En el tejado del CEIP Cervantes se ha instalado una planta fotovoltaica que no solo abastece al propio centro escolar, sino que también suministra energía a viviendas y pequeños negocios del entorno. Se trata de un proyecto pionero en Baleares cuya singularidad no reside únicamente en su carácter sostenible, sino en su dimensión social y educativa: parte de la energía generada se destina a hogares, cinco de ellos con dificultades económicas, y el alumnado participa en un programa educativo sobre transición energética.
Impulsado por el Instituto Balear de la Energía (IBE), en colaboración con Redeia —matriz de Red Eléctrica Española— y con el apoyo del Ayuntamiento de Sant Antoni, el proyecto combina energía renovable, educación ambiental y una estructura de comunidad energética local. La instalación fotovoltaica del CEIP Cervantes es la primera de autoconsumo colectivo de carácter público en la isla de Ibiza. Con una potencia de 100 kW, genera energía suficiente para abastecer al propio centro, a 36 viviendas del entorno, tres pequeñas empresas, dos comunidades de propietarios, así como a la Biblioteca Municipal o la sede del Ayuntamiento.

“En Baleares es la primera instalación de autoconsumo colectivo público, y también la primera en la que nos implicamos desde una doble vertiente: la técnica y la educativa”, explica Eduardo Maynau, delegado de Redeia en el archipiélago. “El objetivo de este proyecto es hacer cercana y entendible la transición energética, no solo desde un enfoque macro, sino desde lo local, desde el propio barrio», apunta.
El Instituto Balear de la Energía (IBE), dependiente del Govern balear, es el promotor de la instalación, que se articula mediante un convenio de colaboración con Redeia, quien asume la financiación de las actividades educativas asociadas al proyecto (40.000 euros en dos años). “La propuesta nos llegó a través del ayuntamiento”, explica el director del CEIP Cervantes, Carlos Gómez San Jerónimo. “Nos eligieron, entre otras cosas, por la gran superficie disponible en el tejado del centro y por nuestra ubicación: estamos dentro de un radio de cobertura que permite incluir a muchas familias y negocios del entorno”, prosigue.
La iniciativa introduce una fórmula poco habitual: el autoconsumo compartido. Cada vivienda o empresa adherida a la comunidad energética tiene derecho a una cuota de participación en función de su consumo estimado. En el caso de las cinco familias vulnerables que participan en el proyecto, seleccionadas por los Servicios Sociales del municipio, la adhesión a la red no tiene coste alguno, ya que Redeia asume su participación.
«Yo no soy experto en energía, pero me pareció una buena forma de participar en un proyecto útil, ecológico y que además ayuda a ahorrar», explica José Antonio Porras, vecino del entorno. «El ahorro que tengo ahora no es muy grande, en torno a un 7%, pero en verano, cuando haya más sol, seguro que será mayor», confía el usuario, quien recuerda que «para quienes no vivimos en viviendas unifamiliares y no podemos instalar placas en casa, esto es una gran oportunidad».
Aunque el porcentaje de ahorro varía según el consumo y la época del año, desde Redeia estiman que la reducción en la factura eléctrica puede llegar a situarse entre un 30 % y un 50 % al año. Además, la instalación genera unos 150.000 kWh anuales, lo que permite evitar la emisión de 67 toneladas de CO₂ cada año.

Uno de los aspectos más destacados del proyecto es su dimensión didáctica. Gracias a la colaboración con la empresa andaluza ARGOS Proyectos Educativos, especializada en educación ambiental, todo el alumnado del CEIP Cervantes —desde Infantil hasta 6.º de Primaria— participa en un programa formativo sobre transición energética, adaptado a cada etapa educativa.
«En la península existen proyectos de autoconsumo compartido, pero ninguno con una vertiente educativa tan clara como este”, subraya el delegado de Redeia. “Por eso creemos que es replicable: no solo por su potencial técnico y social, sino porque permite implicar a toda la comunidad escolar en un proceso de transformación que es también cultural”.
La propuesta incluye cinco sesiones presenciales a lo largo de los cursos 2024-2025 y 2025-2026. En ellas, los niños aprenden qué son las energías renovables, cómo funciona la instalación del colegio, cómo se mide el consumo o por qué es importante reducir las emisiones contaminantes a través de cuentos, experimentos y retos en equipo.

“El objetivo es que comprendan, se impliquen y se conviertan en agentes de cambio”, explica Fernando Carrasco Quesada, educador socioambiental de ARGOS. “Con los más pequeños trabajamos con personajes como el ‘profesor Molécula’, que les cuenta cuentos sobre el origen de la energía. Con los mayores hacemos experimentos, juegos e incluso a lo largo del curso crearán un decálogo de buenas prácticas energéticas”, añade. La educación en valores como la solidaridad y el apoyo a la comunidad es también un eje central del programa. Por ello, tanto Carrasco como los profesores del centro hacen hincapié en explicar a los más pequeños el carácter inclusivo de esta iniciativa. “En el centro siempre educamos en valores y en la importancia de ayudar a las personas. Por eso, de esta iniciativa destacamos especialmente el hecho de poder llegar a familias que no tienen tantas oportunidades”, señala el director del centro.
El programa también incluye formación específica para el profesorado, con recursos didácticos para que puedan integrar los contenidos en distintas asignaturas. “Nos han dado materiales muy bien preparados, con enlaces a cuentos, vídeos, experimentos”, detalla el director. El objetivo de este programa es que la información no se reduzca a las cinco sesiones establecidas, sino que los profesores «trabajen en el aula de forma transversal, incorporando temas relacionados con las energías renovables en las diferentes materias: matemáticas, lengua o ciencias», concluye el educador de Argos.
El proyecto, concebido como piloto, aspira a ser replicado en otros centros escolares y edificios públicos de Baleares, al tratarse de «un modelo que puede adaptarse a muchas realidades”, como señala Carrasco, quien considera que «la transición energética solo será posible si es también una transición educativa, inclusiva y compartida”.