Laura Ferrer Arambarri / Jaume Juan Castelló (Ibiza, 1953) es doctor en Filosofía y Letras y, desde 1984, es profesor titular del Departamento de Filología Latina de la Universitat de Barcelona donde imparte Literatura latina.
Amante de los poetas romanos de la época clásica, su paso a la publicación de traducciones fue completamente natural.
La última de ellas ha sido la de las Odas de Horacio, que ha traducido al catalán en una bella edición de Adesiara.
El confinamiento, ¿le ha cogido en Ibiza o en Barcelona?
En Barcelona, que es donde trabajo.
¿Ha podido continuar con su trabajo en la Universitat de Barcelona?
Cada cuatrimestre cambiamos de horario y, en realidad, en este ya tenía un trabajo de coordinación de prácticas y dirección de trabajos, que ya en parte se hacía a distancia. No me ha afectado prácticamente en ese aspecto. Estaba bastante liberado de lo que es la actividad presencial en este cuatrimestre… pero es muy aburrido estar en casa [ríe].
¿Y el curso que viene cómo se plantea?
Estamos haciendo muchas previsiones para el año que viene, pero hay que pensar que a lo mejor el año que viene ya se ha terminado esto… Si va a ser así toda la vida, será un horror.
Además, en Barcelona, donde las cifras de la pandemia han sido importantes…
Vosotros todavía estáis bien. Hablo con mi madre y con mi familia en Ibiza y la situación es otra. A mi madre no le ha afectado mucho porque es muy mayor, está en una casita en el campo y está bien. Pero en Barcelona, dentro del piso… Salgo para hacer la compra. Lo cierto es que salir a pasear tampoco te apetece a veces.
¿Tenía previsto algún viaje a Ibiza que se ha truncado?
Tenía que haber ido en Semana Santa, como siempre, y espero poder ir en verano. Tengo la esperanza de que pronto se reactiven las conexiones. Espero poder ir algunas semanitas en verano.
Entrando en materia, ¿cómo comenzó su trabajo como traductor?
Cualquier profesor de latín se dedica a traducir, va unido a la profesión. De ahí a pasar a traducir para las editoriales o para el público… es algo normal. Lo que hacemos en las clases es traducir del latín al español o al catalán, en el caso de Barcelona, que es una manera de comprobar que has entendido el original.
Cuando entré en la universidad conocí a un amigo que estaba en una editorial y las cosas fueron muy fáciles en este sentido, lo cual no quiere decir que me dedique a la traducción. Una cosa es que publiques un libro y otra cosa es ser un traductor. Hay personas que traducen cinco o más libros al año, no es mi caso. Yo me lo tomo con calma. De hecho, todo está traducido. De los clásicos en todas las lenguas no hay una traducción, hay quince o veinte diferentes. Tengo más de diez traducciones de Catulo al italiano en mi casa y, evidentemente, no las tengo todas. Cualquier lengua de cultura occidental tiene una tradición de traducciones importantes. Y va muy bien poder comparar.
Pero habrá menos traducciones al catalán…
En el catalán, lógicamente, vamos un poco más escasos, lo que no quiere decir que no haya buenas traducciones. De Horacio hay una estupenda traducción de la Fundació Bernat Metge, de Josep Vergés. Pero eso no quiere decir que la gente no pueda hacer otras.
En castellano hay una fantástica de Javier de Burgos, un hombre que ahora se ha puesto de moda.
¿De moda?
Sí, ahora todo el mundo habla de la división de España en provincias a raíz del coronavirus. Si se había de hacer la desescalada por provincias o por regiones sanitarias. Pues Javier de Burgos fue quien, en 1833, hizo la división de España por provincias como ministro de Fomento… creo que por entonces se llamaba secretario y no ministro. A raíz de tener que cobrar los impuestos, se ideó la división por provincias. Pero, en sus ratos de ocio, Javier de Burgos se dedicaba a traducir a Horacio.
¿Y es buena esa traducción?
Fantástica. Lo que pasa es que, bueno, a veces Horacio dice otra cosa… pero sonar suena muy bonita. Es un castellano magnífico.La pega es que a lo mejor Horacio no dice exactamente aquello.
