David Roa Ruiz / En el día de ayer leí dos noticias que considero realmente preocupantes para la sociedad y el tejido empresarial de nuestra isla de Ibiza.
La primera de ellas es que la sede de Cáritas Diocesana de Vila se ha visto obligada a quintuplicar el reparto de lotes de primera necesidad sobre el que ya se entregaba antes de la crisis del coronavirus.
La segunda es que el Consell Ecònomic i Social (CES) prevé una caída del 22,2% del PIB balear y la pérdida de 130.000 empleos.
Es evidente que ambas noticias no hacen más que confirmar los peores pronósticos: nos vemos abocados, incluso diría que ya lo estamos, a una crisis económica y social sin precedentes.
Al pronunciar la palabra crisis resulta inevitable no recordar la acontecida en el año 2008 cuando cientos de miles de personas, de la noche a la mañana, perdieron sus empresas, trabajos y casas; viéndose condenadas a la más absoluta pobreza.
En aquella ocasión y gracias a las aportaciones de sus colaboradores, fueron las organizaciones no gubernamentales, especialmente la Iglesia Católica a través de sus distintas instituciones, las que arrimaron el hombro y dieron una respuesta a los más afectados mediante la ayuda en la búsqueda de empleo, subvenciones económicas, comedores sociales, albergues, etc.
Ante esta nueva situación y aprendiendo de la historia, debemos depositar nuevamente nuestra confianza en las mismas instituciones sumándonos así a la respuesta que necesita de nosotros este desafió histórico.
Una forma sencilla de hacerlo es marcando las dos casillas de asignación social (Iglesia Católica y Fines sociales) en la declaración de la renta.
¡Seamos doblemente generosos!