Lleva una flor en el pelo, ojos rasgados y hiyab. Para proteger su identidad, en estas líneas será Hamzya, un nombre árabe que representa la valentía y la fortaleza femenina. El contacto fue posible gracias a Heike, residente en Ibiza, quien respondió a su mensaje de ayuda en Facebook y escuchó su historia al otro lado del Mediterráneo. Con tan solo 18 años, busca desesperadamente a su familia desde Argelia. Su tía, K.R., de 48 años, zarpó en una embarcación junto a su hija, Z.M., de 15 años, que salió de Cap Djenet, provincia de Boumerdès (Argelia), el pasado 30 de diciembre. Su primo, D. A., de 16 años, también viajaba con ellas.
“Se trataba de un barco completamente blanco, por dentro y por fuera —explica—, con un motor de 75 caballos. A bordo iban entre 26 y 30 personas, entre ellas nueve menores y dos mujeres: una con su hija de 3 años y otra con su hija de 15”. No han vuelto a tener noticias desde entonces. Sin embargo, días después, empezó a circular un vídeo entre los familiares de los desaparecidos en el que puede verse a un grupo de jóvenes que, alertados por el patrón de la embarcación —según contaron a las familias—, acudieron a la zona acordada para recibirles. A su llegada, encontraron una barca blanca, como la que describe Hamzya, en la Playa de la Xanga, en Playa d’en Bossa. En su interior, ropa mojada, cubos de gasoil —vacíos y llenos—, pero ningún rastro de los pasajeros ni del capitán.
“Pudimos identificar el abrigo naranja de uno de mis familiares. Otras personas también reconocieron ropas y un pasamontañas”, asegura la joven. Según su información, el vídeo debía de haberse grabado el 31 de diciembre; sin embargo, ese día no hay constancia oficial de llegadas de pateras a la isla. “Sigo buscando a la persona que hizo el vídeo, pero no consigo encontrarle”, explica desesperada. “Mi primo es como mi hermano, son mi familia. Tengo la sensación de que están vivos y no pierdo la esperanza, pero no sé dónde ni cómo buscar”, lamenta a través de una conversación por WhatsApp. Alertada la Guardia Civil, la Policía Nacional, Cruz Roja y otras ONG que se dedican a la búsqueda de desaparecidos, solo les queda esperar.
Su tía, cuenta Hamzya, abandonó Argelia para alejarse de un esposo que la maltrataba. “Ella y su hija sufrieron injusticias y abusos por parte de su marido hasta que logró separarse. Quería darle a su hija la oportunidad de vivir segura, lejos de los problemas y los gritos”, explica la joven.
Sobre el resto de los pasajeros, Hamzya menciona algunos nombres: K. Haithem, 12 años; N. Nachech, 16; H. Karaghene, también menor de edad; M. Oueld Atourki; K. Oualid; M. Ben Choucha; Z. Boulenouar; B. Houssam y B. Hichem. “La mayoría buscaba una vida segura y un lugar donde se valoraran sus capacidades. Los jóvenes en Argelia viven marginados. Es una gran decepción: falta de oportunidades laborales, desempleo… La situación empeora cada año”, describe la joven, que recuerda haber oído hablar de los planes de huida de su familia desde finales del verano pasado, aunque nunca llegó a creérselo del todo.
“Mi primo a veces bromeaba y decía que algún día iría a Europa, pero pensábamos que era solo una broma. Nunca imaginamos que acabaría subiéndose a uno de esos barcos migratorios”, lamenta. Animados por las noticias de algunos de sus amigos y familiares que habían conseguido llegar hasta España “sanos y salvos”, la tía de Hamzya y sus dos primos decidieron arriesgarlo todo en busca de la misma suerte.
Durante la conversación, Hamzya explica con detalle los protocolos de actuación de la Guardia Civil cuando intercepta embarcaciones ilegales. “Generalmente, cuando la policía avista embarcaciones en el mar antes de que lleguen a la costa, suben a las personas a un barco de rescate naranja y las llevan a la Cruz Roja para brindarles asistencia. Los menores son separados de los adultos y llevados a centros de asilo donde se les alimenta y educa. En cuanto a los adultos, les toman las huellas y son liberados. En un plazo de 72 horas deben devolverles los teléfonos para que puedan contactar a sus familias”, relata. La falta de noticias después de tanto tiempo le aterra.