¿Cada traductor puede aportar algo incluso en obras tan ampliamente traducidas?
Naturalmente. Igual que cada lector. Uno lee un mismo texto de una manera y otro lector, de otra manera.
Personalmente, ¿qué traducciones valora más? ¿Las que se ciñen al original o las que son un poco más creativas?
Pienso que hay que asumir aquello que en italiano dicen traduttore, traditore es decir, traductor, traidor, porque cuando traduces traicionas. Es inevitable traicionar el texto original. Pretender reproducir el texto original es absolutamente imposible. Asumes que, de entrada, no puedes ser fiel del todo. Si puede ser, intentas ser fiel a reproducir el concepto y a reproducir los recursos artísticos. A veces eso es tan difícil que, ya de entrada, tienes que asumir que es imposible y te queda intentar acercarte en la medida en la que creas que eres capaz. Y si haces eso con cierta humildad y asumiendo las dificultades, creo que ya es mucho. Por eso es bueno poder comparar con otras versiones de otras personas. Porque a lo mejor el vecino se acerca en un terreno que tú habías dejado ya de lado por no considerarte con fuerzas.
Una cosa es que leas traducciones y otra es que te las creas.
¿Entonces es positivo leer otras traducciones previamente? ¿No condiciona?
A mí me gusta, porque el problema es que el latín es una lengua muy difícil, en realidad. Me parece que era Willemetz el que decía que si los romanos hubieran tenido que aprender latín no habrían tenido tiempo de conquistar el mundo [ríe]. Naturalmente es una broma pero es verdad. El latín es una lengua muy difícil y continuamente te encuentras con problemas. Esto qué quiere decir. Y eso cómo se entiende… pues tienes que acudir constantemente a las traducciones. Pero una cosa es que leas traducciones y otra es que te las creas. Uno necesariamente acude a las traducciones cuando hay una frase que no se entiende bien. Y cuando tú no la entiendes bien descubres normalmente que no eres el primero que no la entiende bien. Es una manera de reforzar tu ego: yo que me creía que era tonto y resulta que no [ríe]. Descubres que hay un problema real. En nuestro caso no es que sea útil sino que es imprescindible.
Desde que estoy confinado no he traducido ni un solo verso porque me puse un día y vi que no soy capaz de concentrarme.
¿El proceso de traducción se acerca más al placer o a la tortura? Porque habrá momentos de bloqueo que…
Si no es un placer, yo lo dejo. Yo no vino de esto, yo doy clases. Ahora estoy trabajando con Marcial, que es una obra inmensa, 15 libros. Llevo varios años trabajando en esto y desde que estoy confinado no he traducido ni un solo verso porque me puse un día y vi que no soy capaz de concentrarme. Me sale mal y ya lo reemprenderé cuando esté en condiciones. Ahora no lo estoy. No tengo libertad, no tengo capacidad de concentrarme. ¿Pues para qué voy a hacer una cosa mal si no tengo ninguna necesidad de hacerlo? Esa es mi ventaja. Otros traductores viven de la traducción y no pueden no traducir porque no comen.
Parece que el bloqueo está siendo bastante común durante el confinamiento…
Aunque tengo todo el tiempo del mundo no estoy para esto. He escuchado a escritores diciendo lo mismo en reportajes en la televisión. No me comparo porque no soy un artista creador sino un falsificador; el que copia lo que ha hecho otro, pero tenemos el mismo problema.
¿Consuela saber que todo el mundo tiene sus altibajos en esta situación?
Los primeros días fue espantoso. Se nos murió un profesor del departamento. Fueron unos días horribles. En mi familia no ha pasado nada pero sí ha afectado a gente cercana. Fueron unos días muy duros, de mucha angustia. Mejor olvidarlo.
Carpe diem es una de las expresiones de Horacio más populares y justo esta situación nos ha puesto a muchos en el carpe diem: Valorar el momento y no preocuparse por un futuro que nos escapa.
