@LauraF.Arambarri/ Elmyr de Hory (Budapest, Hungría, 1906-Ibiza, 1976) ha pasado a la historia por ser un virtuoso falsificador de cuadros de Modigliani, Picasso, Dufy, Derain y muchos otros. Una afirmación que se desmorona al leer el último trabajo del periodista de investigación Diego Feliu, Desmontando a Elmyr (Ed. Sloper. Colección Thera, 2018). Su tesis, avalada por documentos y unas pesquisas que le han llevado 30 meses de trabajo, es que fue un simple (aunque encantador) falsificador de firmas, sellos y timbres, con un pasado sospechosamente oscuro, y que trabajaba para el marchante y estafador Fernand Legros, pero únicamente para hacer pasar por verdaderos los cuadros que pintaban otros. Así, Feliu narra que Legros tenía en marcha diferentes factorías de elaboración de falsificaciones con ‘negros’ como Real Lessard, David Stein, Alin Marthouret o Erik el Belga. Una de esas factorías estaba en Ibiza.
Sostiene Feliu que la figura de Elmyr de Hory, tal y como ha llegado a nuestros días, es una ficción creada por él mismo y Clifford Irving —que escribió Fake con la misma imaginación con la que pergeñó la falsa biografía de Howard Hughes—, y con la inestimable colaboración de los cineastas François Reichenbach y Orson Welles, que lo elevaron a mito en F for Fake. Y decir todo esto no es destripar el libro en absoluto. El lector se va a encontrar con mucho más: con los claroscuros de su heredero Mark Forgy, con las simpatías que generaba su personalidad entre abogados (Rafael Perera), jueces (Ángel Reigosa) y empresarios como Abel Matutes e incluso con las sospechas de que tuvo que huir de Europa por su pasado nazi.
¿Qué tiene Elmyr de Hory que su historia nos sigue fascinando 42 años después de su suicidio en Ibiza en diciembre de 1976?
—Cuando empecé a investigar y a enterarme de quién era Elmyr de Hory me di cuenta de que había numerosos hechos que no encajaban. En los documentos que fui investigando no se apuntaba a que fuese el mayor falsificador de obras de arte de la historia sino en una dirección muy diferente: la de falsificador de documentos, de sellos de timbres de aduana, de talones. De ese tipo de falsificación y no la artística.
¿Los periodistas hemos contribuido a mantener su leyenda repitiendo datos y declaraciones sobre su personalidad de falsificador que ahora usted desmonta?
—La primera duda podría plantearse con el libro Fake de Clifford Irving sobre Elmyr de Hory. Hay que tener muy en cuenta que, después de escribir la biografía de Elmyr, Irving escribe la falsa biografía de Howard Hughes por lo que lógicamente todas las dudas se dirigen hacia la anterior. Después sale la película de Orson Welles F for Fake, en la que se reafirma la figura de Elmyr de Hory y que la sitúa en un pedestal del que es muy difícil bajarla.
Elmyr de Hory fue muy famoso en su momento, luego parece que cayó en el olvido y recientemente ha vuelto a resurgir el interés por él…
—Así, es. Elmyr de Hory acude a la presentación de la película de Welles en el festival de San Sebastián [1973] rodeado de personalidades. La película circula bastante bien en muchas salas de cine y se habla mucho de él. Después desaparece un poco, su vida continúa en Ibiza… fallece [1976] y vuelve a recuperarse el interés por él pero no a nivel nacional o internacional sino prácticamente a nivel local. Y ya no se supo mucho más de él hasta 2013, cuando se organiza en el Círculo de Bellas Artes de Madrid la exposición ‘Proyecto Fake’, en la que se recogen diversas obras aportadas por coleccionistas y vuelve otra vez a resurgir la figura de Elmyr en todos los medios, digitales, prensa… en todas partes.
Y usted sostiene en su libro que eso no es una casualidad…
—Yo he llegado a pensar que lo del Círculo de Bellas Artes fue por el interés por parte de coleccionistas de Elmyr de intentar recuperar y revalorizar la obra y ponerla en el mercado.
