@Pablo Sierra del Sol / Como dice el subtítulo de su libro, Xuxo Ruiz Domínguez (Cádiz, 1975) ha convertido el ilusionismo en una fuente inagotable de recursos didácticos. Él es profesor y mago por vocación. Las dos facetas son inseparables. Lleva casi veinte cursos demostrándolo por varios centros de educación infantil y primaria de Andalucía. Actualmente trabaja en un colegio de Albaida del Aljarafe, un pueblo de la provincia de Sevilla, donde pone en práctica algo que hace no demasiado tiempo parecía tan sorprendente como sacar un conejo de una chistera: fomentar la creatividad de los alumnos; estimular las emociones e ilusiones de la clase mediante juegos y actividades que multipliquen la curiosidad por aprender.
Sus compañeros y amigos le convencieron para que se presentara hace unos meses al Global Teacher Prize, algo así como los Juegos Olímpicos de la educación. Hubo cuarenta mil candidatos. Se eligieron cincuenta finalistas. Xuxo estaba entre ellos. Hoy, a partir de las siete y media, explicará sus experiencias y enseñará algún truco de magia a quienes acudan a Can Ventosa para escucharle en la conferencia que ha organizado el colegio Sa Real. Por si acaso, el gaditano ha llenado la maleta con la que ha viajado a Ibiza de varitas mágicas.
–Supongo que de pequeño tendrías más ganas de ser mago que de ser profesor.
–Empecé con siete añitos con la magia. Conforme fui creciendo perfeccioné mi nivel. Luego me di cuenta de que quería enseñar todo lo que había aprendido. Ahora creo que es más fácil acceder al mundo de la magia gracias a las nuevas tecnologías. Solamente tienes que entrar en YouTube. Antes era un mundo más secreto; a mí me costaba mucho acceder a libros sobre magia. Por eso creo que valoraba más todo el material que conseguía. Una de las cosas malas de la sociedad actual es que los niños crecen con la inmediatez: lo quieren todo y lo quieren ya. La cultura del esfuerzo hay que trabajarla des de la escuela.
–Está todo dentro del móvil. Lo bueno y lo malo.
–Tenemos que enseñarles a utilizar ese caudal de información. Hace tres años hice una película con mis alumnos. Fue un trabajo que duró de octubre a junio. Era increíble ver cómo trabajaban y se esforzaban a diario. Se dieron cuenta de que trabajando así se podían conseguir resultados increíbles como una película que dura cincuenta minutos y se llama El libro mágico.
–Hace algún tiempo leí que la Comunidad de Madrid desarrolló una asignatura de cine en algunos colegios impartida por directores, guionistas o actores profesionales. Los resultados eran maravillosos.
–Yo no sabía hacer una película y aprendí a la par que mis alumnos a estructurar todo el trabajo, a introducir los giros dramáticos en el guión, a grabar, a editar… Tuvimos el apoyo de Alberto Rodríguez, que acababa de ganar varios Goya con La isla mínima, o de Jon Plazaola, el protagonista de la serie Allí abajo. Eso motivó muchísimo a los chicos. El curso siguiente cambiamos el cine por la cocina. Venían los padres a cocinar con los chicos recetas saludables y fue muy instructivo. En esta iniciativa nos ayudó Enrique Sánchez, el cocinero de Clan TV; recibimos un mensaje de Chicote… Todo lo que salga de las cuatro paredes del aula los niños lo van a apreciar más. ç
Creo que la escuela tiene que abrirse más allá de la comunidad educativa, a la familia y al resto de la sociedad. Con la asignatura de cocina los alumnos aprendieron a poner en práctica conocimientos que les parecían muy abstractos. Por ejemplo, la regla de tres. Algunos que me decían “maestro, si yo no voy a usar esa regla en la vida” se dieron cuenta de que era muy útil cuando vieron que, si para elaborar una receta para diez personas utilizaban seis kilos de tomate, podían saber los kilos que necesitarían si preparaban el mismo plato para ocho personas. Así se dieron cuenta de que lo que aprendían podía utilizarse en la vida real. Con el cine conseguimos cohesionar a los alumnos a través del trabajo en equipo. La clase estaba dividida en grupitos cuando empezó el curso y terminó hecha una piña. Además, la película que grabamos iba sobre el bullying. Con la cocina logramos que muchos colaboraran en las tareas de casa. El reto para los docentes es crear un método de motivación real para su alumnado. La clave es trabajar de forma diferente para conseguir emocionarlos.
