Esta semana me gustaría hablar acerca de algunos aspectos en los que vengo pensando en los últimos días desde mi perspectiva personal y profesional.
Creo que a menudo es fácil sufrir de «presentismo». El presentismo tal como yo lo defino consiste en la incapacidad para relativizar cuando alguien está sufriendo un importante malestar psicológico en su vida, por la causa que sea.
Entonces nos suelen venir a la mente cosas, como por ejemplo, que hace mucho que no nos sentíamos tan mal, que todo va fatal… y toda nuestra existencia y trayectoria actual parece quedar opacada bajo el yugo del malestar, a menudo sin que podamos hacer mucho para evitarlo.
El presentismo tal como yo lo defino consiste en la incapacidad para relativizar cuando alguien está sufriendo un importante malestar psicológico en su vida, por la causa que sea.
En momentos de intenso malestar emocional, parece no haber perspectiva, ni manera de poder situar las cosas de una manera distinta: parece que las cosas valiosas que todos tenemos han desaparecido, o al menos se han ocultado y no las vemos.
En este sentido, voy siendo consciente de que incluso el malestar intenso, que a veces se expresa de una manera muy dolorosa, tiene su lugar en el recorrido y la trayectoria que las personas hacen por la vida, que en algunas ocasiones, está sazonada por estos momentos que pueden llegar a ser de desesperación.
Los cambios, las transiciones y la pérdidas generan mucha incertidumbre y mayor malestar en cuanto uno trate de resistirse a las tensiones y los procesos que vienen de dentro, del inconsciente y que estamos obligados a escuchar si queremos sentirnos bien interiormente, aunque nos generen momentos de incertidumbre, desajuste, desorientación…
Aunque no todo el mundo lo admita, no existe un «cura definitiva» para el malestar: ni psicológica, ni espiritual, ni científico-técnica… Siempre habrá momentos de ruptura, de malestar y de dolor emocional, lo cual no quiere decir que no se pueda tener a su vez una vida rica y plena.
Respecto de los momentos de dolor y crisis, que nos sumen y anclan en el momento presente sin poder tener prospectiva ni memoria de las cosas buenas del pasado, cabe destacar que una vez que los hemos podido pasar, van adquiriendo otras tonalidades, como las estaciones del año, y entonces una estación de dolor, da paso a una estación de tranquilidad, que dará paso a otra de alegría… Tal vez, sin esa primera estación de dolor, -que si se ha podido atravesar adecuadamente, ha quedado balizada para no volver a tropezar con ella- no habría sido posible llegar a algo cuyo saldo final es una mayor madurez personal.
Siempre habrá momentos de ruptura, de malestar y de dolor emocional, lo cual no quiere decir que no se pueda tener a su vez una vida rica y plena.
Cada persona es absolutamente singular y necesita de tiempos distintos para ir encontrando su lugar en la vida, aunque a menudo estos tiempos incluyan momentos de dolor y desesperanza, que darán paso como conclusión del proceso a cambios psicológicos importantes que redunden en una mayor madurez.
A menudo las personas las personas pueden necesitar ayudar para poder transitar por procesos dolorosos, pero que no pueden simplemente ser suprimidos sin más, es por eso que recomiendo pedir ayuda cuando uno se sienta desbordado.
Me ha venido a la mente la película de Kim Ki Duk, Primavera, Verano, Otoño, Invierno… y Primavera para poder pensar que es necesario que para que aparezcan hermosas flores dentro de uno mismo a menudo es necesario que caigan algunos rayos y truenos, tal como sucede en las estaciones del año, tal como sucede en las estaciones de la vida.
Joan Escandell Salvador
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