@Aina Balaguer/ El evento más esperado de la programación del Ibiza International Music Summit, la fiesta que cerraba oficialmente esta edición del festival que lleva celebrándose en Eivissa desde el 2008, se celebró la noche del viernes. Por el módico precio de 40 euros, a diferencia de otros eventos del festival que eran gratuitos pero para los cuales se requería invitación, cualquiera podía obtener el acceso a dicha fiesta, celebrada en Dalt Vila, concretamente en el Baluart de Santa Lucía.
En el mismo marco paisajístico donde se celebraba el homenaje a Fatboy Slim la noche anterior, a partir de las 18h, arrancaba el espectáculo. El mismo lugar y el mismo escenario para diferentes carteles. En esta ocasión el encargado de iniciar la velada fue Adam Zasada, el dj residente en 2012 de Burn, acompañado en el escenario de las perfomance de Le Carousel y Tensnake, además de la sesión del británico Scuba entre estas dos. El número de asistentes se percibía notablemente más elevado que el día anterior y todos ellos pudieron disfrutar de un excelente día soleado para acompañar la música.
Las mujeres también pinchan
La veinteañera londinense Maya Jane Coles pinchó hasta cruzar el umbral de la noche. Ésta puso el punto feminista, tan poco habitual aunque cada vez menos, por suerte, en este tipo de eventos musicales. Cada vez son más las mujeres que deciden dedicarse al mundo de la electrónica demostrando que la calidad de la tarea no tiene por qué ser siempre cosa de hombres. Por ello el IMS repitió el debate “Empowering women in music” por demanda popular, al que se le dedicaron 50 escasos minutos de la jornada del jueves pasado en un programa de cuatro días.
Con la luna llena expectante en el cielo, Solomun metía baza para que el desfase continuara. Al son de un personal “Washing up” la gente saltaba y gritaba de excitación. El artista bailaba con su público desde la cabina pareciendo ser el único que podía hacerlo libre de empujones y espacio limitado, pues el Baluart estaba a rebosar. El alemán finalizó su sesión con la emblémica imagen de la iglesia de Santa María a sus espaldas dando paso a su compañero de nacionalidad y cabeza de cartel a las 22.30h, bien puntual.
La seguridad brutal de Sven Väth
El reputado y bien curtido Sven Väth fue recibido eufóricamente por sus fans, que no paraban de sonreír de felicidad. Mostraba una seguridad brutal, de esa que sólo la aportan los años de experiencia. Un tema tras otro, el alemán, iba mostrando los vinilos elevándolos con la mano y agitándolos en el aire para poner de manifiesto: “Yo sigo pinchando con vinilo, como antes y no como otros”. Semejaba un káiser altivo que no paraba de enaltecer su hegemonía. Y en medio de este contexto a principio actuación podríamos decir que, regido por la ley de Murphy, se le fue el disco. Fuera por la falta de humildad o por gajes del oficio, la seguridad le jugó una mala pasada aunque para muchos esto se trate de mucha subjetividad. Inmediatamente un técnico subió al escenario mientras este hacía los esfuerzos para recuperar el gesto de orgullo que antes proyectaba su cara y lo consiguió gracias al fiel público que supo perdonar y porque así debía ser. Hasta pasada la media noche siguió dando placer a los asistentes con un martilleante techno, mientras seguía bebiendo de su copa de cava. Daba la impresión de que todos los allí reunidos fueran a reventar de un momento a otro con tanta agitación y euforia.
Para finalizar, Sven Väth cambió de tercio con un tema mucho más orgánico de lo que había ofrecido hasta entonces para después recuperar el sonido inicial que se alargó durante unos minutos y fue aminorando hasta morir. Con las luces encendidas mostró su último vinilo a todos y se despidió levantando los brazos mientras las personas que continuaban allí no paraban de cubrirlo de halagos.
Este fue el final oficial del IMS, un festival cargado de ritmo y celebridades y leyendas de la música electrónica de todo el mundo y que destacó por la extrema puntualidad y excepcional organización durante todos los días. Poco después la fiesta continuaría en el after-party en Bubbles, o quizá en Pachá, según las preferencias de cada uno.