Cáritas Diocesana de Ibiza ha sido protagonista durante la crisis sanitaria y social provocada por el covid-19. Como de costumbre, ha supuesto un gran apoyo para las personas de la isla que se encuentran en situación de vulnerabilidad, llegando allí donde no llegan las instituciones públicas. Gustavo Gómez Bello, coordinador de la entidad en Ibiza, asegura que el año pasado el banco de alimentos llegó a donar un total de 200.000 euros en bolsas de comida a los usuarios que acudían a este servicio, que en la fase más dura de la pandemia llegó a abrir de lunes a viernes. Atendió a unas 80 familias al día, muchas de ellas con trabajos estables hasta que todo se vino abajo y los cobros de los ERTE tardaron en llegar. Gómez augura un principio de año complicado por todas aquellas personas que puede que agoten el dinero ganado durante la temporada turística. Sin embargo, matiza que aunque no han vuelto a las cifras precovid, la situación se ha estabilizado y la carga de trabajo de Cáritas ya no es la misma que a mediados de 2020. Además, Cáritas Ibiza está trabajando en la creación de una empresa de inserción laboral en la pitiusa mayor. Parte de ella es la tienda de Moda Re- que se inauguró el miércoles pasado en Vila.
Durante la parte más crítica de la pandemia se publicó mucha información sobre Cáritas y el aluvión de usuarios que estaba recibiendo. ¿Cómo es la situación ahora mismo?
Ahora, más que calmada, la situación es estable. Evidentemente los números son mucho más elevados que antes de la pandemia, pero se han estabilizado. En los meses más duros de la crisis sanitaria tuvimos picos muy importantes en el volumen de usuarios de Cáritas, y se ha mejorado en este sentido. Pero si miramos al número de personas que atendemos, estamos prácticamente como el año pasado, no nos acercamos a 2019. Por aquel entonces, cuando acababa la temporada turística había una subida fuerte de usuarios, pero después bajaba mucho, y este año no ha sido así. Veremos lo que ocurre en 2022 durante los meses de enero, febrero y marzo. Tal vez vendrá a Cáritas gente que ha hecho un poco de caja este verano pero que seguramente no le dará para cobrar ahora alguna ayuda; o que cuando gaste lo que haya podido ganar durante el verano, lo volverá a pasar mal.
En este sentido, se habla mucho de la necesidad de volver a las cifras prepandemia. Pero antes también había mucha gente en exclusión social. Supongo que el objetivo no es simplemente volver a 2019.
Así es. Antes de la pandemia lo que se notaba de una manera muy clara es que había un grupo de gente en exclusión o exclusión severa, que estaba allí, y que se quedó tocada a raíz de la crisis del 2008. Además, lo que tenemos claro después de 50 años de experiencia viviendo todo esto y analizándolo, es que de la gente que cae en periodos de crisis, aunque después la economía remonte, hay un porcentaje que no consigue salir de su situación precaria. Por lo tanto, volver a las cifras prepandemia supondría volver a una situación en la que ya había un número importante de personas que necesitaba de los servicios sociales, de Cáritas… y gente en exclusión severa, que está siempre en la calle, que ni siquiera acude a estos espacios.
Volver a las cifras prepandemia supondría volver a una situación en la que ya había un número importante de personas que necesitaba de los servicios sociales o de Cáritas
¿Cuándo ha tenido Cáritas más volumen de trabajo? ¿En la crisis del 2008 o en la actual?
En la del 2008 sí que hubo un pico muy grande, la crisis fue muy dura y costó mucho remontarla. Esta crisis, en cambio, ha llegado de una manera mucho más rápida, encontrándonos prácticamente de un día para otro con mucha gente con dificultades, incluso gente que había llegado en marzo de 2020 a Ibiza para trabajar en Semana Santa y durante el verano. Pues bien, de un día para otro se encontraron con todo cerrado, sin recursos económicos, en una situación de emergencia total. Fue una cosa muy abrupta que, de una manera u otra, nos afectó a todos. Hubo que improvisar. En Cáritas, el día a día era como una aventura; había el problema sanitario, restricciones… por lo que tirar adelante fue muy complicado, íbamos ideando cosas nuevas sobre la marcha. Y salir a la calle era otra aventura, parecía una película, todo vacío, no había nadie… Y nosotros con la furgoneta de alimentos de un lado a otro. Fue complicado, como el tema del voluntariado. El de Cáritas Diocesana de Ibiza, como ocurre en toda España, es de edad avanzada, así que no quisimos poner a nadie en riesgo y los técnicos asumieron los repartos de alimentos. Hubo un cúmulo de circunstancias que lo complicó todo.