–Vamos a rebobinar unas décadas. ¿Cómo era la escuela de los años ochenta en la que te educaste?
–¡Uau! Llegábamos. Nos sentábamos. Escuchábamos al profesor. Y punto. Creo que ahora hay que darle más protagonismo a los niños. Escucharlos más. Cada semana nosotros preparamos una sesión artística. Los niños se preparan juegos de magia, bailes, poesías, cualquier expresión artística que puedan mostrar a sus compañeros. Ese trabajo desarrolla el hemisferio derecho, que siempre ha estado un poco más apartado de la educación en las escuelas. Queremos que los niños aprendan sin dejar espacio a la creatividad. Desde las escuelas tenemos que fomentar esas aptitudes. Si desarrollamos más un hemisferio, estamos desequilibrados. Nos pasará lo mismo que a un pajarito que desarrolle más un ala que la otra: no podrá volar muy alto. Si es que vuela.
–Empezaste a dar clases en 1999. ¿Había cambiado mucho entonces la escuela respecto a los ochenta o ha cambiado más en estos últimos veinte años?
–En las últimas dos décadas las puertas de la nueva educación se han abierto. Cuando empecé a dar clases se notaba un ligero cambio, pero no demasiado. La evolución ya no hay quien pueda frenarla. Tenemos muchos docentes en España que trabajan de forma diferente y se ven los resultados. Los niños van más motivados a clase. Esa es la línea que tenemos que trabajar.
–¿Te sientes un revolucionario?
–No soy el primer profesor en usar la magia. Sí recuerdo que, de pequeñito, algunos docentes hacían alguna cosa puntual. Sí soy pionero en instaurarla, de forma metodológica, en la enseñanza; aplicada a las matemáticas, la lengua, la música, el inglés o la educación física, o también en la mediación de conflictos o la narración de cuentos. En ese sentido, no tuve ningún libro que me guiara a la hora de desarrollar la magia creativa.
–¿Fue fácil dar clases de una forma tan novedosa?
–No fue fácil porque, al no haber nada escrito sobre el tema, he tenido que investigar sobre las aplicaciones didácticas de los diferentes juegos de magia. Ha sido un trabajo arduo, probando en diferentes colegios, en diferentes niveles educativos… Los resultados se ven en Educando con magia, el libro donde recojo más de cien juegos, cada uno con sus aplicaciones didácticas. En el curso 2000/2001 empecé a formar a otros docentes y, desde entonces, recibo constantemente feedback de ellos, que me dicen lo que funciona y lo que no. Hay una pequeña escuela de docentes repartidos por todo el país que aplican la magia en el aula.
–¿Quién se sorprendió más cuando empezaste a dar clases con magia, los alumnos o el resto de profesores?
–Si tú preguntas a un grupo de alumnos si quieren ver un truco de magia, te van a contestar que sí.
–Les cambia la cara.
–Inmediatamente. Después, los profesores decían: ¿esto qué es? Mediante grupos de trabajo y charlas se iban dando cuenta de que ellos también podían aplicar ese método, que no es algo exclusivo de los magos. Yo creo que todo docente es mago, que hace magia en sus clases a diario, de otra forma, claro. Creo que mucha gente ha descubierto que no necesitan ninguna habilidad especial para educar fomentando la creatividad. Solamente se necesita tener ilusión. Y aplicarla.
–¿Qué es un mago y qué tiene de mago un profesor?
