El Diario Vasco se hace eco hoy de una historia increíble que muestra el grado de solidaridad y empatía que puede llegar a tener una sola persona.
Un reportero, a 70 kilómetros de Mulhouse, cerca de la frontera de Francia y Alemania, se ha encontrado con Roman Mysyuga, un ucraniano que reside en la isla desde hace 22 años.
Mysyuga ha explicado al medio que ya ha hecho dos viajes consecutivos desde Medyka, una ciudad polaca en la frontera con Ucrania donde hay miles de refugiados, para llevar con seguridad y de manera totalmente altruista a gente desplazada hasta Barcelona o Valencia.
Una vez allí se están embarcando hacia las Illes Balears.
Él regresa en su furgoneta a Polonia y también transporta material hacia Ucrania, donde necesitan especialmente medicamentos.
No está solo en su gesta, ya que le acompaña otra persona en un coche y se van turnando mientras trasladan a ancianos, mujeres y niños que huyen del conflicto.
«Tengo un negocio de alquiler de furgonetas, pero me faltan chóferes para traer a más personas. Es lo poco que puedo hacer yo», dice al Diario Vasco.
Una historia increíble que el reportero se ha encontrado por casualidad en mitad del camino haciendo un reportaje con la organización solidaria DYA de Guipúzcoa y que demuestra que la solidaridad se puede materializar de muchas maneras. «Ves a tantas mujeres con bolsas y niños, tantos niños solos y muertos de frío, que te quedas roto», confiesa al reportero Oskar Ortiz de Guinea. Le asegura, además, que está recibiendo ayuda económica de amigos rusos que viven en Ibiza.
En la despedida, Roman nos dice que como ucraniano, como europeo y como ser humano, no entiende que «en el siglo XXI pueda haber una guerra en Europa. Las veías en África, y te dolían pero las veías como algo que nunca iba a llegar aquí. No hay quién lo entienda». Así concluye el conmovedor testimonio de Mysyuga.