¿Cuál es el perfil del usuario que ha acudido a Cáritas en esta crisis?
Lo que está clarísimo es que quien más ha sufrido es aquel que antes del covid ya lo estaba pasando mal. Pero sí es verdad que se ha sumado un grupo de muchas personas que nunca habían tenido que recurrir a Cáritas, gente que tal vez trabajaba solo en temporada, seis u ocho meses, pero sacaba el suficiente dinero para el resto del año. Fue muy duro, eran personas con un trabajo más o menos asegurado y que nunca pensaron que se verían en una situación así. Se hablaba, en aquel entonces, de las «colas del hambre». También venían trabajadores de la hostelería o la restauración que tenían empleo todo el año y que de un día para otro todo se les truncó. Además, en Ibiza siempre tenemos la sombra del tema de la vivienda, y toda esta gente dejó de trabajar pero tenía que continuar pagando la hipoteca o el alquiler.
¿Ha venido más gente joven a Cáritas a raíz de la última crisis?
La verdad es que no es el perfil que más ha aumentado, pero sí que también se vio un poco más. Normalmente la gente joven que no viene a Ibiza a trabajar sino que es de aquí, tiene un colchón familiar más holgado, pero las redes familiares también se agotan cuando hay falta de recursos; y entonces se forma una bola que puede hacer que un joven de la isla también acabe en Cáritas, tanto con el programa de alimentos como en el que les ayudamos a buscar un empleo. En este el número de usuarios subió mucho y todo se volvió difícil, porque no había nada que ofrecerles, al menos durante la primera fase de la pandemia. De todas maneras, sí que estuvimos trabajando con ellos para darles formación y ayudarles, así, a buscar trabajo tras los confinamientos.
Continuamos recordando a las instituciones que es a ellas a quienes corresponde dar una solución a los problemas sociales
Cáritas Diocesana de Ibiza cuenta ya con muchos años de experiencia, lo que demuestra que tiene la infraestructura necesaria para ayudar a la gente que lo necesite. Pero al fin y al cabo, ¿no hacen un trabajo del que se tendrían que encargar las instituciones?
Sí, por supuesto. Nosotros ejercemos como complemento, porque está claro que la responsabilidad legal y ética, o a la inversa, es de las instituciones. Nosotros estamos donde ellas, por multitud de causas, no llegan o no quieren llegar. Colaboramos porque entendemos que las personas son lo primero. Pero sí, la responsabilidad es suya, y desde Cáritas, a la vez que ayudamos, continuamos recordando a las instituciones que les corresponde dar una solución a los problemas sociales. Seguimos denunciando, por ejemplo, que hay gente durmiendo en la calle, y lo continuaremos haciendo.
De hecho, todavía esperamos el centro de baja exigencia de es Gorg. Tampoco tenemos el provisional, de sa Joveria. ¿Cómo lo ve?
En este tema de es Gorg, desde Cáritas surgió esta idea de aglutinar a los ayuntamientos y al Consell para tal necesidad, y de esto hace unos 14 años. Sí es verdad que estos últimos tres hemos avanzado, pero ya no es una cosa perentoria, sino lo siguiente. Conocemos de unas 200 y pico personas que aunque a lo mejor no están todas en la calle viviendo, sí están en infraviviendas y sin suministros, sin lo mínimo. Y necesitan un lugar en el que poder estar. Cualquier trabajo que podamos hacer desde Cáritas con los particulares que acuden a nosotros, comienza por tener un hogar. Es la base, y no se trata de cuatro paredes, sino de llegar a un lugar adecuado y estar bien. Esta reivindicación con el centro de baja exigencia la continuamos haciendo, también hay atrasos con el provisional del Consell. Somos conscientes de que las instituciones lo tienen en cuenta y lo están trabajando, pero también es verdad que administrativamente las cosas se retrasan mucho. La gente de la calle no puede esperar.
¿No debería tratarse como lo que es, una emergencia?
Totalmente. En el momento en el que hay una sola persona durmiendo en la calle, hay que actuar. En Cáritas teníamos un lema el año pasado a nivel nacional que era «La calle mata». Y es que es así. Dormir en la calle estos días, que hace mucho frío, es muy duro en todos los sentidos y ninguna persona debería pasar por esto. Hace falta solucionar temas administrativos y de dinero, y gracias a Dios en Ibiza las administraciones tienen el dinero suficiente como para poner a las personas en primer lugar.
Da la sensación que Cáritas es más conocida, sobre todo con la pandemia, por la labor que hace con los bancos de alimentos. ¿Qué otras labores menos conocidas destacaría?