–Son roles similares. Un mago sale a un escenario y tiene que captar la atención del público. El profesor hace lo mismo con los niños. El mago transmite su mundo interior a través del show y el docente tiene que transmitir los conocimientos que los niños tienen que aprender. Los procesos son muy similares.
–¿En tu filosofía docente están muy claros los procedimientos o todo queda en manos de la improvisación?
–No, no. Se tienen que preparar los juegos. Mucho. Trabajo con una programación a quince o veinte días vista. Si sé que en un par de semanas tendremos que trabajar las noticias, preparo un juego especial con material relacionado. Lo mismo cuando toca repasar las multiplicaciones. Eso no significa que mis clases sean un show continuo. Hay ejercicios y trabajos que entregar… pero en momentos puntuales los niños se convierten en magos. No hacemos magia porque sí, tiene un fin: aprender a dividir, comprender cómo funciona el cuerpo humano, entender la ley de la gravedad…
–La magia viene a ser una llave que abre la puerta del mundo real y evita que el centro sea una pecera.
–La realidad es como una habitación de juguetes gigantesca. Convertir la escuela en un mundo mágico debería ser la labor de todo docente.
–Estuviste ocho años trabajando en la escritura de Educando con magia antes de publicarlo. Durante ese proceso supongo que sufriste los recortes en Educación del Gobierno y las comunidades autónomas. ¿Cómo ves la educación ahora mismo en España? ¿Tiene fondos suficientes?
–La sociedad futura la creamos en la escuela. La inversión que se hace no se ve a corto plazo. Tenemos que darle a los profesores el prestigio social que necesitan. Necesitamos estar respaldado y, por supuesto, tener profesorado de calidad. El reciclaje continuo es fundamental. Y algo importante es la ilusión: el docente no tiene que saber solamente de su asignatura, debe motivar y, a la vez, estar motivado. Si no lo está, no inspirará a sus alumnos. Por eso, la docencia es algo vocacional.
–¿Pero hace falta más inversión educativa?
–Por supuesto. Toda inversión es poca. Necesitamos más fondos para profesorado y materiales didácticos.
–Al analizar los problemas de la educación en España nos centramos mucho en la tasa de abandono escolar, pero lo que quizás desmotiva a muchos alumnos es que haya tantos titulados que tengan que marcharse del país porque no encuentran trabajo aquí.
–Volvemos a lo de antes. La sociedad está cambiando a un ritmo vertiginoso. Probablemente estemos preparando a los alumnos para profesiones que no sabemos ni que vayan a existir. Algo primordial que se debe trabajar desde la escuela es que los niños creen nuevas ideas e inventen soluciones. Si un niño se forma en creatividad quizás algún día se convierta en un ingeniero que pueda solucionar problemas de una forma que hoy nos parecería mágica.
–La creatividad ha estado tradicionalmente encerrada en asignaturas como la plástica o la música, que se consideraban, además, fáciles y poco importantes. Pero también está presente en las asignaturas consideradas como serias.
–Lo que no podemos hacer en la escuela es anular la imaginación que tienen los niños. Las necesidades del siglo XXI son diferentes a las de períodos anteriores. Todos los talentos naturales que tienen los niños deberíamos saber sacárselos los docentes. Somos como jardineros: estamos encargados de crear las condiciones óptimas para que crezcan las rosas de nuestro jardín. No somos iguales ni en capacidades ni en forma de ser. Cada individuo es un ser único. La educación, por eso, debería ser más personalizada. Fundamental es bajar las ratios para poder ofrecer más atención personalizada. Prestar atención a las nuevas aplicaciones tecnológicas es importante, pero no perdamos de vista lo esencial. En un show de magia puede faltar el telón, las butacas y hasta el teatro, pero lo que no puede faltar es el mago y el público. En la educación, la analogía es evidente. Puede fallar la pizarra o el ordenador, pero no el docente y el alumno. Se puede enseñar en cualquier parte si hay voluntad.
