Susana Lamata / El mar está batiendo en Baleares todos los récord de temperaturas. Comenzaron a detectarse ya en la primavera y se han intensificado durante el verano, de manera que en lo que va de 2023 ya ha habido 150 días de temperaturas extremas en la superficie. «Y el año no ha terminado, faltan un centenar de días», avisa la investigadora Mélanie Juza, del Sistema de Predicción y Observación Costero de Baleares (ICTS SOCIB), quien subraya que las temperaturas extremas en el mar se están haciendo habituales y advierte: «Que esto empiece a ser común, es una muy mala noticia».
Que el agua esté tan caliente es una consecuencia del cambio climático y del calentamiento global. Los datos del ICTS SOCIB, que dispone de observaciones satelitales desde hace 41 años y que realiza un seguimiento en tiempo real, permiten a los científicos llevar a cabo una monitorización continua del estado del mar, sus variaciones y anomalías.
Tener este conocimiento es esencial para que los científicos puedan analizar la dimensión del fenómeno e informar a biólogos marinos, agencias medioambientales y también a los gobiernos. Los datos de satélite que maneja el ICTS SOCIB permiten constatar que 2022 ya fue un año récord, anormalmente cálido, en la temperatura superficial del Mar Balear, y que el invierno ha sido el segundo con la temperatura del agua más cálida registrada desde 1982.
La primavera de 2023 -los meses de abril, mayo y junio- ha sido «la más cálida para el Mar Balear en cuarenta años», explica Juza en una entrevista a Efe. «Julio de 2023 ha sido claramente el mes de julio con la temperatura de superficie del Mar Balear más cálida jamás registrada, con un promedio regional de 27 ° C, que supone una anomalía de 2,6 grados por encima de lo normal», añade la investigadora.
La especialista en Oceanografía Física explica que la anomalía se calcula por comparación del promedio de los datos históricos disponibles desde 1982 y que esos 27 ° C no son el registro más elevado del mes sino un promedio, ya que el mar se fue calentando a medida que pasaban los días y porque además la temperatura del mar superficial no es homogénea: hay lugares más fríos y otros más calientes como las calas interiores y donde no hay corrientes. Hubo picos de 28,1 ° C.
Después de eso, agosto ha sido el tercer agosto con la temperatura del mar más cálida desde que hay registros, con un promedio de 27,5 ° C, que implica una anomalía de 1,7 grados respecto a los datos históricos.
Ese mes ha habido además subidas de temperatura muy relevantes, como la máxima de 29 ° C de promedio que alcanzó la superficie marina balear el 25 de agosto, que es el tercer récord absoluto de máxima en Baleares, solo por detrás de los 29,2 ° C que alcanzó el agua el 13 de agosto 2022, y el de 29,1 ° C medido en agosto de 2003.
Juza alerta de la dimensión que adquieren todos estos datos al analizarlos con perspectiva: «Hay que entender que no ha sido solo un poco por encima de lo normal; las temperaturas del mar han sido extremas durante semanas y meses».
El calentamiento se ha traducido en un fenómeno que se conoce como ola de calor marina. «Una ola de calor marina no es sólo que la temperatura esté por encima de lo normal, sino que se sitúa por encima del 90 % de los datos históricos, de manera que estamos en temperaturas extremas. Y ese ha sido el caso durante todo el mes de junio, todo el mes de julio y una gran parte del mes de agosto», puntualiza.
«Eso estresa muchísimo los ecosistemas marinos», advierte la investigadora.
Varios estudios científicos han demostrado las consecuencias devastadoras de las olas de calor marinas, que causan impactos tanto en las distintas especies marinas como en los hábitats, y tanto en el océano de superficie como en aguas profundas.
Entre esos daños constatados figuran el blanqueamiento del coral y el deterioro de las praderas oceánicas, invasiones de algas nocivas, mortalidades masivas de organismos, cambios de comportamiento y de distribución de las especies marinas…, todo ello con el consiguiente impacto sobre sectores de la llamada «economía azul» como la pesca o el turismo.
En Baleares, Juza cree que será particularmente importante analizar los efectos que causará sobre la posidonia oceánica que el mar haya estado tan caliente este verano, al ser una planta muy sensible a la temperatura. Esta planta marina protegida es esencial para la salud del mar que circunda las islas porque sirve de hábitat para otras especies, protege a los juveniles de los peces y absorbe una gran parte del carbono antropogénico emitido a la atmósfera.
El agua del mar cálida puede contribuir también como «carburante» e intensificar los fenómenos extremos como las tormentas propias del otoño, con lluvias torrenciales, explica Mélanie Juza.
Y a mediados de septiembre, el mar sigue más caliente de lo normal, en otra ola de calor marina más, con el agua a 26 °C esta semana, que supone una anomalía de 1,4 grados.
La preocupación que se deriva de todos lo datos recopilados por el SOCIB este año radica en que temperaturas que están consideradas extremas «ya se quedan». «Los extremos se están haciendo habituales, cuando un fenómeno extremo, por definición, debería ocurrir una vez al año o cada equis años. Pero solo este año, estamos en la sexta ola de calor marina», recalca Juza.
EFE