Dean Gallagher, profesor de idiomas en la academia Big Ben de Ibiza, y también reconocido por su faceta de ‘cazaserpientes’ —que le ha valido el premio anual de la Asociación Ecologista Amics de la Terra— ha decidido compartir también con sus alumnos y alumnas de inglés su experiencia y preocupación sobre la problemática de esta invasión de ofidios, que está acabando con la población de lagartija endémica de la isla.
Su objetivo es sensibilizar e involucrar a los jóvenes de Ibiza en la campaña y, para ello, ha ideado un taller práctico en inglés en el que los estudiantes conocen de primera mano cómo se hace una trampa, aprenden a manipular una serpiente cazada o toman nociones sobre cómo cuidar a los ratoncillos que hacen de cebo.
La invitada especial a esta clase magistral es una pequeña serpiente de escalera que Gallagher encontró en una trampa y que ahora emplea para dar a conocer a la especie y, sobre todo, para concienciar de que no son peligrosas ni venenosas y que no merecen ser maltratadas por ser una especie invasora.
«Las serpientes suelen dar miedo y asco pero es completamente absurdo. Estas especies no son venenosas, no atacan a los humanos sin provocarlas o atacarlas previamente y no generan más problemas que los de acabar con las lagartijas y con los pájaros de los que se alimentan», explica Gallagher a sus alumnos Miguel Ángel Aioanei, los hermanos Nico y Ilya, Hugo Soriano, Marina Torres y Xiulin Fu, que asisten muy concentrados a sus explicaciones y no manifiestan miedo ni asco al manipular a la serpiente o a los ratones.
“O sargantanes o serpientes, no pueden coexistir”, dice, rotundo, Gallagher. “La primera vez que maté una serpiente lloré. Ahora ya no me emociono tanto, aunque las trato con mucho respeto. No hay que hacerlas pasar por más sufrimiento del necesario”, relata.
Ni decapitarlas directamente ni meterlas en el congelador todavía vivas, como a veces se suele hacer. “Lo mejor es inmovilizarlas para, acontinuación, darles unos golpecitos en la parte de atrás de la cabeza contra una roca. Eso las deja atontadas o noqueadas, y después, ya podemos darles unos golpes más fuertes en la cabeza con un martillo para sacrificarlas”, apunta.
A veces los pájaros se comen las serpientes pequeñas sacrificadas, mientras que las grandes es mejor enterrarlas. “En algunos sitios donde he enterrado algunas serpientes, después he visto que ha crecido una planta. Eso me hace sentir algo mejor; como si hubiese sido un beneficio para la naturaleza», apunta a los alumnos.
Gallagher ha recibido críticas de gente que le acusa de estar matando animales inocentes. “A las personas que me critican por matarlas les explico que la lagartija ibicenca está seriamente amenazada y que la serpiente no lo está. Les explico que una sola serpiente a lo largo de su vida puede comerse cientos y cientos de lagartijas. Los datos son los que son”, afirma con contundencia.
“Las lagartijas no saben defenderse de las serpientes porque no son un depredador natural de la isla. Nunca han visto serpientes y no saben lo que son. Así, la invasión ha sido más rápida. Ahora amenazan también a los pájaros y es muy preocupante que hayan llegado al Parque natural de ses Salines, que alberga una gran cantidad de lagartijas y aves, que muchas veces nidifican en el suelo”, abunda Gallagher sobre la amenaza que representan estos reptiles.
Durante el taller práctico, el profesor les muestra a los alumnos diferentes tipos de trampas confeccionadas por diferentes carpinteros. Todas son efectivas, sean más grandes o más pequeñas, pero sí que hay un detalle importante para que sean buenas ‘cazadoras’: el agujero de la entrada debe estar bajo, porque entran mejor las serpientes, especialmente si son pequeñas.
También es importante que la puertecita de rejilla del agujero esté bien montada para que no se abra una vez que la serpiente esté dentro y también debe tener un escalón por dentro: una pequeña pieza de madera, como un taquito, que hace que a las serptiendes les sea imposible salir.
“Todas las trampas son buenas, pero es cierto es que es más sencillo trabajar con una trampa grande, sobre todo si has atrapado a una serpiente de herradura de gran tamaño o muchas serpientes a la vez. A veces te las encuentras llenas de serpientes y es complicado, si la caja es muy pequeña, ir sacando una a una porque hay que localizar la cabeza y hacerlo todo muy tranquilo”, relata.
Durante un momento de la clase práctica, Gallagher se pone un llamativo sombrero australiano que le da un aire a Indiana Jones. Es invierno, pero el sol aprieta a mediodía, así que es mejor trabajar protegido. Y si hablamos de serpientes no solo hay que proteger la cabeza: el profesor recomienda llevar pantalones largos y también guantes largos, como de jardinero, que tapen el antebrazo.