–¿Te encuentras a muchos ex alumnos a los que les haya cambiado la vida tu forma de dar clase?
–¡Muchos! Hace poco nos hicieron un reportaje para un programa de Canal Sur que se llama Reporteros en el que participaron muchos viejos alumnos que contaron sus experiencias. “Maestro, es que yo me acuerdo cuando hace diez años nos enseñabas de forma tan diferente…” El otro día me encontré en un centro comercial a un ex alumno que ya tiene dieciocho o diecinueve años y ha empezado a estudiar Empresariales, pero sigue haciendo juegos de magia con cartas. Verles la cara cuando recuerdan es fantástico. Se te echan encima y te dan un abrazo. Eso marca y es muy gratificante. Por eso creo que la de maestro es de las profesiones más nobles, admirables y plenas que existen.
–El respeto se obtiene consiguiendo captar la atención del alumnado.
–Los docentes no podemos conseguir la atención de nuestra clase a base de castigos. Necesitas que el alumno te quiera atender. Eso de “la letra con sangre entra”, afortunadamente, forma parte del pasado. Ahora es “la letra con magia entra” [ríe].
–¿Te engañaron para presentar candidatura al Global Teacher Prize o tú querías probar esa experiencia?
–Bueno… [piensa unos segundos] ¡Fue algo casi obligado! ¡Mi mujer se ríe! [ríe él también, mirando a su mujer, que le acompaña en la entrevista] El año pasado me enviaban capturas de pantalla con la convocatoria del concurso y me decían: “Esto tienes que hacerlo”. Dos días antes de que cerrara el plazo me presenté. Por petición popular. Y me olvidé del tema. Cuando me dijeron que estaba entre los cincuenta mejores maestros no me lo creía. Lo mismo pasó hace tres años: desde el ayuntamiento de Albaida del Aljarafe, el pueblo donde trabajo, me propusieron para el premio al Mérito Educativo que otorga la Junta de Andalucía. Se empeñaron porque decían que innovaba mucho y que mi labor era solidaria, quizás porque voy también a los hospitales a hacer magia con la fundación Abracadabra. Y me lo dieron. Son cositas que vas añadiendo a tu currículo y te hacen sentir que es importante la labor docente. Pero lo más curioso que he podido incluir es un Récod Guinness a la clase de magia más multitudinaria del mundo gracias a unas lecciones que di para dos mil quinientas personas en un hospital. Poder generar esa felicidad es algo único.
–Supongo que al haber sido uno de los cincuenta nominados al Global Teacher Prize de este año habrás entrado en contacto con mentes llenas de ideas brillantes que están repartidas por todo el mundo.
–La Fundación Varkey nos ha hecho embajadores de su causa y hemos establecido muchos lazos entre nosotros. Compartes lo tuyo y otras personas comparten sus experiencias. Es muy enriquecedor.
–¿Fantaseáis mucho pensando cómo será la educación del mañana?
–Sí. Espero que poco a poco, entre tantos innovadores, vayamos cambiando poco a poco las estructuras. La clave es que el centro educativo sea cada vez más gratificante para alumnos, profesores y familia. Tenemos que jugar todos en el mismo equipo.
–¿Aprender a manejarnos con las pantallas es el reto a conseguir? El acoso escolar siempre ha existido, pero la tecnología permite que el bullying salga del patio del colegio o de la calle y se meta en casa.
–Los niños ya han nacido con el móvil en la mano y les es imposible pensar en una vida donde no haya una pantalla delante. Ahora hay que aprender a relacionarse con ellas y a sacarle partido. Hace dos semanas tuvimos una videoconferencia en clase con una escuela en la India. Gracias a la tecnología podemos conectarnos con cualquier parte del mundo, enseñarles nuestra escuela, nuestra forma de enseñar y de aprender, mostrarles cómo es nuestro pueblo… Esa interconexión es maravillosa y hay que aprender a sacarle partido.
Fabuloso!!!
Estuve en su conferencia el viernes