Lo que menos nos gusta es que nos relacionen con la bolsita de ropa o de comida, porque es cierto que hay muchas otras cosas. Lo que ofrecemos es una ayuda integral a las personas. Si alguien está en la calle, antes de llegar a la fase de la búsqueda de empleo para esta persona, se la acompaña en todo el camino y se crece con ella hasta que pueda encontrar una casa y un trabajo, en parte a través de nuestra ayuda pero también gracias a la voluntad de la propia persona usuaria. Por otro lado, estamos creando una empresa de inserción laboral de Cáritas para que en ella haya personas trabajando con un contrato de hasta 3 años que sirva para formarse, para que después puedan ir a trabajar a cualquier otro sitio. De esta manera se cierra el círculo. Así, una persona sin hogar a la que atendemos, puede pasar de la calle a nuestro centro de día, después al pretaller y a los talleres de Ca’n Pep Xico y A Tot Drap, y más adelante a la empresa de inserción que estamos creando, para más adelante encontrar un trabajo acompañado del equipo de empleo de Cáritas, cuando el usuario ya ha adquirido los fundamentos necesarios para enfrentarse al mercado laboral. Esto es parte de lo que hacemos y lo que queremos resaltar, porque es lo más importante. Parte de esta empresa de reinserción es la tienda de Moda Re– que acabamos de inaugurar en Vila.
¿Esta empresa se está creando por parte de Cáritas o en colaboración con otras entidades?
Es de Cáritas, en principio se dedicará a la ropa.
Si ahora se está creando, el siguiente paso es ponerse en contacto con empresas en las que los usuarios de este servicio de Cáritas puedan insertarse laboralmente, ¿no?
Correcto, este año ha sido muy bueno en relación a establecer convenios con empresas hoteleras o de limpieza, por ejemplo. Les hemos explicado que nosotros tenemos siempre una bolsa de trabajo con personas que se van formando y así podemos enviarles algunas para que trabajen durante el verano en hoteles, tal y como hemos hecho este verano. Establecer este tejido empresarial también es importante para impulsar nuestro trabajo.
Ahora mismo, ¿cuántos días a la semana está abriendo el banco de alimentos de Vila?
Tres, los lunes, miércoles y viernes. Se puede ir modificando sobre la marcha, en función de las circunstancias. Si vemos que el trabajo aumenta mucho y que hay demasiada gente, añadiríamos los dos días que quedan de la semana. Durante el confinamiento estuvimos abriendo de lunes a viernes. A lo mejor teníamos a 80 personas, 80 familias, cada día. Salieron muchas toneladas de alimentos de Cáritas. Estábamos donde teníamos que estar, pero a nivel logístico todo fue muy difícil, aunque finalmente salió y dimos este servicio, que es lo más importante.
Volviendo a la problemática de la vivienda, ¿por qué motivos las personas sin hogar suelen acabar en la calle? Sigue habiendo muchos estereotipos.
Hace unos años había un porcentaje muy alto de personas con problemas de consumo y demás, pero este perfil se ha distorsionado en los últimos años. Con la crisis del 2008, cambió. También es verdad que muchas veces no se sabe dónde empieza la calle y dónde el consumo, o si es las dos cosas a la vez, que se retroalimentan. Porque cuando una persona está en la calle, tal vez se vuelve adicta al alcohol o a las drogas por lo duro de la situación. Pero insisto en que el perfil cambió y hoy por hoy sabemos de personas que por lo que sea han tenido que salir de su vivienda y se encuentran con un problema si no tienen redes familiares que puedan sostenerlas. Acaban en la calle o en infraviviendas, prácticamente sin poder ni alquilar. Antes con ayudas podías apañarte, pero es que ahora por una habitación están pidiendo 600 euros. Todas estas situaciones han influido en que el perfil de persona sin hogar no sea tan estereotipado como lo podía ser antes. También hemos percibido que hay mucha problemática de enfermedades mentales, de patología dual: gente con problemas de consumo y con una enfermedad mental, muchas veces no diagnosticada. Este es un perfil complicado de gestionar, se requiere un equipo de gente muy preparada. Ahora también se han puesto las pilas con este tema en el Hospital, porque realmente es muy complejo tratar estos casos.
De hecho, la salud mental está dejando de ser un tabú. ¿Ahora también es un problema importante en gente que, aunque no viva en la calle, también acude a Cáritas?