Habla en su libro de colecciones como la del ibicenco Pepe Roselló, nutridas de Elmyrs que no son Elmyrs.
—No solo Pepe Roselló, también José Luis Branger y algunos otros. Hay varias personas que tienen fábricas o factorías de elaboración de Elmyrs y entre ellos se ponen la zancadilla. Quien tiene la fábrica es Mark Forgy [secretario personal y heredero de Elmyr de Hory]. Pero hay otros. A Forgy le molesta que haya otros que también reproduzcan Elmyrs y entren en el mercado a 25.000 o 30.000 euros por pieza. Parece que Forgy quiere tener la exclusiva de la venta de Elmyr y por eso los certifica él. Es imposible que de Cas Mestre [último domicilio de Elmyr de Hory y Mark Forgy en Ibiza] Forgy sacara más de 500 obras. Recientemente decía que tenía 350 cuadros. ¡Desde el año 76 hasta ahora… anda que no ha vendido! Ya me dirás qué cantidad de obra pudo sacar.
Ofrece en su libro una imagen de Mark Forgy de lo más controvertida. Se han publicado versiones muy diferentes de lo que dijo que hizo el día del suicidio de Elmyr de Hory [ingirió somníferos y alcohol]…
—He leído y escuchado todas las versiones de lo que sucedió: La que dio a la policía, la que me hizo a mí, la que hizo a otros periodistas… en todas ellas había contradicciones. Todas las versiones son diferentes, porque, como dice el abogado Rafael Perera, si dijera la verdad de lo que ocurrió le habrían imputado un delito de negación de auxilio. Perera decía: No me explico cómo no se le imputó con las evidencias que existían de que estuvo presente y no le ofreció auxilio.
¿Por qué se suicidó Elmyr de Hory?
—Era lógico. Elmyr de Hory no quería viajar a Francia [estaba pendiente de extradición] de ninguna de las maneras. Si viajaba a Francia se desmontaba la figura de Elmyr y pasaba a ser el simple falsificador de firmas, la labor de negro que no tiene ningún prestigio. El quería pasar a la eternidad como el gran falsificador que había pintado ‘a la manera de’ los grandes impresionistas, postimpresionistas, fauvistas… eso lo tenía clarísimo.
Una de las versiones más reiteradas es que se suicidó porque si regresaba a Francia lo matarían: había sido amenazado de muerte.
—Eso no es verdad. ¡Qué va! ¿Quién lo iba a matar?, ¿qué mafia? Si lo piensas, Legros no tenía ningún interés en matarle. ¿Para qué? ¿Qué iba a decir en el tribunal que pudiera afectar a Legros? Él seguía diciendo que era él el que pintaba los cuadros de Legros, cuando ya había todo tipo de evidencias de que no era cierto. Ya habían aparecido los nombres de los verdaderos falsificadores: Stein, Marthouret o Erik el Belga.
El problema ahora es qué van a hacer quienes lean el libro o se enteren de lo que dice el libro cuando vean su Elmyr de Hory en la pared. Dirán: ¿quién lo habrá pintado? Lo grave es que en el Museo Es Baluard de Palma haya dos Elmyr. Habría que preguntarle a Pepe Roselló si sigue manteniendo que los cuadros que tiene son de Elmyr de Hory y preguntarle al Consell Insular de Ibiza si va a mantener la colección permanente, sobre la que hay muchísimas dudas sobre que sean de Elmyr.
También hay Elmyrs en el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza (MACE).
—¿A partir de ahora van a seguir colgados ahí como Elmyrs o los van a tener que retirar porque no sabemos quiénes los han pintado, aunque alguien se lo atribuyó a Elmyr, o se le atribuye a Elmyr?
¿Entonces el Elmyr de Hory que nosotros creemos conocer es una construcción de Clifford Irving con la connivencia del propio Elmyr y Orson Welles.?
