@D.V./ Saxofonista y guitarrista, una de las almas de Spandau Ballet, exvecino de Ibiza y enamorado perdidamente de esta isla, Steve Norman se encuentra en plena gira de retorno del grupo que fue el emblema de los new romantics, y autores que himnos de la década de los ochenta como ‘True’ o ‘Gold’.
Los Spandau Ballet tocarán en el Ibiza Rocks el próximo día 19 de agosto y lo harán dentro de una apretadísima agenda que los llevará también a otros festivales veraniegos. En medio de este frenesí de actuaciones, la banda se ha tomado unos días de vacaciones y Norman ha aprovechado para atender a los medios.
Simpático, encantador y educadísimo, Norman nos atiende en el Hotel Pikes y recuerda la época en la que vestía hombreras inverosímiles, la traumática ruptura -con juicios incluídos- del grupo, la depresión que sufrió, y el descubrimiento de Ibiza como su lugar de reposo donde el alma se serena.
-¿Qué sensaciones ha recuperado con este reencuentro con sus compañeros de Spandau Ballet?
-Muy buenas. Hace un par de años hicimos una pequeña gira de reencuentro y las sensaciones fueron fantásticas. Se había recuperado la magia, la energía. Piensa que nosotros nos conocíamos de la escuela y que somos amigos de toda la vida, ha sido como reencontrar la juventud.
-Esa amistad tan profunda provocó que la ruptura entre vosotros fuera más traumática, ¿no?
-Sí, fue dolorosa, pero después de estar más de una década sin estar en contacto, con este reencuentro hemos recuperado la amistad, y esta amistad es el pegamento, la energía que nos une. Somos felices, lo pasamos bien y el público lo percibe. Cada concierto es una celebración.
-En 1983, cuando tocásteis por primera vez en la sala de ensayo temas como ‘True’ o ‘Gold’, ¿pensábais que 30 años más tarde seguirían sonando en las radios y que formarían parte de la memoria musical de la gente?
-Es curioso porque ‘True’ no iba a salir como single, de hecho… ¡fue el cuarto single del disco! Enseñamos la canción a los productores y nos dijeron: “Bien, es una canción bonita”, y ya está.
Grabamos el disco en las Bahamas, que es un lugar magnífico y que nos sirvió para trabajar con calma, con un aire relajado, tranquilo, dejando que las cosas fluyeran. El caso es que grabamos ‘True’ y, después de escuchar la primera toma, sin las mezclas, ya nos dimos cuenta que era una gran canción. Eso sí, ni en sueños nos imaginamos que sería el exitazo en el que se convirtió.
-En esa época tocasteis en Ibiza dos veces. En el festival Ibiza 92 y en un concierto en el año 1981, cuando todavía no érais muy famosos.
-Fueron dos conciertos magníficos, pero tengo un recuerdo especial del concierto que hicimos en la discoteca Ku el año 1981. Creo que fue el más loco de la carrera de Spandau Ballet. El público no era ‘cool’ para nada, habían muchos hippis, el ambiente era muy relajado. Hicimos un concierto enfocado hacia la música electrónica y no sé si captaron la onda. Pero el tema es que soltaron una vaquilla o un toro pequeño en medio de la pista, y el toro se puso nervioso y al final saltó a la piscina de la discoteca. Por suerte, el toro… ¡sabía nadar! Que yo no sabía que los toros nadaban. Y luego lo rescataron, lo que me dio una gran alegría.
Imagina el Ku de aquella época. Una discoteca enorme, con esa piscina, sin techo, llena de gente peculiar y diferente… y con el CocoLoco Bar, un lugar maravilloso.
-Pero tu conexión con Ibiza se refuerza tras la ruptura con Spandau Ballet.
-Efectivamente. La ruptura del grupo en 1990 fue traumática y yo me encontré vacío, sin saber que hacer con mi vida. Tuve dos-tres años muy malos, con depresión, y decidí venir a Ibiza con mi mujer para desconectar de Londres, abrir un paréntesis en mi vida y encontrar un nuevo rumbo. Enseguida conecté con la isla. Estuve viviendo aquí doce años y mi mente, mi corazón, decidieron que Ibiza era su nuevo hogar, y me quedé.
-¿Recuerda algún rincón especial, algún instante mágico de aquellos años en la isla?
-Sí. Durante una temporada viví en una pisito de una sola habitación situado en la plaza del Mercat Vell, en la Marina, en una finca muy antigua pero con vistas preciosas al Portal de ses Taules. Recuerdo que en el barrio había un mendigo que se llamaba Francisco y que tenía mucho estilo, porque vestía con ropa que encontraba en los contenedores pero combinaba la roba a la perfección, era un dandy perfecto. Cada mañana se lavaba en una fuente pública y, mientras se limpiaba, canturreaba temas de flamenco. Yo le escuchaba desde la habitación, y escuchaba también todas las músicas que me llegaban de todos los rincones del barrio… Eso era la felicidad.