@Vicent Torres / Sentado frente al timón del ‘Astral’, el capitán italiano Riccardo Gatti (39 años) parece que hace mucho tiempo que está cautivo en una realidad paralela. La muerte y el horror han hecho que su expresión permanezca inmóvil mientras su mente recorre pasajes que nunca hubiera deseado almacenar. Ante sus ojos han desaparecido muchas historias; vidas que escapando de la muerte únicamente hallaron más muerte. Hombres, mujeres y niños que mantienen su esencia pese a que dejan atrás todo lo que son con el único objetivo de sobrevivir. Ha aprendido a convivir con ello. Salvar a únicamente uno de esos nombres vale la pena para este italiano y su tripulación a bordo del ‘Astral’, buque insignia de la oenegé catalana Proactiva Open Arms.
Pregunta: Tengo la sensación de que no podemos imaginar qué sucede con los refugiados en el Mediterráneo. Es algo que lo percibimos como muy lejano.
Respuesta: Generalmente es algo que está lejos de nuestra realidad. Pero aquí, en Eivissa, la gente está muy concienciada. Ha habido otros puertos en los que, por desconocimiento, hay más recelo hacia los migrantes. Nos encontramos un poco de todo. Hay poca información real de lo que ocurre y, sobre todo, hay una barrera entre nosotros, que tenemos la vida arreglada entre comillas, con los refugiados. La idea es que escapan de la guerra y la pobreza, pero pocas veces hablamos con la gente y sabemos lo que significa vivir esto. Nosotros los hemos aprendido de las historias que nos explican una vez a bordo. A eso nos dedicamos, a contarlas. La gente sale de las charlas con otra cara porque descubren una verdad que no les había llegado.
P: Las cifras son escalofriantes. Según la ONU, cada tres segundos hay un migrante nuevo. ¿Qué es lo que realmente te impacta durante una operación de rescate?
R: Darte cuenta de que estas personas no tienen otra alternativa. Se piensa que están locos para meterse en esas barcas y en esas condiciones, por ser capaces de llevar a sus hijos. Son personas a las que no les queda nada y que están intentado sobrevivir. No hacen otra cosa. Esto es lo q impacta. No buscan una vida mejor, escapan de la muerte y se encuentran más muerte por el camino. Esto me ha pasado a mí y le pasa a todos los voluntarios. No es demagogia, es la realidad. Rescatamos a unas personas que se iban a morir.
P: ¿Te crea ansiedad no poder salvarlos a todos?
R: Es verdad que no llegas a todo. A veces buscas una barca y no la encuentras. Si pasado un día no has dado con ella, mal asunto. La ansiedad sólo acaba cuando lo tienes a bordo. Lo que realmente te traumatiza es lo que no te esperas. La muerte está en la lista de cosas que puedes encontrarte, pero hay torturas y otras muchas cosas que ni se te pasan por la cabeza. Llegan muchos que no pueden sentarse y al principio no lo entiendes. ¿Cómo no va a sentarse después de todo lo que ha pasado? Pues piensa la razón, les suceden cosas horribles.
P: Las mafias se lo arrebatan todo.
R: Esta es la consecuencia de que haya libre circulación de mercancías y no de personas. Si escapas te pones en manos de gente sin escrúpulos. Esto pasa y seguirá pasando, por las políticas que llevan a cabo los diferentes países implicados. En Lesbos, tú puedes cruzar con un ferry por diez euros, pero ellos pagan miles. Ves a mucha gente morir en este trayecto y piensas: “Hostia”.
P: ¿Te acostumbras?
R: No, nunca puedes acostumbrarte a ver gente morir. Puedes llevar más o menos bien el hecho de tratar con cadáveres. Lo que cada vez me genera más rabia. Lo que les pasa a los migrantes en el mar no es algo inevitable como un terremoto, se podría acabar mañana. Proactiva Open Arms ya ha gastado 3,7 millones de euros, pero Italia paga 280 millones a los guardacostas de Libia para que la gente no pueda escapar.
P: No buscan una vida mejor, sino dejar atrás la guerra.
R: Y las torturas, las violaciones, que puedan ser vendidos como esclavos… La política de Europa hace que no puedan salir de Libia con un discurso bastante hipócrita: “Vamos a arreglar primero las cosas allí”. Es una estupidez.