—El cineasta François Reichenbach lo conoció en Estados Unidos y fue el primero que hizo un documental sobre Elmyr. Sobre los restos de ese documental trabajó Orson Welles para F for Fake, aunque en esa época ya no se dedicada a hacer cine. Y luego está el libro de Irving, claro. Esos son los tres pilares que construyen la figura de Elmyr. Pero, ya que crearon la figura, se tendrían que haber preocupado de haberle enseñado a pintar [risas]. Vete tú a saber si el retrato de Clifford Irving que aparece en la portada del Times lo pintó Elmyr de Hory o no… porque quien lo entrega a Times no es Elmyr sino el propio Clifford Irving. Quién te dice si lo hizo él o alguno de esos pintores de Ibiza que de alguna forma hacían los trabajos.
¿Había entonces varios falsificadores trabajando en Ibiza bajo el nombre de Elmyr o los cuadros salían de otros sitios?
—En Ibiza había una factoría de falsificaciones. El escultor James Goodbrand, que vivió con Elmyr en Villa Platero, pintaba imitaciones de Matisse. Elmyr falsificaba la firma y Legros las vendía como auténticas. El propio Clifford Irving recuerda en el libro que el marchante Legros estando en Ibiza compró cientos de cuadros a diferentes pintores de la isla. En ese momento había muchos pintores en Ibiza que habían dejado Estados Unidos porque no querían que les alistaran en Vietnam. Un pintor con técnica y un poquito de mano te puede hacer falsificaciones, copias o pintar ‘a la manera de’. La frecuencia de visitas de Legros a Ibiza era mucho mayor de lo que te puedes imaginar. Legros se suministraba de cuadros por todas partes y en Ibiza por supuesto que también.
Algo que sorprende muchísimo es que el juez Ángel Reigosa, que mandó registrar La Falaise varias veces por diferentes motivos, nunca encontrase el estudio, tampoco Perera lo vio y prácticamente nadie lo vio pintando un cuadro…
—Hay fotos de él pintando en una revista Lecturas creo. Se le ve de espaldas y delante está una chica a la que le pinta un retrato. ¡Pues como el que le pintó a Bernat Rabassa en la cárcel de Palma! ¡Un boniato! Un tío que sabe y tiene técnica para pintar ‘a la manera de’ todos esos grandes pintores no te hace un retrato así, de 20 euros en una plaza mayor cualquiera. Y todos eran así. Carlos Martorell [famoso relaciones públicas] cuenta que le pidió un cuadro para una subasta benéfica en Pachá y le presentó un bodegón que era una porquería. Si sabes pintar ‘a la manera de’ ¿por qué no pintas un Léger, un Derain o un Modigliani con la firma ‘Elmyr’, que eso va a tener mucho valor? ¡La gente va a pujar por eso! Pero presentó un bodegón y el propio Carlos, que le tenía muchísimo aprecio, lo dice: era una porquería.
Ahora que habla del aprecio que le tenía Martorell, algo que fascina del personaje es que todo el mundo que lo trató lo adoraba, querían estar a su lado. A pesar de que no le pagó los honorarios por su trabajo, el abogado Perera lo define como ‘encantador’ y el juez Reigosa hace de él una descripción bastante hilarante: “Todo un personaje, algo mariquita, buena persona”.
—Muchos, prácticamente todos los que lo conocían lo describen como un tipo entrañable. Perera insistió en ello en la reciente presentación del libro en Mallorca: que tenía un poder de seducción enorme y que embelesaba a la gente con sus anécdotas y sus historias.
¿Se podría decir que incluso le ha fascinado a usted porque se ha pasado 30 meses con el libro, investigando, ordenando datos enmarañados, pidiendo documentación oficial…?
—Para mí Elmyr ha sido droga pura.
¿Si aparece más documentación hará un segundo libro?
