Por Soldat: La exposición ‘Positronix’ de Pep Monerris ‘Bagaix’ será la última que se inaugure en la Vía 2 antes de que cierre sus puertas definitivamente el día 30 de este mes. La cita es mañana a las ocho de la tarde, pero este mediodía «Bagaix» ultimaba los detalles de su muestra mientras departía con Antoni Torres Font, el responsable de la Galería, y una de las dos chicas que perderá su contrato fijo por una crisis que deja desolado el panorama artístico de la isla.
Precisamente, la necesidad de «volver a nacer, hacer un reset y empezar de cero» es la metáfora a la que llega Monerris con un trayecto sobre la inteligencia artificial a través de los robots positrónicos descritos por Isaac Asimov y los chips EMROM, memorias regrabables una vez que se ha eliminado todo su contenido previo. ‘Bagaix’ lo interpreta con procesadores y circuitos integrados dentro de un cerebro («es la materia que creo, sobre la que luego se hace una intervención tecnológica y se acaba fusionando todo»). Algunos de estos cerebros están conectados a un huevo de codorniz, «la nueva inteligencia que va a nacer».
Asimov y sus robots positrónicos no son la única referencia a la ciencia ficción. También aparece Arthur C. Clarke mediante un cuadro bautizado con el nombre del ordenador rebelde de ‘2001 Odisea en el Espacio’: «Hal es una inteligencia que se vuelve loca porque lo programan para que priorice la misión y le hacen incumplir las tres leyes de la robótica». Se trata de tres axiomas descritos por Asimov y que cuelgan de una pared de Vía 2 junto a otros tantos cuadros inspirados por ellos:
- Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
Fin de la aventura
Quien realizará su reset particular tras seis años al frente de Vía 2 es Antoni Torres Font, quien ya no puede mantener más esta galería en una época en que «no se vende ni un cuadro». «En la última exposición [de Júlia Ribas], vendimos diez cuadros, pero es una excepción, ya nadie compra nada».
Torres Font tuvo la mala suerte de toparse con la crisis poco después de iniciar una nueva aventura artística. No se aleja del todo de este mundo, puesto que es vocal del Museo d’Art Contemporani d’Eivissa y ya contaba con precedentes cuando vivía en Muro (Mallorca) y se compró un antiguo cine al que tumbó todas las paredes para convertirlo en «la mejor sala de toda Mallorca». Allí montaba una exposición y llamaba Cañellas [ex presidente del Govern balear] porque quería venir, que era un pagesot pero se fijaba en los cuadros y se interesaba por el arte. El Consell de Mallorca y el Ayuntamiento de Muro también colaboraban con nosotros. Aquí la única que viene es Pepita Costa [consellera insular de Cultura] y el resto de políticos presume de que no tiene ni idea de arte. Se puede perdonar la ignorancia, pero no hacer gala de ello», lamenta el galerista mientras relata su travesía en el desierto para sacar adelante este proyecto.
A lo largo de estos años han desfilado más de 80 artistas por Vía 2, una cifra que enorgullece a Torres Font. Se muestra aliviado por finalizar una empresa tan difícil a la vez que apenado, pero más que nada porque las dos personas con contrato fijo en Vía 2 deberán volver a empezar.