“Lo de los pantalones lo aprendí rápido en Cala Llonga, donde me mordió en la pierna una serpiente de casi dos metros. Entonces me pilló desprevenido y tuve que ir a un bar a pedir ayuda para limpiar la herida. Pregunté si tenían alcohol y me respondieron que claro que sí: tenemos vodka, ginebra [los alumnos se ríen]… Le dije que era alcohol para limpiar mi herida y cuando el del bar supo que me había mordido una serpiente no se lo creía”, explica y reitera que solo fue un rasguño, no una herida grave ni mucho menos venenosa.
Dean insiste mucho en que hay que hacer toda la operación de extracción de las serpientes en silencio, abriendo la cerradura sin hacer ruido y manteniendo uno mismo la calma porque las serpientes son muy sensibles: “Se ponen nerviosas y es difícil tratarlas cuando están inquietas”. “A veces me encuentro casos de personas que chillan o están muy nerviosas y eso no es bueno porque las serpientes lo aprecian todo: si sudas, si tiemblas, si tienes miedo… y al final todo se complica”.
La pequeña culebra escalera que sirve de ‘modelo’ se porta muy bien. Está acostumbrada a Dean y, además, es realmente pequeña. Nada tiene que ver con los especímenes más grandes que ha llegado capturar, de casi dos metros de largo.
Si es grande se puede usar una barra de metal de chimenea, como la de la imagen, para sostenerle en el cuelo detrás de la cabeza en el momento de sacarla de la trampa. “Es bueno hablar con ellas porque se tranquilizan, aunque a menudo se defienden expulsando heces u orina”, explica Dean Gallagher.
Alumnos concienciados con el problema.
Los alumnos Nicolai e Ilya demuestran que son plenamente conscientes del problema de las serpientes. “Hace unos años vinieron en unos árboles y ahora se están comiendo a las lagartijas endémicas. Hay que hacer algo, obviamente”, relata Nicolai. “Esto es algo que nos preocupa a todos: es un problema de la isla porque es una especie endémica y, si se acaba, no hay más”, añade.
Ilya, por su parte, cree que tendría que haber más medios para combatirlas: “Creo que se habla mucho pero que la gente que realmente va a ayudar es poca. Dean es voluntario y tendría que haber más gente implicada como él”, subraya.
Hay que recordar, al respecto, que hay varias campañas en marcha como SOS Sargantanes, la plataforma ‘Sargantanes o serps’ y Snakes on Ibiza no thank you – Serpientes en Ibiza no gracias de Tim Freytag, que están tratando de concienciar sobre el problema, haciendo más fácil el acceso a trampas, ofreciendo formación e información sobre la plaga. También las expertas Antònia Cirer o Elba Montes han trabajado para estudiar y dar soluciones al problema, mientras que el fotógrafo Sebastián Candela ha hecho una serie de fotografías que desvelan toda la belleza e importancia de las lagartijas para Ibiza.
“Por mi parte, tengo la gran oportunidad de trabajar en una academia con adolescentes que son la próxima generación. Quiero que se quiten el miedo a las serpientes, que sepan cómo funcionan las trampas e incluso cómo fabricarlas al coste mínimo”, apunta Dean Gallagher.
Las trampas
“Es importante usar una madera que no sea de conglomerado porque las trampas están a la intemperie y, si se mojan, pueden absorber la humedad, hincharse y romperse”, relata el experto en la materia.
Se usa también una rejilla y unos cierres para las puertecillas que dan acceso a la trampa de la serpiente y a la parte donde están los ratones.
Estos últimos tienen que estar bien atendidos, con agua fresca y comida que se encuentra en cualquier tienda de animales.
¿Y no se pueden enviar de vuelta a la Península?
Los alumnos y mucha gente más le han sugerido a Dean Gallagher otras formas de deshacerse de las serpientes, como enviarlas de vuelta a la Península, donde son un depredador más y sí forman parte de los ecosistemas.
Pero no es conveniente porque pueden modificar los hábitats o portar parásitos diferentes o enfermedades. En suma, que no está permitido.
¿Y tenerlas de mascotas? “Es complicado. En algunos países hay gente que las tiene de mascotas pero hay que estar muy bien formados para ello y, además, su alimentación es un poco especial porque comen ratoncitos congelados y algún insecto”, aclara. “No es nada bueno capturarlas de la naturaleza y tenerlas como mascotas, cuando son realmente salvajes. Eso es más cruel que sacrificarlas, porque no están acostumbradas, y tampoco esta permitido”, añade.
Los alumnos se interesan durante el taller sobre todos los aspectos del proceso, tanto sobre el mecanismo de las trampas como sobre la forma correcta de coger a las serpientes. También se hacen ‘amigos’ de la familia de roedores: una madre y cinco pequeños ratones, que son los cebos. Los cogen y los acarician aunque Dean Gallagher advierte de que es mejor no cogerlos mucho o hacerlo con las manos muy limpias y durante poco tiempo porque, si los impregnas de olor humano, pierden efectividad como cebo.
Ha sido una clase de inglés un poco diferente y el mensaje de Dean es casi evangelizador: “compartid esta información porque es importante que se sepa cómo se pueden combatir las serpientes, pero también es imporante saber que no son peligrosas y que merecen un trato respetuoso”.