—No. En todo caso un segundo libro lo podría escribir en plan ficción. Sería muy interesante escribir una ficción porque hay muchas etapas muy oscuras en la vida de Elmyr: la etapa húngara (o austrohúngara), sus orígenes, su paso por Francia, luego su vuelta a Hungría en la Segunda Guerra Mundial. Toda esa historia de que es judío y de que sus padres pasaron por Auschwitz es todo un montaje para ocultar su verdadera identidad. En este sentido apunto una serie de posibilidades en el libro que son novedosas. Bueno, una de ellas no es novedosa porque Lessard en su libro dice que cuando conoció a Elmyr de Hory le dijo que era hijo de Miklós Horthy [militar fascista y regente de Hungría desde marzo a 1920 a octubre de 1944. Feliu incluye fotos de la familia Horthy en el libro, apuntando el parecido]. Hay tantos guiños en su vida que apuntan a esa vía, que cabría la posibilidad de que fuese parte de la familia y no lo pudiese decir.
Hoy en día, con Internet, la digitalización de los registros de personas… ¿sería imposible un personaje como Elmyr que tuvo infinidad de pasaportes e identidades falsas?
—Falsificar pasaportes se sigue haciendo, la gente lo sigue haciendo. Hay que pensar que de la fase estadounidense y brasileña de Elmyr de Hory, tal y como la fabula él, no se sabe prácticamente nada salvo lo escrito por Irving. Y si fue una vida tan fabulosa y fastuosa tendría que haber más referencias a él en otras partes, pero no las hay. Después de la Segunda Guerra Mundial, Brasil fue un refugio de nazis…
…en el libro apunta incluso a que fue filonazi o nazi
—Claro, su paso por Francia fue solo una escala porque hubo una caza de colaboracionistas nazis. Le consiguieron un pasaporte para abandonar Francia con destino a un lugar más seguro. Donde él pudiera descansar unos años hasta que las cosas se calmaran y por eso se creó tantas identidades. De ahí su paso por Estados Unidos y Brasil.
Me resulta imposible pensar que un personaje tan encantador como Elmyr, artista, bohemio y manifiestamente homosexual, incluso detenido por ello… pueda ser nazi.
—Su condición sexual no tiene nada que ver con la ideología y los sentimientos que tuviera de joven. Los nazis no perseguían a los homosexuales de su propia familia digamos, porque, como se dice en Mallorca son de ‘es nostros’. También puede ser una homosexualidad sobrevenida porque en una ocasión aparece que estaba divorciado en unos documentos policiales. Es tan oscura su vida en Hungría… Hay que pensar que se va de Hungría en el año 1946 con 40 años. Con esa edad puedes haber pasado por un matrimonio o dos y haber tenido hijos. Va a ser tan difícil poder seguirle el rastro en Hungría… hay gente que me dice ¡nos vamos a Hungría a seguir su rastro! Pero es muy complicado.
Y ahora un pequeño reto: defina quién era Elmyr en pocas palabras.
—Elmyr de Hory era una persona muy temerosa de su pasado, un pasado que siempre quiso ocultar por las consecuencias que pudiera tener sobre él aquello que nunca quiso contar. El perfil de pintor… es decir, hacerse pasar por pintor… podría haber escogido cualquier otro perfil pero este le resultó más fácil de llevar. Tomar otra personalidad conlleva más riesgos, si dices que eres cirujano o arquitecto tienes que demostrarlo pero puedes decir que eres pintor y no tienes que demostrarlo.
Esto que dice me ha hecho pensar en ‘Big Eyes’, la película de Tim Burton en la que retrata cómo el marido de la pintora Margaret Keane suplantó su carrera: ella pintaba y él se llevaba el crédito. Y que termina con un juicio en el que obligan al marido a pintar y no lo hace. ¿Se imagina un juicio así pero con Elmyr?
—Ah sí, sí, sí, recuerdo la película perfectamente. De hecho la vi durante el periodo en el que estaba con Elmyr… ahora el reto va ser encontrar otro personaje sobre el que investigar, va a ser complicado. La vida secreta de Franco o algo así [risas].