El medio marino es uno de los ecosistemas más amenazados del planeta debido al desarrollo tecnológico, que ha favorecido «una explotación bestial de sus recursos en las últimas décadas», señala el coordinador de áreas marinas de WWF España, Óscar Esparza. Asegura que a día de hoy “estamos viendo los límites de nuestro crecimiento”, una circunstancia que llega acompañada por un manejo deficiente de los hábitats marinos, ya que en su opinión la red de espacios de mares y océanos «no está gestionada de manera adecuada», incluyendo a España.
Así, pese a los pasos dados dentro de la iniciativa europea Red Natura 2000, «la red de áreas protegidas más importantes del mundo» según ha recordado, su gestión en este momento es «ineficaz» entre otras cosas porque «falta más coherencia y cooperación con las políticas que cuelgan distintos ministerios» a la hora de manejar correctamente los espacios naturales.
No obstante, ha querido destacar la labor del proyecto europeo LIFE Intemares, la mayor iniciativa de conservación marina en Europa, en el cual participa precisamente WWF España para mejorar la gestión de la parte marina de la Red Natura 2000.
Uno de los objetivos de este proyecto es el impulso de un nuevo modelo productivo en el marco de una economía azul, el desarrollo de prácticas económicas que aprovechen los recursos del medio marino al tiempo que los protegen para poner freno a su degradación.
Esparza apuesta por la economía azul como una de las medidas más importantes para salvaguardar el ecosistema de mares y océanos y, en el caso español, «pretendemos que se haga con cabeza, con una visión a largo plazo, ecosistémica y que tenga en cuenta los límites de crecimiento”.
En ese sentido, apoya las iniciativas locales basadas en el conocimiento tradicional como «ejemplo de buenas prácticas», defendiendo su protección y la capacidad de réplica en distintas localizaciones.
Según este especialista, «nuestra relación con el entorno parece estar distorsionada» y como muestra señala «la contradicción de que el grueso de extracciones de biomasa se realice en los países en vías de desarrollo mientras la protección de puntos clave para la biodiversidad se focaliza en las economías más potentes».
El turismo es otra actividad económica que puede ayudar a la salvaguarda de la biodiversidad pero «mal gestionado constituye una amenaza, una presión muy importante para su supervivencia».
Más que en los efectos del actual modelo de producción y consumo como la contaminación de los ecosistemas, Esparza considera que «habría que focalizarse en las causas, como la sobreexplotación de los recursos y el abuso de la biodiversidad».
Los científicos «llevan décadas» advirtiendo sobre todos estos inconvenientes pero «los gobiernos no están respondiendo de la forma más rápida y eficaz» a los cambios negativos que se generan con una mala actuación y ello lleva al «colapso de sistemas enteros, como hemos visto que sucede en el Mar Menor», en Murcia.
La situación se puede cambiar y cada vez hay más voces en ese sentido que están ayudando a cambiar los marcos políticos de los que depende tomar las medidas adecuadas pero, «dada la inercia del sistema, esto es como girar el timón de un barco», de manera que el cambio de rumbo «no es inmediato sino que hasta enfilar el correcto y estabilizar la deriva pueden pasar años”.
EFE.