Sí que tenemos otros programas, como el Centro Betania de Cáritas Ibiza, con niños del barrio, en el que hemos notado casos de niños que lo han pasado muy mal después de los confinamientos. Niños que están muy conmovidos por toda la situación y a los que les cuesta centrarse en el estudio. A nivel nacional, estamos acabando un estudio sobre las adicciones relacionadas con el móvil, un tema que nos preocupa mucho porque lo vemos cada día; y con la pandemia, al estar todo el día colgados de los dispositivos tecnológicos, han surgido dificultades importantes.
Además, para que Cáritas funcione es imprescindible la cooperación entre distintas personas que se unen para ayudar a los demás, y si vamos cada vez más a un mundo donde cada uno está recluido en sí mismo, perdiendo el contacto físico, puede que seamos cada vez más individualistas.
Totalmente de acuerdo. Esto lo vemos con el tema de los voluntarios, tenemos muy pocos. Cada día tenemos a una sociedad más individualizada, que no mira por los demás. Vemos a una persona en la calle y cruzamos de acera para no pasar por delante, y aunque hay gente que colabora mucho, en general creo que somos una sociedad poco empática. Estamos en la mentalidad de «me ocupo de mí mismo y lo otro, ya veremos». Tenemos que cambiar de modelo de sociedad, porque muchas de las cosas que pasan se deben a todo esto.
De hecho, antes hablaba de la redes familiares, que han sido la gran ayuda cuando las instituciones han fallado, como cuando los ERTE no llegaban. ¿En el banco de alimentos de Cáritas recibieron a personas que tenían trabajo antes del confinamiento pero que iban a buscar comida porque no les llegaba el cobro del ERTE?
Sí, porque esta gente se encontraba en la situación de decidir si pagar el alquiler o comer. Y la red familiar está claro que es imprescindible. El otro día una persona de las que acuden al centro de día me decía: «¿Yo para qué sirvo, si no tengo familia ni nada?», «Vosotros sois mi familia». Sobre todo en gente con dificultades, el tema familiar es clave. No tener a nadie al lado cala mucho, todo cuesta mucho más cuando no tienes a alguien al lado que realmente te quiere y te apoya, y son cosas que echamos de menos y valoramos cuando ya no las tenemos.
Habla, también, de falta de voluntarios. ¿Entonces cómo han tirado adelante durante la pandemia? ¿Ha habido suficiente volumen de personal propio de Cáritas?
En cuanto a nuestros trabajadores, hemos estado moviéndolos y poniéndolos en puestos donde normalmente no estaban, enfocados sobre todo a los alimentos, que era lo más necesario en 2020. Luego fuimos incorporando voluntarios poco a poco, pero es que en la peor parte de la pandemia no teníamos a ninguno. Llamaban y pasaban por delante, pero les avisábamos de que no queríamos que viniesen a colaborar y se arriesgasen a contagiarse. En gente mayor, por ejemplo, hemos visto un retroceso muy importante en solo un año. Hablo de gente mayor que estaba acostumbrada a venir prácticamente cada día a Cáritas a colaborar, a la que hemos tenido que decir que se tenían que quedar en casa. Ahora hemos conseguido incorporar voluntarios un poquito más jóvenes, sobre todo en el banco de alimentos.
Los trabajadores fueron multitarea, entonces.
La verdad es que sí, fue un poco caótico, y con las medidas de seguridad que había entonces. Pero no podíamos parar el comedor, ni el reparto de alimentos, incluso la recogida de ropa donada; que aunque recibimos menos, el año pasado se alcanzaron los 350.000 kilos. Había que recogerlos y también ha supuesto más esfuerzo. En un año prepandemia, se hubiesen recogido 100.000 kilos más. Se ha notado el descenso, pero 350.000 kilos no deja de ser una pasada, y supone muchos viajes, trayectos, trabajo…
¿Y cuál es la base fija de voluntarios?
Alrededor de 50 personas en toda la isla.
¿Hay voluntarios de Cáritas que son o hayan sido usuarios?
Algunos sí. Es una cosa que intentamos incluir, porque hay gente muy agradecida o que ha pasado un mal momento y luego viene a echar una mano. Sí es cierto que hay que andar con ojo, para aprender a separar las dos cosas, pero nosotros estamos encantados con ello.
¿Cuáles son las instituciones que más colaboran con Cáritas?
Tenemos muy buena colaboración, en primer lugar, con el Ayuntamiento de Vila, porque lo tenemos más cerca. Pero la relación con el resto de ayuntamientos y con el Consell Insular también es muy cercana, estamos en las reuniones de la Mesa contra la Exclusión, que es donde gestionamos todo el tema de es Gorg y donde hemos ido cambiando cosas al respecto. Es un espacio muy fructífero, aunque es cierto que desde fuera se puede pensar que lo de es Gorg, en lo que llevamos un montón de años, y otras cosas, se retrasan por temas administrativos. En todo caso, a nivel insular estamos muy contentos con las instituciones y con el trabajo conjunto que hacemos, también con Cruz Roja y algunas instituciones privadas sociales. Entendemos que la mejor manera es trabajar juntos y no duplicar esfuerzos, para que el rendimiento sea lo mejor posible.
