Laura Ferrer Arambarri / Ibiza ha entrado hoy en la Fase 2 de desescalada de confinamiento por la pandemia del coronavirus.
La llamada ‘nueva normalidad’ se hace patente en la libertad de horarios para salir de casa o en el hecho de que ya se puede ir a pasar el día a la playa.
Los ibicencos e ibicencas se están encontrando un paisaje muy diferente al habitual en las costas por estas fechas: calas sin masificaciones o grandes yates en el horizonte, o, en el caso de Platja d’en Bossa, sin el rugir constante de los motores de los aviones.
Un silencio y una incuestionable belleza que no se recordaba desde hace décadas en estas fechas del año pero que tiene, obviamente, otra cara, la cara de la paralización de la industria turística.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya ha anunciado una reactivación de turismo extranjero a partir de julio.
Hay ciudadados que lo ven muy necesario, otros que creen que es todavía muy pronto y otros que ven el anuncio como una oportunidad para disfrutar de la isla (y de Formentera) hasta que todo vuelva a la normalidad.
Una cuenta atrás en la que quedan apenas unos días de mayo y todo el mes de junio para vivir una Ibiza que no se recordaba desde hace décadas y que la mayor parte de la población ni siquiera ha vivido nunca.
Paco Natera, autor de las imágenes de las calas de la isla, corrobora: «El mar está más turquesa que nunca, el cielo de un azul intenso, las calas desiertas, las playas sin bañistas y sin rastro de yates. Llevo varios días haciendo fotos de paisajes y estoy asombrado», relata.
Ayer por la tarde, durante el último atardecer antes de la entrada en la Fase 2, los ciudadanos que paseaban, iban en bici o en patines por Platja d’en Bossa no hablaban de otra cosa: «Iremos a Formentera», «hay que aprovechar estas semanas», «no me lo voy a creer», «es que no hay ni un barco ni un yate en el horizonte», «he visto unas fotos de ses Illetes que parece el Caribe. ¡Mejor que el Caribe! A ver cuándo nos dejan ir a Formentera».
Pero, precisamente, en Platja d’en Bossa se apreciaba también el silencio de la industria turística, la basura y el descuido del barrio cuando no es productivo. Los cajeros automáticos, sepultados de polvo, parecen una metáfora de lo que sucede.
Son imágenes que hablan de una de las cruces de la pandemia en la isla: la paralización total del turismo.