@Vicent Torres /El ‘Astral’, buque insignia de la oenegé Proactiva Open Arms, abandonó la pasada madrugada el puerto de Ibiza y puso rumbo a Mallorca después de unos días de sensibilización entre la población pitiusa sobre el drama que viven los refugiados. El capitán Riccardo Gatti aseguró que la tripulación se marchó con un buen sabor de boca y con la sensación de haber cumplido con su misión.
No en vano, el barco y la tripulación se dedican a promover qué están sufriendo en aguas de Italia y Grecia los centenares de miles de hombres, mujeres y niños que dejan su país y se ponen en manos de las mafias libias con la única intención de “escapar de una muerte segura”.
“El ‘Astral’ no está preparado para trabajar con el mar en malas condiciones. Cuando no estamos en la zona SAR (Búsqueda y Rescate, en sus siglas en inglés) vamos por diferentes puertos explicando nuestro trabajo. Si no se habla de este problema es como si no existiera”, apunta Gatti, un italiano de 39 años residente en Mallorca y que trabajó varias temporadas en Marina Ibiza.
Flujo continuo de ibicencos al barco
De su paso por el puerto de la capital ibicenca, Gatti asevera que ha habido “un flujo continuo de gente” que ha escuchado algunas de sus historias a bordo del ‘Astral’, con capacidad para rescatar a unas 200 personas y que pasó a la fama en un documental producido por ‘Salvados’.
“Ha ido muy bien, ha habido un flujo continuo de gente. Aquí hemos intentado acercar lo que viven los refugiados y también hemos dado charlas en colegios como el de Sant Miquel. Estoy muy contento porque ha habido mucho apoyo por parte de los medios de comunicación. La lástima ha sido que el tiempo no ha acompañado”, apunta el patrón, que también es jefe de misión en otro barco de la oenegé.
Una lluvia fina y constante y un frío paralizador han sido los protagonistas de la última jornada del buque de Proactiva Open Arms en aguas de las Pitiüses. Pese a que la tripulación está acostumbrada a vivir situaciones límite tanto humanas como climáticas, no faltan los grandes chaquetones rojos y el café caliente en el interior. Gatti se multiplica junto al mecánico griego Savvas, la enfermera ibicenca Alba, el voluntario “de largo recorrido” mallorquín Javier y el marinero Juan Ángel.
La tripulación atiende a cinco mujeres que han acudido a su llamada para entender un poco mejor qué está pasando en el mar Mediterráneo. Todas ellas agarran una taza de café cuando Juan Ángel les asegura que un porcentaje muy alto de los voluntarios repite. “El 99 por ciento”, asevera antes de revelar el secreto: “Te acaba enganchando”.
Y es que salvar una vida está por encima de todo. Hasta 65 millones de personas se han convertido en migrantes –todos ellos evitan el concepto inmigrante o emigrante- según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Miles de ellos mueren por el camino víctimas del frío, del viento, del mar, de las enfermedades, de las mafias libias y de la mala gestión que se hace desde Europa de este drama humanitario. “Los muertos son el doble de lo que se dice. Contabilizan los cuerpos que se encuentran, pero no los desaparecidos”, apunta Javier, que ya lleva un año con la oenegé que impulsó el catalán Òscar Camps.
La muerte, un compañero habitual
Sobre el ‘Astral’ se habla de la muerte como de algo cotidiano. El dolor se mitiga con la felicidad de salvar a un único nombre. Todo vale por evitar que el agua engulla una vida más.
“Hemos tenido misiones de 30 horas para intentar salvar a un único refugiado. Nunca puedes aceptar la muerte de una persona, puedes llevarlo de mejor o peor manera. Pero lo que te sacude de verdad es lo que te encuentras de manera inesperada. Eso es lo que realmente te acaba comiendo la cabeza”, sentencia Riccardo Gatti.
El patrón no está convencido de que se pueda solucionar este problema y más cuando desde Europa se paga a la guardia costera de Libia para que retenga a la población que huye de la barbarie. “No buscan una vida mejor, lo que quieren es que no les maten. Yo soy migrante y creo que todo el mundo tiene derecho a ir a cualquier parte. A nosotros no nos pondrían ningún problema en ir a Libia, pero a ellos no les dejan venir. Europa no hace nada y los países incumplen los cupos que se comprometieron a recibir pese a que ya eran ridículos”, concluye Gatti.