@C. Vidal / La Torca del Cerro del Cuevón es una de las simas más peligrosas y la séptima más profunda del mundo, con casi 1.600 metros bajo la tierra. Sin embargo, Bernat Escrivá, bombero del Consell d’Eivissa e integrante del Grupo de Rescate Vertical, ha completado con éxito su parte en la expedición después de bajar hasta los 450 metros, aunque, en el mes de septiembre, tiene previsto llegar hasta el fondo de la cavidad.
«El Cuevón es la sima más profunda de España y es un reto para cualquiera que participe del mundillo de la espeleología. Hay que estar en muy buenas condiciones físicas. Yo creo que estoy preparado, por lo que entre el 20 y el 30 de septiembre intentaré hacer fondo. Si lo consigo, es como si un alpinista corona no el Everest, pero si uno de los ochomiles que hay en el Himalaya», afirma.
Por el momento, el bombero, junto a su compañero de profesión Antonio Marcos y el científico Raúl Perez, llevaron a cabo durante tres días, del miércoles al mediodía hasta el viernes de madrugada, su trabajo dentro de la expedición que el proyecto del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) está realizando en la Torca del Cerro, en Cabrales (Asturias), para investigar la posible relación entre los terremotos y la emisión de gases.
«Todo ha ido bastante bien y estamos satisfechos, sobre todo Raúl Pérez, que ha podido colocar cinco de los doce sensores que tiene previstos utilizar en el estudio. Nosotros empezamos donde lo dejó el primer equipo, en 120 metros y, aunque esperábamos bajar un poco más, hasta los 545 metros, no pudimos descender más allá de los 450 metros», asegura Escrivá.
La progresión fue más lenta de lo esperada, aunque fue por motivos de seguridad. «El objetivo es contar con la mayor seguridad posible, porque por donde pasamos nosotros tienen que bajar el resto de equipos de la expedición y los anclajes tienen que estar bien asegurados. Eso conlleva mucho retraso», comenta.
Dificultades
El agotamiento, las bajas temperaturas y el agua, que se filtra por todas partes, fueron las principales dificultades. «A nosotros nos ha tocado una parte no demasiado complicada. Por lo que he visto hasta ahora, es una cavidad típica de los Picos de Europa. Sin embargo, según los informes que tenemos del grupo de espeleología valenciano, que estuvo allí hace diez años, lo difícil llega entre los 500 y los 700 metros», dice.
De hecho, la sima tiene un nivel 5 de dificultad, que es el máximo. Un ejemplo del peligro que puede tener ese descenso lo representa el hallazgo por parte del bombero ibicenco y del resto del equipo de una especie de altar en recuerdo del espeleólogo húngaro que murió en julio de 2005 tras sufrir una caída de 90 metros, quedando atrapado a 400 metros de profundidad. «Encontramos una placa y un casco que dejaron las personas que sacaron su cuerpo», asegura.
«En ningún momento pasamos situaciones de peligro, pero sobre todo porque extremamos la seguridad. Una vez que todo esté instalado y el último de los equipos haya llegado hasta el final de la cavidad, será nuestro turno. Eso sí, según lo que sabemos del grupo valenciano, necesitaremos al menos 2.400 metros de cuerda y unos 300 mosquetones. En total, serán casi 800 kilos en material», añade.