Carpe diem es casi un problema de filosofía. No hay discusión ni hay dudas sobre lo que significa: Aprovecha el momento; aprovecha el día de hoy porque el día de mañana no sabes si va a existir para ti.
Horacio tiene una oda muy bonita que es la Oda IV, 7, en la que hace una comparación. Homero dice que la generación de los hombres es como la generación de los árboles, que tienen una primavera en la que crecen las hojas; el verano, que da los frutos; luego viene el invierno, pero los árboles después del invierno vuelven a recuperar las hojas en la primavera.
Pero Horacio, recordando a Homero afirma que los hombres, cuando han llegado al invierno, no vuelven a tener una primavera.
Hay una pequeña diferencia. La imagen de Homero es muy bonita pero es muy falsa en el fondo. Por eso Horacio en la Oda IV, 7 dice: cuando tú hayas muerto no vas a tener otra primavera.
Horacio te dice que Homero te está mintiendo porque tú cuando mueras ya no vas a revivir.
En la oda siguiente te sugiere, sin embargo, una idea muy bonita: tú no vas a vivir pero hay una manera de ser inmortal que es a través del arte. A través del recuerdo de la memoria podemos alcanzar una cierta inmortalidad y ese es un privilegio que tenemos los artistas, dice. ¿Qué serían los dioses si nosotros, los poetas, no los cantáramos? ¿ Si los condenamos al olvido?
Horacio popone la idea de que puedes revivir a través de la memoria de los demás. Tendrás, digamos, un tipo de vida a través de la memoria de los demás.
La de Horacio es una poesía muy filosófica.
En las odas lo que hace es recoger toda la tradición de los líricos griegos que es enorme. Tienes a Safo, Alceo, Anacreonte, Píndaro… y con ello una variedad de temas que no necesariamente están unidos de una manera filosóficamente coherente. No le vas a pedir una coherencia filosófica. Estamos hablando de poesía, no de filosofía, lo que no quiere decir que no haya ideas filosóficas interesantes porque, evidentemente, el autor tiene su ideología. Cuando estás imitando a otro autor estas recogiendo sus ideas aunque no las compartas al 100%. Es una temática muy compleja. Si sacas las frases del contexto ya sabemos lo que ocurre. Alguien dijo que cualquier texto convenientemente torturado acaba confesando lo que tú quieras.
¿Como el carpe diem, que se emplea como justificación del exceso?
La idea de carpe diem no es la de que tienes que terminarte el mundo en un día. La idea es: como no sabes lo que mañana te va a ocurrir, aprovecha lo de hoy. Es decir, el presente, que es la realidad y lo que vale la pena. Mañana Júpiter puede cambiar mi actual estado de felicidad o mi fortuna como quiera, pero hay una cosa que no puede hacer de ninguna de las maneras y es cambiar mi ayer. Esa es la idea. Lo que me pasó ayer Júpiter no lo puede cambiar. Los dioses pueden cambiar tu futuro pero no tu pasado y eso se puede entroncar con el carpe diem.
*Breve curriculum de Jaume Juan Castelló.
Doctor en Filosofia i Lletres (1980) i des de 1984 Professor Titular al Departament de Filologia Llatina de la UB, on imparteix docència sobre literatura llatina.
Centren la seva dedicació la lectura dels poetes romans d’època clàssica i l’anàlisi de la historiografia com a gènere literari. Forma part del grup d’investigació consolidat LITTERA des dels seus inicis.
Ha publicat l’edició crítica amb traducció i notes de la Història Romana de Vel·lei Patèrcul per a la Fundació Bernat Metge (2015); la primera edició crítica de Laurentius Veronensis (Bosch 1996); amb el títol Eros Gai, la traducció del llibre XII de l’Antologia Palatina (Adesiara 2018); traduccions d’Horaci (Odes, Adesiara 2020; Sàtires, Adesiara 2008); i Ovidi (Art, Adesiara 2011); i el corpus epigràfic d’Eivissa (Museu Arqueològic 1988). Actualment, l’epigrama, la prosopografia i l’epigrafia romana, preferentment la balear, ocupen la seva atenció d’una manera especial.