Seis décadas de la historia más íntima de Ibiza reposan en las cajas, repletas de negativos y fotografías, que enmarcan la conversación con el fotógrafo Rafa Domínguez. Sesenta años que parecen desvanecerse de las estanterías ya vacías, pero que pervivirán por muchos más años en el papel y en la película fotográfica.
Nos rodean fundas con trípodes, cajas con filtros, objetivos, baterías y focos y decenas de cámaras de todas las épocas que pronto pasarán a formar parte del Arxiu del Consell d’Eivissa. La intrahistoria de la isla contada a través de sus bodas, bautizos, comuniones, retratos de enamorados, carnavales, fotos de pasaporte, celebraciones familiares…
Impresiona ver el local de Foto Raymar Estudio (vía Púnica, 16) en pleno proceso de cierre. Mientras hablamos con Rafa Domínguez son muchos los vecinos y vecinas que pasan y le saludan con alegría y cariño a través de las cristaleras del escaparate. Rafa forma parte de sus vidas porque, sencillamente, las ha retratado.
La decisión más difícil ya está tomada. En cuestión de semanas y tras clasificar, vender y regalar parte del material, echará el candado para siempre.
Rafa Domínguez Mulet (Ibiza, 1967) aclara que echa el cierre de Raymar por un problema de salud importante que le ha supuesto ya varios meses de baja. Está recibiendo tratamiento pero, hoy por hoy, no puede trabajar. “Seguir pagando un alquiler y los gastos de un local sin poder seguir trabajando es inviable, así que no quedaba otra que cerrar”, relata. Aunque le da un poco de reparo dar detalles personales, cree que también es una forma de aclarar las lógicas especulaciones sobre las razones del cierre que nada tienen que ver con la realidad.
No ha sido una decisión fácil. A sus 56 años, tenía claro que se iba a jubilar al frente de este negocio familiar. Algo que finalmente no va a ser posible. “Es un duelo que hay que pasar, pero sin sufrimiento. Lo voy aceptando. No me queda otro remedio”, reflexiona. Aunque reconoce que se emociona cada vez que abre una caja y le apabullan los recuerdos, tampoco quiere recrearse en lo triste. Tiene entre manos proyectos personales que irán cuajando a fuego lento y también la tarea de dejar en buenas manos un legado impagable.
Así, en los dos últimos meses ha ido revisando los negativos, las fotografías y el material que dona al Arxiu d’imatge i so del Consell d’Eivissa. Un regalo que la institución recibe encantada porque supone atesorar fotografías de 60 años de historia de una Ibiza que, en gran parte, ya no existe. Antropología de una isla reciente y, a la vez, lejana.
Una parte de la colección de cámaras también la donará y no solo servirán como fondo museístico sino como el atrezo para vestir exposiciones de fotografía y ubicar al espectador dentro de un tiempo pasado.
La historia de Raymar
El padre de Rafa, Antoni Domínguez Ferrer (Ibiza, 1940), fotógrafo ya retirado, empezó en el mundo de la fotografía siendo solo un niño. En los años 50 del siglo pasado y con doce años comenzó a trabajar como ayudante en el estudio Foto y Cine de su tío, Vicent Domínguez, en La Marina.
Lo curioso del caso es que la tienda Raymar, que es posterior (1963), no viene por parte del padre de Rafa, sino por parte de la familia de su madre, ya que fue su tío Rafel Mulet, quien creó Foto Raymar uniendo los nombres de sus padres, Rafel y Maria (es decir, de los abuelos maternos de Rafa). Su padre, Antoni Domínguez, comenzó a trabajar con Mulet y, cuando este último murió, se hizo cargo del negocio.
Lo que estaba claro es que esta familia se tenía que dedicar a la fotografía, porque la vocación les llegó por parte de la familia materna y de la paterna.
El primer estudio con el nombre Raymar estaba en el número 16 de Vara de Rey, en un primer piso, justo en la escalera al lado del restaurante Ca n’Alfredo y de la cafetería Vara de Rey. Además tenían un pequeño local en la calle Ramon Muntaner de Ses Figueretes “sobre todo para vender carretes y cámaras a los turistas… y discos, porque por aquel entonces se vendían singles en las tiendas de foto”, recuerda Rafa. También tuvieron un laboratorio de color junto a Sa Graduada.
Cuando, a la muerte de Mulet, su padre se ocupó de Raymar, la empresa ya pasó a ser totalmente familiar para los Domínguez. En ella aprendieron fotografía y trabajaron no solo Rafa sino sus hermanos Fina y Toni e incluso la mujer y las hijas de Rafa… aunque eso fue más adelante.
Además, su laboratorio de revelado en blanco y negro se convirtió en referencia en la isla, ya que todas las tiendas de fotografía de Ibiza recurrían a ellos para este trabajo.
Más de 1.600 bodas retratadas por Raymar
Más de 1.600 parejas de Ibiza y Formentera han confiado en Raymar para retratar sus bodas.
Cuando su padre comenzó a cubrir estos eventos ni siquiera había flashes electrónicos, “eran bombillas químicas de un solo uso”, explica mientras muestra una de estas cámaras. Es decir, que por cada foto se fundía una bombilla del flash que había que cambiar al momento para tomar la siguiente instantánea.