P: Y pagan a un país con un Gobierno tan cuestionado como el de Turquía para que se coma un marrón que no quiere nadie.
R: Así es.
P: Si tienen la suerte de cruzar con vida el Mediterráneo, en tierra firme no tienen ninguna garantía porque los países no cumplen con los cupos prometidos. España tampoco lo ha hecho.
R: Es muy fácil que yo cuente las historias con la chaquetita roja y diga: “He visto cosas que vosotros, humanos, no podéis imaginar”. Vale, esto es muy fácil. No tienes que creerme a mí, por eso tenemos las grabaciones de lo que nos cuentan ellos. A una chica, una vez la rescatamos, le explicamos la situación, que no era seguro que le dieran el estatus de refugiada y que era posible que se quedara en la calle.
P: ¿Qué les dijo?
R: Que si la matarían o la violarían en Europa. “Claro, es que en mi país me matan y me violan”. Te das cuenta de que eres un idiota que siempre lo mira desde su punto de vista. ¿Cómo le dices a alguien que escapa de una muerte segura que va a vivir mal? Es absurdo.
P: Las condiciones de viaje deben ser infrahumanas.
R: Hemos recogido a gente que tiene un nivel tan impresionante de sarna que pierden trozos de su cuerpo y para nosotros es algo muy fácil de curar. No pueden vivir peor. Aquí por lo menos no les matamos. Está claro que es algo que hay que hablar. Desde mi punto de vista, que también soy migrante, creo que todo el mundo debería poder viajar. Pero decir que hay una invasión y que no podemos hacer nada desde Europa es mentira.
P: ¿Salvar a una sola persona compensa todo lo demás o siempre recuerda las situaciones más tristes?
R: Con salvar a uno te conformas. Hemos dedicado misiones de 15 días a una única persona. En una ocasión, conseguimos rescatar a un migrante después de 30 horas y lo llevamos a Italia, pero se murió en el traslado del puerto al hospital.
P: ¿Cómo te quedas?
R: Te cabreas. Y es que vemos cómo se les trata aquí. Son personas que se rescatan del mar y en algunos puertos los reciben los antidisturbios.
P: Como si le quedaran fuerzas para pelearse después de todo.
R: Exacto. Pero te queda el consuelo de que les llevas a un sitio donde no les matan.
P: ¿La gente cambiaría de opinión si lo viera con sus propios ojos?
R: No lo sé. Creo que hay gente que considera que hay personas de primera y de segunda clase. Creen que si se mueren no pasa nada y consideran que el mundo debe ser así. Pero sí que muchos cambiarían. Lo vemos aquí: vienen con una idea bastante preconcebida y, a veces, un poco racista, y luego cambian.
P: ¿Tiene remedio?
R: Tampoco lo sé. Tengo claro que casi 59.000 personas hubieran muerto entre Grecia y el Mediterráneo central y no lo han hecho porque las hemos rescatado. Esto lo tenemos claro, por ellos sí que hemos hecho algo. Que tenga remedio el problema… A día de hoy hay 63 millones de personas migrantes. Tendrá remedio si hay un cambio radical en el planteamiento de los gobiernos.
P: Si no tienes claro si tiene remedio y tampoco si la gente cambiaría de opinión, ¿cómo sacas fuerzas para seguir siempre un día más?
R: No vamos allí con la idea de cambiar el mundo, por mucha frustración que nos cree lo que vemos. Nos han secuestrado, nos han disparado los mismos guardacostas libios pagados por Europa, vemos gente morir… La fuerza la recibes cuando ves alguien que tenía muchas posibilidades de morir en el mar y puede tener una vida digna. Y luego el apoyo de la gente, que es lo que mueve este barco.
P: ¿Con qué experiencia te quedas después de todo?
R: Al principio, cuando los rescatamos, todo es muy bestia y muy fuerte. Casi no tenemos contacto: llegan traumatizados y con mucho miedo. Durante el viaje empiezas a hablar como estamos haciendo tú y yo ahora mismo. Allí me doy cuenta de que son personas iguales que yo, todavía me sigue pasando lo mismo.