“Antes de plantearse cruzar el Mediterráneo solicitaron varias veces visados para Francia, pero se los denegaron”, recuerda Hamzya. Luego, ante la pregunta de cómo sabían con quién contactar para emprender el viaje, explica que los organizadores suelen ser conocidos del pueblo. “Por ejemplo, alguien que migró con éxito puede dar el número de contacto del organizador. Este es quien posee la embarcación. Otras veces, si no tienen barco ni motor, los jóvenes se agrupan, reúnen dinero, compran lo necesario y buscan un capitán experto en el uso del GPS, que viaja gratis”, agrega.
Al preguntarle por el precio que deben pagar por el cruce, la joven indica que “la cantidad varía según el tipo de motor”. “Cuanta más potencia, mayor es su precio y, por tanto, el importe a pagar. El organizador del viaje del 30 de diciembre compró un motor de 75 caballos. Cada pasajero pagó 330.000 dinares argelinos (2.200 euros)”, añade. Surge entonces la pregunta: ¿conocía su familia a la persona que los llevó? Cuesta creer que alguien tan joven tenga tanto conocimiento sobre una tragedia que golpea a miles de personas cada año. “Sí, creo que lo conocen y sus viajes son conocidos por ser confiables. Incluso llevó a su hermano gemelo con él [a bordo], y el comandante era su primo”, describe mientras explica que casi todos los que estaban en ese viaje eran familiares, vecinos y seres queridos.
La conversación prosigue y Hamzya habla sobre la situación de las mujeres en su país. “El problema es que en Argelia no se responsabiliza a los hombres por la violencia contra las mujeres. Por ejemplo, en la sociedad argelina, si un hombre golpea a su esposa consideran que es normal y seguirá siendo su marido. La ley no intervendrá a menos que la mujer presente una denuncia tras ser examinada por un médico forense que determine las consecuencias de los golpes; y aun así, solo será castigado con una multa», subraya la joven, quien comparte con su interlocutor cómo su tía, tras varios matrimonios de penurias, todavía guardaba la esperanza de “casarse algún día, establecerse y encontrar una pareja adecuada”.
Hamzya habla claro pese a su juventud y asegura no haber sufrido nunca ningún abuso, aunque conoce a muchas mujeres que sí. “Tengo 18 años y no he estado expuesta a este tema porque no he experimentado el matrimonio. A mí solo me importan mis estudios y mis éxitos, a pesar de que vivamos en una sociedad destructiva que no incentiva a las mujeres a trabajar. La mayoría tiene la idea de que el lugar de la mujer es solo el hogar, criando a los hijos, casándose y lavando, como si fuera una sirvienta en la casa de su marido”, sentencia. En Argelia, el acceso a la educación y al trabajo les está permitido a las mujeres —cuenta—, sin embargo, gran parte de la sociedad no las considera. Las mujeres de su familia, sin embargo, son en su mayoría profesoras de secundaria, además de ejercer como sanitarias, algunas, y como amas de casa, otras. Con un ejemplo firme en casa, Hamzya quiere estudiar la carrera de medicina. La mayoría de sus amigas también tienen metas similares: finalizar sus estudios y ejercer su profesión.
“Escúchame, alguien me ha confirmado que el vídeo fue grabado el 31 de diciembre”, exclama de pronto, situando de nuevo la conversación en lo verdaderamente importante: encontrar a su familia.
Hace más de tres meses que Hamzya y sus padres no dejan de buscar, de la misma forma que el resto de los familiares de las cerca de 30 personas que viajaban a bordo de la embarcación. Revisan las noticias cada día y envían mensajes a través de las redes en busca de respuestas. Tras varias semanas de llamadas fallidas, mensajes y silencio, las cuentas de Facebook de todos los pasajeros desaparecidos se cerraron de golpe, explica Hamzya. Se desconoce el motivo. La idea de que han llegado a las costas de Ibiza no deja de rondarles. Con la poca esperanza que aún conservan, piden ayuda a todo aquel que tenga información para traerlos de vuelta a casa.