UD Ibiza y CD Ibiza, los dos principales clubes del municipio de Ibiza, se precipitan al abismo en sus respectivas categorías en una temporada para olvidar. Tanto unos como otros están prácticamente desahuciados de sus ligas. Los primeros están a 12 puntos de la salvación cuando quedan 21 en juego en la división de plata, mientras que los segundos se encuentran a nueve y en vista de su rendimiento a lo largo de toda la campaña no hay ningún argumento que invite al optimismo.
El descenso les espera a la vuelta de la esquina, porque a pesar de que las matemáticas les otorgan todavía una pequeña posibilidad, lo cierto es que nadie da un duro por ninguno de los dos. Los errores de unos y otros son muy parecidos: quienes han hecho la plantilla se han equivocado de lleno. Los encargados de fichar la han pifiado. Mientras en el caso de la UD Ibiza nadie ha dudado en apuntar directamente al director deportivo, en el CD nadie ha alzado la voz en este sentido y ha señalado un culpable.
Además de fichar mal, de contratar a jugadores sin la calidad suficiente para sus respectivas categorías, no ha habido nadie que desde el banquillo, donde los cambios se han ido sucediendo con el paso de las jornadas y la falta de puntos, haya sabido enderezar el rumbo de dos naves que han navegado a la deriva y cuyos armadores han pasado más tiempo discutiendo entre sí que centrados en el objetivo.
Las guerras dialectales entre dirigentes de una y otra entidad desde la cesión del estadio de Can Misses a la UD Ibiza, con el Ayuntamiento de Ibiza dimitido en el plano deportivo y sin capacidad para mediar en un conflicto generado por sus decisiones, ha desviado el foco esta temporada y en vez de fútbol se ha seguido hablando de cosas que poco o nada tienen que ver con lo que realmente le importa a los aficionados.
El batacazo de la UD Ibiza es de época. Tras echar a Fernando Soriano de la dirección deportiva de la entidad, con quien se logró el ascenso, la directiva, encabezada por Amadeo Salvo, apostó por Miguel Ángel Gómez, que llegaba con cierto cartel pero que en la isla no ha demostrado nada.
La afición lo tiene el punto de mira, pero él no asume toda la culpa, como dijo en una comparecencia de prensa en la que vino a explicar que no era el único responsable de los fichajes. El intervencionismo desmesurado del presidente en todas las parcelas de la entidad, la deportiva incluida, es de sobra conocida en el entorno del club. Pero llegados a este punto, buscar culpables no lleva a ningún sitio. Lo importante ahora es pensar en un futuro inmediato en una categoría inferior desde la que se construya un proyecto para regresar a Segunda, que es lo que Amadeo Salvo y la afición quieren.
El caso del CD Ibiza, aunque dos categorías más abajo, es igual o más sangrante que el de la UD Ibiza, puesto que la viabilidad de la reconversión de la entidad deportiva en Sociedad Anónima Deportiva anunciada desde la dirección no tiene demasiado sentido partiendo de la Tercera en la que todo hace indicar que jugará la campaña que viene, la quinta división del fútbol nacional a día de hoy. El batacazo del club presidido por Antonio Palma ha sido de aúpa y el interés mostrado por inversores de fuera puede diluirse con el descenso.
La crisis del fútbol de Vila contrasta con el auge del mismo deporte en la zona norte de la isla, en Santa Eulària y Sant Joan, donde dos clubes humildes y que trabajan sin hacer ruido avanzan poco a poco hacia cotas hace poco impensables en ambas entidades. La Penya Independent que dirige Mario Ormaechea apunta a Segunda RFEF la misma temporada del ascenso a Tercera, mientras que la Peña Deportiva que entrena Manolo González podría dar el salto al fútbol semiprofesional, a Primera RFEF, y verse las caras en igualdad de condiciones con la UD Ibiza (cuando se certifique el descenso) si la directiva peñista es valiente y logra embarcar a todo el pueblo en un proyecto que pondría a Santa Eulària en boca de todos.
Aunque las comparaciones son odiosas, lo cierto es que Vila ha perdido la iniciativa en el fútbol y el protagonismo se desplaza unos kilómetros al Norte de la isla en vista de la pésima campaña que están llevando a cabo los dos principales equipos del municipio de Ibiza. Incluso en Formentera, con mucha menos población pero mucho más sentido común, las cosas, en el ámbito del fútbol, además de en otros aspectos, se están haciendo mucho mejor.
Quizá las directivas de los dos Ibiza’s deban tomar nota y dejar de lanzarse puyas los unos a los otros para ver de una vez por todas cuál es l camino a seguir. De lo contrario, están condenados a recoger más disgustos que alegrías.
Hala idò, al carai. Ja no fa falta malgastar en nous camps de futbol. Poden invertir millor en cultura i altres coses què no siguin tant de circ.