Laura Ferrer Arambarri / En el año 2003, el Consell de Ibiza invitó a María Asunción Mateo, viuda del poeta de la Generación del 27 Rafael Alberti (1902-1999), a visitar la isla, donde, entre otros actos, participó en el descubrimiento de una placa de homenaje al poeta en la cueva de la Sal Rossa, en Platja d’en Bossa, donde Alberti y su esposa por entonces, María Teresa León, se refugiaron en el estallido de la Guerra Civil, que les sorprendió en la isla.
17 años después, no solo han desaparecido las placas que recordaban la presencia del poeta en la cueva (solo quedan dos postes pelados) sino que la gruta, antes relativamente bien conservada, se ha convertido en una pseudo vivienda y en un basurero.
Lo cierto es que, a lo largo de los años, la cueva ha servido de refugio a muchas personas sin techo, pero lo que hay ahora va mucho más allá de ser un lugar para cobijarse.
Una parte de la cueva está ocupada por dos camas, sillas, una butaca, dos mesas, un espejo y otros objetos como baldas. Toda la estancia está llena de basura: restos de botes de gel de ducha, de champús, mecheros, botellas, cepillos de dientes, vasos sucios, velas, papeles, ropa, merchandising de discoteca y otros objetos.
En la entrada han colocado una malla de camuflaje para poder ocultar el acesso, una malla que ahora está recogida.
Con piedra seca han levantado un muro que no estaba en la cueva anteriormente y que genera otra pequeña estancia en la que se acumulan sillas plegables y grandes recipientes. El techo de la cueva está negro de hollín de encender fogatas y el olor dentro de lo que sería la estancia principal es racio y cargante.
El poeta Julio Herranz se encontró la cueva en este estado este fin de semana haciendo una visita por la zona. «Es una verdadera pena porque es parte de la historia de Ibiza y un homenaje a Alberti que está completamente olvidado. Es una verdadera casa okupa pero lo peor es toda la basura que hay y que no haya restos de las placas», lamenta y recuerda que el programa de actos de homenaje a Rafael Alberti por su centenario incluyó, además del acto en la cueva, el descubrimiento de una placa conmemorativa en Dalt Vila, una lectura de poemas en la que participaron Pep Marí, Bartomeu Ribes, Jean Serra, Ben Clark y Toni Roca y una conferencia de María Asunción Mateo.
La visita accidentada de 1936
La cueva forma parte de algunas rutas de senderismo, con lo no es raro encontrarse con excursionistas. Este mismo domingo un grupo de jóvenes se había reunido dentro aprovechando la presencia de muebles. Tenían una vaga idea de que en la cueva había vivido alguien importante pero poco más.
Ni el nombre de Alberti ni el de María Teresa León les sonaban de nada.
Han pasado 84 años, pero para muchos es la prehistoria. Corría el mes de julio de 1936 cuando estalló la Guerra Civil, un hecho que sorprendió al poeta Rafael Alberti y a su esposa, la escritora María Teresa León, en la casa de Puig des Molins donde residían.
De ideas progresistas y cercanas al bando republicano, los dos escritores se refugiaron en la cueva cercana a la torre de la Sal Rossa, donde pasaron unos 20 días, en una experiencia que marcó la vida de ambos y también su obra. El poeta Antonio Colinas recuerda aquellos días en su obra Rafael Alberti en Ibiza: seis semanas del verano de 1936 (Tusquets) mientras que María Teresa León también rememoró episodios muy interesantes en Memoria de la melancolía (Editorial Losada).
Ibiza no solo tiene que agradecer a los dos escritores las referencias a la isla en sus obras, sino que la presencia de ambos durante el estallido de la Guerra impidió que los más radicales del bando republicano quemasen imaginería católica de gran valor e incluso envolviesen en llamas el Museo Arqueológico de Dalt Vila. María Teresa León lo recuerda así: «[…]Oímos gritos […]. Era Rafael que trataba de evitar que manos anarquizantes sacasen de la iglesia santos y ornamentos o que entraran en el museo tan dormido y quieto. Habían encendido una hoguera, Rafael iba de uno a otro convenciéndoles de que dejaran vivos los ángeles, los santos. Por no sé qué milagro vimos que le obedecían. Sólo uno de ellos se le enfrentó mostrándole un santuco feo y vulgar. Vamos, ¿no me vas a decir que esto es una obra de arte? Anda, déjame quemar a este tío tan feo. Y Rafael bajó la cabeza y se quemó. […] ¿Es que teníamos derecho a pedirles […] a los liberadores que respetasen las obras de arte si ellos no habían oído esa palabra en su vida? ¿Arte? ¿Teníamos derecho a enfrentarlos con una palabra que no habían oído nunca? ¿Cómo hablar en el nombre de la cultura si los habíamos dejado sin cultura?».
84 años después, la cultura parece seguir brillando por su ausencia, ya que nadie recuerda estos hechos y uno de los pocos lugares que sí los recordaba está completamente desvirtuado y olvidado.
Això és una autèntica vergonya.
Welcome refugees!!
Rata