una campaña de promoción turística pueda considerarse como una “emergencia”, eludir el concurso público y adjudicarse a dedo pese al cuantioso montante a abonar (250.000 euros), Vicent Marí despacha por las bravas el problema. Como dijo el Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515): “A enemigo que huye, puente de plata”.
Marian Tur solicitó una comisión de servicio y puso pies en polvorosa para irse al Ajuntament de Ripollet en Barcelona, donde es muy dudoso que el alcalde la descalifique durante el pleno de la institución haciendo referencia a la “situación privilegiada” que supone “tener sus retribuciones garantizadas” y “un buen sueldo”, y la acuse de no tener interiorizado su deber de servidora pública.
Esa invectiva destemplada lanzada en público y sin posibilidad de que la aludida pudiese defenderse, ha causado el efecto pretendido. Tras doce años en la institución, hace las maletas y se va donde no la maltraten.
Tiene mucha suerte el exalcalde de Santa Eulària porque por mucho menos hay quien denuncia ser víctima de acoso laboral. Su propio partido apoyó a alguno en Sant Antoni, de modo que sabrá de lo que le hablo.
Me viene a la mente el reciente cese frustrado del jefe de UCI del hospital Mateu Orfila de Menorca, quien acusó al gerente del hospital de atentar contra su prestigio profesional por la torpe maniobra llevada a cabo para apartarle del servicio. Y es que hay gente que cree que puede hacer de su capa un sayo y se siente más cómoda gestionando una institución como si fuese su particular cortijo.
Y es que hay gente que cree que puede hacer de su capa un sayo y se siente más cómoda gestionando una institución como si fuese su particular cortijo.
Pero en fin, como agua pasada no mueve molino, pues solo queda mirar para adelante y esperar que un incidente similar no se repita.
Será difícil porque sabiendo cómo se las gasta Vicent Marí, es probable que el funcionario que sustituya a la interventora huida opte por agachar la cabeza y no poner pegas, por más que crea que debe hacerlo.
En general los funcionarios suelen acomodarse a sus jefes para evitar tener problemas. A fin de cuentas, tienen sus retribuciones garantizadas. Aunque Marí quizás preferiría que no fuera así y que eso dependa de si le hacen o no la contraria.