Francisca Clapés Ferrer tiene 87 años, “cumplidos el día 22 de abril”, detalla. La han traído en taxi adaptado hasta la playa de Talamanca de Ibiza y ahora mira al mar con una mezcla de ilusión y miedo. No sabe nadar. Su sobrina Marilina le ha prestado el bañador porque ella no tiene ninguno, a pesar de que vive en una isla rodeada de mar. Y es que no recuerda los años que hace que no se bañaba en una playa: moltíssims. La última vez era solo una niña. Su padre les llevaba a ella y a sus hermanos al mar «a lavar a las mulas» y se daban un chapuzón mientras terminaba de adecentar a los animales.
Con su bañador y su horquilla de clip sujetándole en el pelo a un lado, no es difícil imaginar a aquella niña que con solo 10 años se quedó huérfana de madre y que, con el tiempo, se convirtió en pagesa de Sant Carles.
Francisca puede disfrutar de este día tan emocionante, junto con otros mayores y personas con problemas de salud, gracias al programa Gent Gran, subvencionado al cien por cien por el Consell de Ibiza, y que, a su vez, forma parte del aplaudido Un mar de posibilidades del Club Náutico de Ibiza.
En el proyecto Gent Gran colaboran también todos los ayuntamientos y estos días es el turno de los usuarios de Santa Eulària.
«Esta es, por cierto y lamentablemente, una de las pocas opciones de ocio que hay para las personas mayores en la isla. Para la mayoría de estas personas el único estímulo que tienen del exterior son las trabajadoras familiares que las visitan en sus casas. No hay nada para ellas”, explica Mónica Liñán, Coordinadora del Servicio de Ayuda a Domicilio de Intress, el Instituto de Trabajo Social y Servicios Sociales, subcontratado por los Servicios Sociales de Santa Eulària.
La vocación y buen ánimo que ella y sus compañeras muestran en esta jornada es incuestionable. Se las ve realmente felices de compartir un día de playa con unas personas que, en muchos casos, pasan la mayor parte de su tiempo solas y dentro de sus domicilios.
Y todo esto es posible por Un mar de posibilidades, un programa social que lleva 19 años acercando al mar a personas mayores, con discapacidad o en riesgo de exclusión social, ofreciendo actividades de aventura, lúdicas, artísticas, deportivas y terapéuticas en la playa.
Pedro Cárdeles, director de este programa, es el primero que se arremanga para organizar y atender directamente a los mayores. Hoy prepara los barreños donde harán psamoterapia (o terapia con arena) y masajes con arcillas que dejarán la piel de los usuarios suave como la seda, después de un reconfortante masaje.
Pero el elemento estrella de la tarde es el baño, que consiguen que sea seguro para estas personas con problemas de movilidad o de edad avanzada gracias a una peculiar plataforma sobre la que los mayores van sentados y con salvavidas y que se convierte en una especie de jacuzzi marino gracias a la fuerza de arrastre de una lancha que la remolca.
“Siempre decimos, medio en broma, que es el hidromasaje de agua salada más grande del mundo”, relata Cárceles.
Y ya es hora de que Francisca Clapés lo pruebe y se dé su primer baño de mar probablemente en más de seis décadas. “A mí me encanta el mar, pero me da miedo. Hasta la cintura sí, pero no más. ¡Y eso que me bañaba en el safareig!”, explica mientras la montan en la silla anfibia con la que llega hasta la orilla.
Pronto está surcando la costa de Talamaca en el famoso hidromasaje gigante y, a la vuelta del paseo, no le cabe la sonrisa en el rostro. “Si fuera por mí, vendría otra vez mañana”, dice sin dudarlo. Pero tendrá que esperar otra semana, hasta el próximo jueves cuando Un mar de posibilidades la vuelva a llevar a la playa.
