@Noudiari / El balance entre la promoción del turismo de ocio y el descanso de los residentes ha sido un tema candente en Ibiza desde la explosión planetaria de la reputación de las discotecas ibicencas. Las instituciones y diferentes asociaciones llevan dos décadas batallando para que el descanso y la tranquilidad pitiusa no sean dos elementos reñidos con el posicionamiento global de una marca potente como es la de ser uno de los mejores centros de ocio del mundo.
Sin embargo, un elemento ha acabado por unir a dos sectores que en ocasiones han llegado a estar claramente enemistados: las fiestas ilegales. En un escenario en el que la vivienda se ha erigido como la principal preocupación de la sociedad isleña, la oferta de fiestas clandestinas, precisamente, en viviendas en régimen de alquiler, ha crecido a un ritmo galopante durante los últimos años.
La normativa en este sentido es clara e indica qué debe cumplir un establecimiento para poder celebrar fiestas. Sin embargo, en ocasiones no es suficientemente contundente: «Sí, en muchos casos los ayuntamientos multan a los organizadores, pero la sanción es ridícula. Es tan baja que les sale a cuenta que les abran un expediente y, cuando los policías se han marchado, seguir con la juerga. Y como es ilegal no pagan impuestos ni tienen personal contratado, por lo que no cotizan a la seguridad social», explica el gerente de un local de ocio nocturno de la isla.
Buen ejemplo de este escenario es la resolución del expediente sancionador de Sant Josep al Hostal Boutique Salinas, sancionado con 10.001 euros por realizar una fiesta de Halloween ilegal pese a ser reincidente. Ya lo habían hecho antes mediante una convocatoria a través de las redes sociales.
Precisamente, muchos de estos ‘piratas de la noche’ (o del día, ya que muchas fiestas son after, cuando los negocios regulados ya han cerrado sus puertas) se aprovechan del anonimato y de la velocidad de convocatoria que ofrece Internet y las diferentes plataformas digitales.
Una de las empresas que se aprovecha de estos canales es Secret Sessions, una promotora británica de fiestas que ha organizado varios jolgorios durante los últimos años en exclusivas villas de la isla. El truco para esquivar a las autoridades radica en vender las entradas para el evento sin anunciar la localización. Los asistentes reciben la ubicación 24 horas antes de comenzar la actividad.
Tampoco se libran de esta actividad ilícita algunos de los enclaves más bellos y de mayor riqueza natural de Ibiza. Medio centenar de personas con «música a todo volumen» en Platges de Comte, una fiesta a medianoche en Cala Llonga o un bosque de sa Cala Nova con más de medio centenar de asistentes han sido algunos de los ejemplos de los últimos veranos.
Y desarbolar estas fiestas clandestinas no es una tarea fácil para las fuerzas del orden público. No en vano, en algunas ocasiones han llegado a ser insultados y agredidos cuando han acudido a estas zonas tras la denuncia de los vecinos.
Así les sucedió a los agentes de la Policía Local de Santa Eulària cuando, en agosto de 2018, acudieron a sa Cala Nova para detener una fiesta. Mientras trataban de informar de las infracciones cometidas a una persona que custodiaba instrumentos de percusión de gran tamaño, una veintena de personas comenzó a insultar y amenazar a los policías hasta acorralarlos contra una pared de piedra.
En otras ocasiones, en cambio, los organizadores son rápidos a la hora de desmontar toda la infraestructura del evento, por lo que la llegada de los agentes tiene lugar cuando la fiesta ya ha acabado. «En verano vamos desbordados, no somos suficientes efectivos. En ocasiones se acumula el trabajo y para cuando podemos llegar ya lo tienen todo limpio. Es frustrante», afirma un agente de la Policía Local.
El sector del ocio nocturno calcula en millonarias las pérdidas que les supone este tipo de actividad ilegal. Sin embargo, los gerentes de las discotecas apuntan a que el daño a la reputación del sector es muy superior a las presuntas pérdidas económicas que puedan llegar a tener.