La mesa de Pepe Roselló en su despacho de la sede de Space está repleta de papeles y de libros. Pero nada es caótico: todo está ordenado y perfectamente alineado. De entre todos ellos escoge uno para finalizar la entrevista. Es el libro póstumo de José Luis Sampedro, Sala de espera (Plaza & Janés).
“Finalmente: no solo hay que reivindicar siempre el derecho a la palabra como máxima expresión de nuestra humanidad. Pero también —y a esto se falta muchas veces— hay que cumplir el deber de usarla en pro de la dignidad propia o ajena. Pues, como proclamó magistralmente Martín Luther King, hay una conducta más escandalosa que la de los malvados y el es el silencio de los hombres buenos que callan y miran para otro lado sin protestar de las maldades”.
En la segunda parte de la entrevista, Roselló destaca el papel histórico de zonas tan denostadas actualmente como el West End de Sant Antoni y de otras que han perdido su vieja gloria, como el puerto de Ibiza. Considera que los locales diurnos de Platja d’en Bossa han fagocitado otras zonas de la isla y han polarizado el ambiente de la isla. Recuerda también sus inicios y las dificultades con las que trabajó en plena dictadura.
Es natural de Sant Antoni, donde abrió sus primeros negocios…
Sant Antoni fue pionero en ponerse al corriente con el turismo que iba llegando. Los primeros viajeros fueron refugiados políticos, gente de una cierta burguesía, gente madrileña que ya son ibicencos por cultura y tradición como los Escrivá de Romaní, los Montojo, los Cantos… me olvidaré de muchos, seguro, pero son gente que está afincada y vive todavía en Sant Antoni donde han dejado su impronta ¿Me explico?
Sant Antoni es cosmopolita. Está atento a la evolución del turismo desde que llega el primer grupo de franceses a Sant Antoni a mediados de los 60. Se hacían llamar el Club de los Argonautas y eran gente joven, universitarios, trabajadores… Lo primero que hicimos en Sant Antoni fue aprender a hablar francés. Hay que pensar que por encontes no había apenas hoteles y estos turistas jóvenes se repartían en viviendas particulares. Nos dejaban asombrados. A menudo compartían habitación chicas y chicos que no eran parejas. ¡No eran pareja, no eran matrimonio, eran amigos y dormían en la misma habitación! Eso era asombroso para nosotros. Digo esto porque el turismo va modulando la evolución de la sociedad ibicenca, que se va adaptando. Muchas de esas casas que alquilaban habitaciones después se convirtieron en hostales. Después llegaron los ingleses y la gente empezó a hablar en inglés y después llegaron los alemanes, y todos aprendimos alemán. Pero los franceses y alemanes dejaron de venir. Los ingleses se quedaron en Ibiza atraídos, sobre todo, por la música.
Hemos perdido al público francés y los alemanes se han quedado en Mallorca. Los turistas alemanes del turoperador TUI, cuando venían en invierno, tenían que parar en Palma y esperar un enlace que les trajera de Palma a Ibiza. Por eso el público alemán dejó Ibiza para quedarse en Mallorca. Allí encontraban campos de golf, la conexión directa con Alemania… y así se favorecía esta competencia ancestral que Ibiza soporta por parte de Mallorca. Mallorca decide quién respira, quién come y quién bebe… y punto.
¿Cree que el West End abrirá esta temporada después de estar cerrado en 2020? ¿Estas calles deberían aprovechar este momento para cambiar su modelo?
Al West End se le ha castigado y se le ha elegido como pieza de caza, diría yo, cuando realmente el West end fue la cuna donde había arte, había cultura, había música instrumental en directo… Aquello se tiene que reconvertir en un barrio de artistas y que cada uno exprese su personalidad con un plato de discos o con otra cosa. Hay que recuperar el arte que hay en el West end y estoy seguro de que el ayuntamiento está por la labor. Pero en este momento el West End está castigado. ¿Tienen menos derechos los empresarios del West end a abrir y a trabajar? El derecho al trabajo está en la constitución, sin excepciones para nadie.
Propondría que el West End abriera este año terrazas, con la capacidad que se considere oportuna, con puertas abiertas todo el tiempo y nada de música a partir de las doce de la noche«
¿Pero no cree que el West end había degenerado mucho a lo largo de los años? Tal desfase que se convirtió en un lugar incluso desagradable…
En el West End se creó un zona sin ley. Si no se aplica la ley y no se es severo, entonces todo se desmelena y se crea una situación insoportable. Propondría que el West End abriera este año terrazas con la capacidad que se considere oportuna, con puertas abiertas todo el tiempo y nada de música a partir de las doce de la noche. Porque si les dejamos cerrados otro año y no les dejamos trabajar, ¿qué va a pasar con esta gente que tiene que pagar impuestos y salarios? Hay que dejarles trabajar. Pero, insisto, a las doce de la noche cero música. Y que se hagan las cosas bien, que haya normas de conducta y no se permita un vaso en el suelo.
En algún artículo ha apuntado que la relativa ‘muerte’ de la Marina y del puerto se debe a que el ocio de tarde-noche se ha desplazado a Platja d’en Bossa.
