@D.V./ «Juro desempeñar fielmente mis funciones, guardar la Constitución». Con estas palabras y ante un ejemplar de la Constitución -y no sobre la Biblia, como hizo su padre en 1975- el ya Felipe VI ha pronunciado las palabras con las que acepta asumir su cargo como rey de España. Ha sido el momento en el que el presidente del Congreso, Jesús Posada, ha completado el ritual con una frases que ya quedan registradas en el archivo de la historia contemporánea de este país: «Queda proclamado Rey de España don Felipe de Borbón y Grecia. ¡Viva el Rey! ¡Viva España». Unas palabras que han provocado un estruendoso aplauso en todo el Congreso de los Diputados.
El discurso de proclamación
En su primer discurso como rey de España, Felipe VI ha mantenido un tono regenerador en las formas, aunque dentro de los márgenes en el que se puede mover dentro de una monarquía parlamentaria. Así, no se ha olvidado ni de la desafección de los ciudadanos ante la clase política, ni de las tensiones territoriales, ni de las consecuencias de hambre y pobreza que está provocando la crisis económica.
“Hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren -y la ejemplaridad presida- nuestra vida pública” y, probablemente pensando en su hermana la infanta Cristina y su cuñado Iñaki Urdangarín, grandes ausentes en la coronación real de hoy, ha rematado que “el Rey, a la cabeza del Estado, tiene que ser no sólo un referente sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos».
Posteriormente ha ponderado el valor de la Corona como garante de “neutralidad política y vocación integradora ante las diferentes opciones ideológicas, le permiten contribuir a la estabilidad de nuestro sistema político, facilitar el equilibrio con los demás órganos constitucionales y territoriales, favorecer el ordenado funcionamiento del Estado y ser cauce para la cohesión entre los españoles”, y ha señalado que “en esa España, unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos; caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español». A pesar de este guiño, ni el presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, ni el lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, han aplaudido al Rey ni durante su proclamación ni al final del discurso.
Finalmente, Felipe VI ha querido transmitir su “cercanía” a “todos aquellos ciudadanos a los que el rigor de la crisis económica ha golpeado duramente hasta verse heridos en su dignidad como personas», y ha asegurado que “tenemos el deber ciudadano de ofrecer protección a las personas y a las familias más vulnerables”.
Anteriormente a la coronación, un visiblemente nervioso Felipe VI había recibido de su padre Juan Carlos la faja roja de general. Posteriormente, los nuevos reyes y sus hijas se han dirigido con un Rolls Royce cubierto desde el palacio de la Zarzuela hasta el Congreso de los Diputados, bajando por el paseo de la Castellana, la plaza de Cibeles y la calle de Alcalá. Durante el breve trayecto por el centro de Madrid, y con estrictas medidas de seguridad, han sido muy pocas las personas que han salido a la calle para saludar a la comitiva real, dando una imagen un poco triste y fría del acto.
A dicho también: «No es más que otro, quien no hace más que otro».
Veo que vas a ser de frases «Felipito catatum». Te voy a decir yo otra…»por debajo de mí nadie,al lado mío todos».
No empezamos bien. ¿De verdad te crees que eres más que otro?
«Los hombres son dueños de sus destinos en cierto momento. La culpa, querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros, que no somos más que esclavos. Bruto y César: ¿qué tendría que haber en ese «César»? ¿Porqué ese nombre ha de resonar más que el tuyo? Escríbelos juntos: tu nombre, es igual de bueno: hazlos sonar, le sientan igual a la boca: pésalos, y pesan igual: conjura con ellos, y Bruto atraerá un espíritu tan pronto como César. Ahora, en nombre de todos los dioses juntos, ¿de qué alimento se ha nutrido este César nuestro que se ha vuelto tan grande? Oh época nuestra. estás avergonzada. Roma, has perdido la crianza de las sangres nobles. ¿Cuándo ha pasado una época, desde el gran Diluvio, que no tuviera fama más que por un hombre? ¿Cuándo (hasta ahora) han podido decir los que hablaban de Roma, que sus anchas murallas contenían a un solo hombre? Ahora sí que Roma está roma [room], si no contiene más que un hombre. Ah, tú y yo hemos oído decir a nuestros padres que antaño hubo un Bruto que habría soportado que el eterno Diablo tuviera su corte en Roma, antes que un Rey».
Julio César, Shakespeare