Además, el consumo de película fotográfica era espartano si se compara con lo que vino después. Para cubrir una boda completa su padre gastaba ¡un solo carrete de 36 fotos! En la actualidad, con la fotografía digital, Rafa Domínguez estaba lanzando una media de 1.300 disparos por boda para poder seleccionar después las mejores.
“Si ahora lo importante es especializarte, entonces era todo lo contrario, ser un poquito todoterreno para poder subsistir. Si no había bodas esa temporada, hacías otras cosas: pasaportes, fotos de bautizo y comunión, o fotos de enamorados para regalar al novio o a la novia”, explica Rafa Domínguez, a la vez que recuerda que antes las familias no tenían cámaras en casa.
“En los años 80 se popularizaron las pequeñas cámaras para tener en casa, pero hasta entonces nadie tenía una, a no ser que fuera un aficionado a la fotografía. Era normal para Raymar cubrir, por ejemplo, un cumpleaños”, relata el fotógrafo. De otro modo no quedaba recuerdo alguno de la celebración.
Ahora que se acerca el carnaval, el fotógrafo recuerda que “esta era una época de enorme actividad” para el estudio. “No paraba de entrar gente para hacer la foto del niño pequeño, del grupo de amigos disfrazados… eso cambió por completo, aunque todavía venía alguna familia que había ido sacando año a año las fotos de su hijo disfrazado, desde que tenía un año”, recuerda.
La fotografía digital ha cambiado muchas cosas, pero la actividad no ha desaparecido porque siempre habrá clientes que valoren la calidad de la fotografía profesional en eventos claves como bodas. “Nos hemos adaptado todos a los nuevos métodos de registro, pero es cierto que, al popularizarse más, hay más intrusismo”, admite.
Parece que cualquiera con una cámara puede hacer fotos pero, más de una vez y de dos veces, Rafa Domínguez ha tenido que arreglar las fotos de una boda que ha hecho “un primo del novio gratis o a precio de ganga”. “Luego vienen a ver si puedes solucionar el desastre que ha hecho el primo. Esto pasa muy a menudo y arreglarlo es más caro que haberme contratado directamente”, advierte con una media sonrisa.
Un fotógrafo como Rafa se convierte, con los años, en parte de muchas familias: “piensa que, de la misma persona, he retratado su bautizo, su comunión, su confirmación, su boda y el bautizo de sus hijas. Toda su vida”, dice emocionado. “Y mi padre había hecho la foto de la boda de sus padres, claro”, añade. “A veces de estas cosas no te percatas hasta que no miras atrás y te lo encuentras en los archivos. Se crea un vínculo muy fuerte con estas familias, eres casi un miembro más porque estás en sus momentos más íntimos y más públicos”, reflexiona.
Un fotoperiodista-fotógrafo
La historia reciente de Raymar es la historia de Rafa Domínguez, pero no hay que olvidar su pasado como fotoperiodista de prensa o que, sorprendentemente, no estudió Fotografía sino Electricidad.
Nada más terminar los estudios, recibió la llamada de Toni Pomar de Diario de Ibiza para trabajar con ellos como fotoperiodista. Con Pomar y Joan Costa hicieron equipo. Lo cierto es que la colla de fotoperiodistas de Ibiza tiene nombres tan ilustres como el de Alfredo Benito (fallecido en 2018 a los 101 años), Carles Ribas (del que Rafa habla con enorme admiración por su talento y capacidad de anticipación) o Vicent Marí y solo por citar algunos nombres. Todos ellos maestros y/o compañeros de Rafa que, entre los años 1989 y 1994, se embarcó en una de las profesiones más divertidas, intensas y locas que se pueden tener y que disfrutó mucho, aunque finalmente se dedicó al negocio familiar.
“El ambiente en el periódico era fantástico, aunque los horarios eran locos: de nueve y media de la mañana a las once de la noche o más tarde. Una escuela de fotografía increíble que me dio unas tablas tremendas que, después, llevé a mi trabajo en Raymar. Pasar por el periódico fue mi universidad”, subraya.
Y eso se nota en que fue, por ejemplo, de los primeros fotógrafos en abordar una boda como una crónica. En lugar de poses buscaba narrar la historia y buscar los gestos y los momentos, estar en todo. Tener, como los fotoperiodistas, el don de la ubicuidad y de contar una historia en imágenes.
En los últimos tiempos, con sus hijas ya más crecidas e independientes, se ha permitido el lujo de ser más selectivo y escoger muy bien los trabajos, disfrutando mucho de la tienda y centrándose en hacer ampliaciones para exposiciones, asesorar a fotógrafos profesionales… pero la salud ha marcado los tiempos en su caso y toca cambiar de rumbo.
La conversación con Rafa Domínguez es apasionante y da pena terminarla. Más aún sabiendo que esas puertas, que se abren hoy ya solo para contadas visitas (una vecina que busca un marco, otro que se interesa por una cámara antigua…), cerrarán pronto para siempre. Pero queda su legado: haber revelado 60 años de Ibiza en papel fotográfico.
Le deseo una total recuperación y le envío un fuerte abrazo. Raymar es historia de la isla.
Que se ponga bien y gracias por todo lo que ha dado.
Molta força Rafa sa salut és lo important!
Molta salut i molta sort. La meteixeu.