El puerto de Ibiza es la medalla que conquista a cualquier ciudadano extranjero o español que venga a Ibiza. Cualquier persona tiene que comer, beber, recrearse, pasear por el puerto de Ibiza, naturalmente que sí. Recorrer y pasearse todas las calles, descubrir rincones, darle vida a esta maravilla que tenemos en la ciudad. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo se puede renunciar a esto? La Marina no está muerta. El año pasado bastó que no pasara nada en Platja d’en Bossa y el puerto vivió. Claro que vivió. El recinto amurallado, Patrimonio de la Humanidad… ¡La gente tiene que descubrir esto porque es como ir a Sevilla y no ver la Giralda! La ciudad de Ibiza tiene que recuperar el pulso absolutamente. Si esto no pasa, Ibiza va a seguir siendo una veleta que va a ir por donde el viento sople mejor.
La ciudad de Ibiza tiene que recuperar el pulso absolutamente. Si esto no pasa, Ibiza va a seguir siendo una veleta que va a ir por donde el viento sople mejor»
De una forma u otra las cosas tienen que volver a su sitio original, del que no deberían haber salido nunca. Durante el día la isla retumba de música por todas partes, pero la isla es otra cosa. Parece que en Ibiza no se puede llevar adelante ningún proyecto si no es con música y la música es muy peligrosa entendida como yo la interpreto… muy peligrosa.
Estuvo 27 años al frente de Space, pero ya hace unos cuantos que no está en activo al frente de esta discoteca, que cerró en 2016. Sin embargo, cada vez que publica un nuevo artículo en los medios de Ibiza ‘sube el pan’, como se suele decir. Los últimos se han centrado en lo que usted define como ‘ocio sin ley’ en los hoteles de Ibiza… ¿por qué esos artículos? ¿Busca que se derogue la ley, crear opinión, acabar con ese modelo?
A veces yo mismo me pregunto por qué. Creo que el testimonio de una persona ya mayor con muchos años de experiencia puede resultar interesante para la gente joven. Explicar lo que ha habido y lo que hay. Empezamos haciendo las cosas muy bien. Muchos de nosotros hemos vivido como empresarios de salas de fiestas durante una dictadura hasta el año 1975. En mi caso viví 15 años de dictadura con las salas de fiesta en las que soportábamos unas presiones que asumíamos, aunque ahora parezca increíble.
[Muestra en este momento una rocambolesca acta de aprehensión datada en 1973. Inspectores de aduanas se presentaron en su local Capri (posteriormente rebautizado como PlayBoy) de Sant Antoni y se incautaron de 131 discos y 362 sencillos por ser extranjeros y por considerar que había infringido la Ley de contrabando. Roselló argumentó que se los habían dejado sus amigos, pero no coló. Se quedó sin música para su local].
No eran importados legalmente, es cierto. Me pidieron las facturas y les dije que no tenía, que eran regalos. Me los requisaron todos en cajas. Por entonces te confiscaban los discos en la aduana, así que me los hacía traer a través de amigos. Unos me los suministraba un profesor de cerámica que trabajaba para los soldados americanos en la base de militar de EEUU de Torrejón de Ardoz, donde llegaba música actual de los Estados Unidos. Yo tenía un alijo de discos… y de la noche a la mañana me ponen una multa. Al final de temporada subastaron los discos. Subastaban todo lo que incautaban. Así que yo me presentaba allí, pujé por mis propios discos, los volví a comprar y ya tenía una factura. Dos veces comprados, multas y con una factura de por medio después ya era legalmente propietario de todos los discos. Lo que hacía después era traer discos nuevos y cambiarles las fundas para que parecieran que eran los viejos, los ya declarados.
Qué locura. Suena a la misma picaresca que empleaba otro ilustre visitante de Sant Antoni, Rafael Azcona, con la censura cinematográfica.
Incluso pedí por escrito al Ministro de Comercio de entonces, el señor Ullastres [Alberto Ullastres, ministro entre los años 1957 y 1965, durante la dictadura de Francisco Franco], que me otorgase una concesión para importar discos y me la denegaron. La música extranjera estaba prohibida porque era un peligro cultural: ¡la música del exterior cambiaba las costumbres!
Este año cumple 85 años y se le ve en forma. ¿Cómo ha conseguido que el mundo de la noche no le desgaste?
La salud me ha acompañado y es verdad que de joven era deportista. He competido. El periodo más crítico para mí fue la época entre los 60 a los 70 años, cuando ya pierdes aquella energía juvenil con la que puedes con todo.
¿Le gusta la música electrónica?
Es una música muy física que se tiene que escuchar en una discoteca. Trasladar esta música a las playas es un despropósito. La música motiva una aceleración descompasada con el tiempo en el que el sol brilla. Para mí es un desajuste total.
Pero Space ha sido afterhours.
El Space afterhours empezaba a las diez de la mañana, vale. Las ordenanzas, la ley, permitían estar abiertos hasta las seis de la mañana pero no te decían a qué hora podías abrir. Nosotros estábamos dentro de la ley. Afterhours significa después de las horas. Lo que empieza a las cuatro de la tarde en un hotel no es un afterhours sería… un afterdinner.