@David Ventura/ La maravillosa actuación de Lucía Etxebarría en el reality de Telecinco ‘Campamento de Verano’ ha abierto los ojos a la ciudadanía sobre la necesidad de que ese colectivo que son los escritores se añadan con entusiasmo a participar en reality shows. Si encontramos a exactrices del destape, hijos de toreros, tronistas, actrices porno y una gama variada de parásitos sociales… ¿por qué no incluir también a los escritores? Un gremio que siempre ha destacado por su altísima vanidad, su ego desaforado, su falta de escrúpulos y su disposición a pisotear a quien sea para lograr su minuto de gloria o su premio Planeta, encaja perfectamente en las características necesarias para participar en estos programas.
La actuación de Lucía Etxebarría en ‘Campamento de Verano’ ha sido extraordinaria, de manual. En primer lugar, escribió una carta justificando su paso en el programa en el que, básicamente, se autohumillaba y se tiraba mierda sobre si misma: aseguraba que iba a participar en un programa repugnante y que vulneraba sus principios, pero que lo hacía obligada porque no tenía ni un duro y le debía un pastizal a Hacienda. Como mecanismo de autodegradación pública, no está nada mal.
Luego, en el interior del ‘Campamento de Verano’, lo de la Etxebarría ha sido caviar, canelita, bocatto de cardinale. La primera noche no puede dormir porque un compañero de cabaña ronca, y durante el día siguiente ya va con el humor girado, tropezando con todo y autolesionándose. La segunda noche afirma que el compañero que ronca, además, se masturba en su presencia -algo que sólo existió en su imaginación- abandona la cabaña y se lanza a correr por el bosque, enloquecida, asegurando que está “sufriendo acoso”. Una vez se descubre su necio embuste, empieza una desquiciada carrera cuesta abajo con un intento de fuga y, quizás, el episodio más humillante de todos: cuando le robó las bragas a una choni que había copulado con Paquirrin y se las lanzó a sus perros.
Por no hablar del momento final, en el que la Etxebarría, hipando y presa de convulsiones, leyó entre sollozos una nota desquiciada en la que afirmaba que era inocente y también no-se-qué de la sanidad pública. En fin… terrorífico.
Evidentemente, esto nos ha sabido a poco. Una vez hemos probado la miel mas exquisita, no nos conformamos… ¡queremos más! Y entonces he soñado, he soñado un futuro maravilloso, he soñado un otoño cuajado de nuevos programas con escritores que, ante la crisis del sector editorial y la disminución de premios generosamente subvencionados por ayuntamientos, diputaciones y demás abrevaderos de dinero público, acuden a realitys shows para mantener sus insensatos niveles de vida y solventar sus pufos con Hacienda.
¿No se imaginan a Javier Marías en la casa de Gran Hermano, repartiendo sarcasmos, y tirándole los tejos a alguna choni? ¿A un hirsuto Antonio Muñoz Molina pasando un hambre salvaje en Supervivientes y agrediendo a algún concursante catalán acusándole de todos los males? ¿O a un extraviado Enrique Vila-Matas en alguna Granja de los Famosos, paseando su mal de Montano entre extronistas y recitando versos de Alvaro de Campos mientras gesticula transmutándose en un nuevo Pessoa?
Porque recordemos lo que implica, por ejemplo, Gran Hermano: estás cuatro meses encerrado en un piso con unos tipos que no conoces de nada. A mi me encierran cuatro meses en un piso, rodeado de cámaras, y acabo como las cabras y subiéndome por las paredes. Por eso, a pesar de las tanganas y los insultos que protagonizan los concursantes de los realitys -esos que los opinadores serios acostumbran a tachar de chusma, chonis y poligoneros– me gustaría un Gran Hermano de escritores, encerrados en una casa y pasando hambre. Creo que a las dos semanas ya hay delitos de sangre y no me extrañaría que el apóstol del buenismo Albert Espinosa, acabara protagonizando alguna agresión con arma blanca, y no hablo de botellas de leche.
Por eso, por favor, lo imploro, el pueblo lo pide. Queremos realitys con escritores. No podemos esperar ni un día más!!!