Junto a ella están Catalina y su marido Vicente y Lolo (Manuel), que tuvo un ictus hace unos años. También Adela, una mujer joven que sufre constantes ataques de epilepsia o Annette, que era una monitora de yoga con una vida muy activa pero que sufrió un problema de salud que le paralizó media parte del cuerpo.
Catalina Cardona Planells, de 73 años y de Santa Eulària, está feliz y agradecida del baño que se acaba de dar. «Hacía días que no me bañaba en el mar, por lo menos desde el año pasado. Ha sido emocionante y divertido y el jueves que viene repito, no me lo pierdo», asegura mientras lamenta no haber recordado traer un bañador de muda para cambiarse.
Todos ellos, en mayor o menor medida, ya sea por la edad o por enfermedad, están viviendo eso tan difícil que es adaptarse a ser dependientes. Y para ello es imprescindible mantener un buen ánimo. Las trabajadoras sociales y los monitores saben lo bueno que es para estas personas salir de las cuatro paredes de su casa y disfrutar del mar, del mismo modo que lo hacen los niños y niñas que, a pocos metros, arrastran sus pequeñas embarcaciones de optimist para navegar por la bahía de Talamanca.
“La mayoría viven solos o, si tienen familiares, estos están tan ocupados con sus obligaciones diarias que los mayores se quedan en un segundo plano. Se puede decir que algunos están solos, independientemente o no de si tienen familia”, reflexiona Liñán sobre las personas a las que atienden desde Intress.
Organizar esta salida de playa ha sido complicado: «hay que convencerles primero, porque algunos mayores no se ven en bañador en la playa o creen que ya no tienen edad para esto. Después hay que organizar taxis adaptados o buses en plena temporada turística, lo que no es nada fácil, pero lo hemos hecho contra viento y marea para que tengan alternativas de ocio”, insiste Liñán. “Atendemos a 120 personas y hemos escogido a unas 10 para esta actividad”, añade.
Montse Gil Mayo, auxiliar de Intress para las zonas de Puig d’en Valls, Cap Martinet y Talamanca se siente feliz de ver a los mayores junto al mar, disfrutando del sol, la brisa y el mar. “La labor que hacen en Un mar de posibilidades es increíble”, dice y lanza un mensaje: “Hagan más cosas así, la gente está muy sola y esta ha sido una jornada maravillosa”.
Pero, lejos de facilitar las actividades de Un mar de posibilidades, el programa ha peligrado, un año más.
Pedro Cárceles no saca el tema directamente porque hoy es un día lúdico y de terapia pero, a preguntas de la periodista, no puede evitar reconocer la “rabia” que le ha dado tener que reclamar hace unos meses atención para este programa que, una vez más, estaba al filo de la desaparición.
El problema es que no tienen en regla los permisos de ocupación de la pequeña nave instalada en la playa Talamanca, donde desarrollan sus actividades, porque esos permisos están en trámite por la Jefatura de Demarcación de Costas. “Seguimos estando aquí sin permisos de ocupación y siendo investigados cada semana como cualquier okupa. Y todo por un error administrativo que en su día se produjo entre el Ayuntamiento y la Demarcación de Costas. Y vamos a ver cómo acaba todo esto”, lamenta el director del programa. “Cuando se permite que un programa con 19 años de vida que atiende a más de 300 personas se abandone… pues es que está pasando algo del mundo y no es nada bueno”, concluye.
Este programa, que nació en 2004 y ha sido reconocido en ámbito nacional, ha realizado más de 100 actividades de las que se han beneficiado unas 275 personas hasta la fecha y cuenta con un amplio colectivo de asociaciones participantes y con el patrocinio de la Fundación “La Caixa”, de la Fundación Abel Matutes y de Valoriza M.A, así como con el apoyo del Ajuntament d’Eivissa, del Ajuntament de Sant Josep de sa Talaia, del Ajuntament de Sant Antoni de Portmany, del Ajuntament de Santa Eulària des Riu y del Ajuntament de Sant Joan de Labritja, junto con el Consell Insular d’Eivissa y el Govern Balear.