Cartas a NouDiari / Cuando nos convertimos en adultos solemos perder la magia que nos hace especiales al ser niños. Con los años la familia, las amistades, las experiencias en general, nos marcan. A veces para bien, otras para no tan bien. Entre muchos otros factores, dependerá de nuestra resiliencia. Aún con todo, nuestro cerebro se transforma. Cientos de creencias limitantes nos distorsionan encarcelándonos en un ser muy lejano a nuestro ser más puro. A esa luz, esa magia que nos acompaña en la niñez.
Es triste ver cómo nuestro consciente no quiere ver más allá. Conectar con el inconsciente duele, por ello muchas veces optamos por seguir como si nada pasara, pero aquello de lo que huimos tarde o temprano saldrá y, si no tienes a nadie a tu cargo, maravilloso, cada cuál es libre de gestionarse como quiera o pueda, pero si de lo contrario, tienes a una (o las que sean) personita pequeña llena de luz y magia a tu cargo, ¿no quieres enseñarle todo lo mejor? Estas personitas: los niños, creen ciegamente en su referente (sí, tú). Toma conciencia de la gran responsabilidad que tenemos como padres, maestros, abuelos y adultos en general. Es tu (nuestra) responsabilidad ofrecerle lo mejor y para ello hemos de enseñar desde el cerebro del que aprende. No podemos pretender que entiendan cómo funcionamos los adultos. Cierra los ojos, por favor y conecta con ese niño/a que fuiste. Ponte en su lugar. Evoluciona. Trátate con amor, enseña a ese niño/a a amarse y que no pierda la ilusión.
No dejes que nada ni nadie te la quite a ti tampoco. No sirve de nada pelearse contra el mundo. El cambio empieza en uno mismo. Primero hay que ser. Y que nadie, nunca te quite tu voz. Porque aunque tu mensaje no provoque un cambio en el exterior, dar a conocer tu voz sí que lo hará en tu interior. Mantente fiel. Con ojos de niño. Que nadie ni nada te quite la ilusión.
Por Sara Marí Menal. Maestra de Primaria.