¿Cómo cree que puede ser la situación social del 2022 en Ibiza?
Pensamos que el primer trimestre será complicado. Gente que ha trabajado este verano agotará sus recursos y tendrá que venir. Por otro lado, estamos emocionados por la empresa de inserción que estamos creando y por continuar creciendo. Sobre todo intentamos, con la ayuda del equipo de empleo, preparar a mucha gente, porque al fin y al cabo lo que la gente necesita es trabajar. De la misma manera, continuaremos reivindicando el tema de la vivienda y los centros de acogida que necesitamos y todavía no tenemos.
Hay miedo por el momento en el que se acaben los ERTE.
Está claro que puede ser muy complicado. Si se acaban los ERTE lo importante es que la gente pueda trabajar, para ir mejorando. Además, cuando salió el Ingreso Mínimo Vital fue muy complicado gestionarlo, tuvimos a un equipo de voluntarios ayudando a los usuarios a pedirlo, porque era muy complicado y ha tardado mucho en llegar. Esto, que parece una cosa puramente administrativa, repercute en las familias que esperan esta paga. Y se previó que el Ingreso Mínimo Vital llegaría a más gente de a la que finalmente lo ha hecho. Había que hacer un master para poder ayudar a una persona a pedirlo. Ha faltado una mejor gestión y tal vez más personal.
¿Qué imagen cree que tiene la gente de Ibiza de Cáritas?
Creo que tenemos un buen cartel, como aquel que dice, pero sí quiero insistir en que la imagen de caridad de bolsita de ropa y comida es lo que queremos desterrar, porque lo que ofrecemos nosotros es un trabajo integral con la persona. Llevamos mucho tiempo trabajando de esta manera. De hecho, hemos estado estudiando, y seguimos haciéndolo, la creación de tarjetas para que los usuarios no tengan que venir al banco de alimentos a buscar la comida, sino que puedan ir ellos mismos con esas tarjetas a cualquier supermercado o tienda. Pero es que, por otra parte, para acabar con el reparto de bolsas de alimentos se necesita mucho dinero, porque lo que repartimos proviene de donaciones, y si en vez de esto quieres dar una tarjeta, pues necesitas que lo que recaudemos sea dinero. El año pasado donamos unos 200.000 euros en bolsas de alimentos, tomando como referencia los precios de supermercado. Así que hace falta mucho dinero para lograr este cambio, pero es lo que nos gustaría, acabar con la bolsa. Es mucho más digno ir tú mismo a comprar, como cualquier otra persona.
Hay gente que no es creyente pero tiene unos valores muy alineados con los de Cáritas
¿Qué papel cree que puede tener la religión en épocas de crisis? ¿De qué manera puede ayudar a la gente?
La religión es muy importante. En momentos en los que, por decirlo de alguna manera, no tienes prácticamente donde agarrarte, la religión y la fe te dan esperanzas. Además, Cáritas es una entidad de la Iglesia, es la acción social de la Iglesia. Aquí no pedimos de qué religión es cada uno, pero se nota el trabajo que hacemos e intentamos que se note que nosotros somos creyentes y que la persona que viene es nuestro hermano y que por eso merece toda la atención y dignidad de nuestra parte.
En este contexto de crisis sanitaria y social parece que se han vuelto a poner en valor valores tradicionalmente cristianos, aunque ahora no se los reconozca como cristianos.
Por supuesto, y hay gente que no es creyente pero tiene unos valores muy alineados con los de Cáritas. Nuestra reivindicación es, como dice el Evangelio, que todos somos hermanos y que tenemos que estar al lado de los pobres. Es una reivindicación que va desde el Papa Francisco a Cáritas. Lo clave es estar al lado del que sufre y que con nuestra forma de ver las cosas, se note que la Iglesia está allí, al lado de la gente.
¿Qué valoración hace del nuevo obispo de Ibiza, Vicent Ribas Prats?
La verdad es que estamos muy contentos, cuando don Vicent Ribas trabajó en Santa Eulària, siempre fue muy cercano a Cáritas, y lo mismo cuando ha estado estos años de administrador diocesano. Se trata de una persona muy cercana y nos apoya, así que estamos encantados. Yo creo que es la mejor persona que podíamos tener como obispo.