@D.V./ Ha sido la noche más corta del año y, por caprichos del azar, ha llegado acompañada de una ‘superluna’, llena, redonda, enorme, proyectando un haz de luz plateada sobre la silueta de las nubes. Se trataba de una noche doblemente especial y miles de personas han decidido celebrarla en Sant Joan de Labritja, que sobre las diez de la noche ya tenía todo el aparcamiento del núcleo urbano completo.
La música en directo empezó a las 22.30 horas con la actuación de Es Brolls y su energética mezcla de rock, funk y ska: música para saltar y alzar los vasos de cerveza antes de la llegada de la medianoche. Luego, pasadas las doce, llegó el momento que todos esperaban: se encendieron las dos filas con los tradicionales nueve foguerons perfectamente alineados, mientras que miembros de la organización y de protección civil vigilaban que nadie se acercara incontroladamente al fuego y que todo aquel que quisiera saltar hiciera su fila. La organización ha sido perfecta y no se ha registrado ni un solo incidente.
Con los foguerons recién encendidos y las llamas altas, llegó el turno de los valientes de turno, saltadores expertos, amantes del fuego y otros elementos de masculinidad exhacerbada. Un ritual que encanta a los visitantes, como explican Colombo y Carmen, dos napolitanos para quienes “saltar juntos ha sido una experiencia muy romántica” y que, al ver los foguerons, no han podido resistirse. Entre los saltadores también se encontraban muchos amantes de la mística, como Gina y sus amigas, unas catalanas para quien es
necesario saltar sobre el fuego para “purificarse de todas las cosas malas y poner el contador a cero”. El saltador más curioso ha sido Sven, un alemán ha comparecido disfrazado de alce lo que, evidentemente, dificulta el salto: “Es una promesa. Dije que vendría vestido de alce y lo he hecho”.
Cuando los foguerons se han ido consumiento y ha bajado la intensidad de las llamas, ha sido el momento para que los niños saltaran y también lo hiciera este redactor, que ha superado una demencial aprensión a finalizar como Juana de Arco:
la experiencia es un auténtica descarga de adrenalina y, tras saltar los nueve fuegos, es inevitable no estallar de euforia.
A la una menos cuarto la gente ha empezado a retirarse y de las hogueras y ha emprendido el camino hacia la carpa flower power donde ya sonaba ‘Drive my car’ de los Beatles. Empezaba una larga noche de música.