Entre 2010 y el primer semestre de este año, en las cárceles españolas se han incautado casi 20.000 teléfonos móviles prohibidos que son ocultados de mil y una formas, informa hoy El Confidencial, que indica que en el centro penitenciario de Ibiza, situado en el barrio de Cas Mut, se han interceptado un total de 23 terminales que los presos mantenían escondidos y usaban de forma regular durante este periodo de tiempo. La proporción, a nivel nacional, ha llegado a ser de uno por cada 19 reclusos.
Los avances tecnológicos y el hecho de que a día de hoy se fabriquen móviles diminutos ha facilitado su introducción en las prisiones del país. Según recoge el mismo medio, destaca el caso de un presidiario que se introdujo en el cuerpo -por vía rectal- cinco pequeños teléfonos después de una visita. Ocurrió a principios de 2019 y los agentes descubrieron el ‘alijo’ cuando le pasaron la raqueta detectora de metales después de un encuentro con su pareja. La alarma acústica chivó que ocultaba algo y, al no apreciar nada adosado al cuerpo, se decidió hacerle una radiografía que mostró en su organismo los terminales.
Menorca, a la cola
A pesar de que la cifra de teléfonos móviles hallados a los reclusos de Ibiza pueda parecer alta, es una de las más bajas del país, aunque el número de reclusos en la misma se sitúa en la actualidad ligeramente por encima del medio centenar. La menor de todas corresponde a un centro penitenciario de Baleares, el de Menorca, donde en todo este tiempo solo se han incautado tres aparatos de estas características entre los internos de la prisión. En Mallorca, la cifra sube a 212.
En el ‘ranking’ de las mayores incautaciones, la conocida prisión malagueña de Alhaurín de la Torre, por cuyas celdas han pasado peligrosos criminales, como Tony Alexander King, mafiosos de todas las nacionalidades y pelaje y algunos de los primeros políticos del país encausados por corrupción, como los que protagonizaron el mediático caso Malaya, registró la mayor aprehensión de esta serie estadística: 227 en 2018, apunta El Confidencial.
La sigue, con 192 en 2018, el recinto penitenciario de Botafuegos, en Algeciras, un lugar que podría considerarse la ‘cárcel del narco’ porque por sus celdas suelen pasar los más importantes traficantes de drogas que operan en el litoral sur del país. José Luis Alcaraz lo sabe bien. Funcionario de prisiones y delegado en el centro de Acaip-UGT, conoce su peculiar ecosistema y lleva años analizando el fenómeno de los teléfonos clandestinos entre barrotes. Hasta el punto de documentar algunos casos que rayan el surrealismo… Y la tragedia, señala en el digital.
Los funcionarios de prisiones consultados por El Confidencial aseguran que los métodos de ocultación que se emplean son inimaginables: «Dentro de un hueco realizado al colchón de la cama, en el tacón del zapato, dentro de un bollo de pan, en una lata de refresco, en el hueco de un rotulador fluorescente, haciendo un hueco en un libro, practicando una oquedad en un paquete de galletas, en las rendijas de ventilación, en pelotas de tenis, en dobles fondos creados en botes de friegasuelos…». «En cualquier lugar que se les ocurra», resumen.
Los funcionarios aclaran que los terminales suelen estar en posesión de bandas organizadas, clanes de narcotraficantes, yihadistas… y otros delincuentes peligrosos que quieren seguir operando desde el interior de la prisión, dando órdenes, demostrando su fortaleza desde la reclusión y «así no perder su estatus en el ranking delincuencial».