@Aina Balaguer/ Miércoles, seis de la tarde, un hotel y en el interior de éste un escenario que aguarda para dar comienzo a una velada muy especial. No es difícil deducir que se trata de Ibiza Rocks que ayer iniciaba la apertura de puertas para el concierto de esta semana con un valor añadido: la celebración de su octavo aniversario.
Nada hacía sospechar que se preparaba un cumpleaños -ni globos, ni pancartas, ni guirnaldas-. El recinto acogía un público de todas las nacionalidades, pero sin duda y en su mayoría, el público británico era mayoría. Sobre las 20.40h, después de que el dj residente amenizara la tarde, aparecieron en el escenario los Temples como primera porción del pastel que Ibiza Rocks tenía preparado para su gran día. La nueva banda británica fue regalando temas cargados de pop rock psicodélico durante unos cuarenta minutos mientras el local se iba llenando paulatinamente.
Poco después de la caída del sol, el habitual en los aniversarios de Ibiza Rocks, Zane Lowe, se puso a los platos. Una electrónica atronadora emanaba de los bafles y hacía temblar toda la estructura. La excitación pasó de cero a cien en cuestión de segundos y los enérgicos saltos de los asistentes se sumaban a esa especie de seísmo. Desde la parte alta del hotel uno podía observar la masa brincando con los brazos arriba imitando las llamas parpadeantes de un montón de velas clavadas en la pista. No hubo nadie que soplara esas velas, aunque Zane lo intentara incesante con un scratch que sacudía los cuerpos desde sus entrañas. Aun con todo lo dicho y un delirante Jump around, a las candelas les quedaba cera para rato.
Faltaban cinco minutos para las once de la noche cuando una aclamación global acompañada del encendido de luces hizo estremecer Sant Antoni. Beady Eye tomaba posiciones en el escenario. El primero en salir con pantalón negro y sudadera brillante granate oscuro, fue su líder Liam Gallagher, al que le siguieron Gem Archer a su izquierda, Andy Bell a su derecha y Chris Sharrock en la parte trasera. Sus dos miembros para actuaciones en vivo Jay Melher y Matt Jones también estaban allí. Llamaba la atención el hecho de que las tres cuerdas camuflaran sus ojos tras grandes y oscuras gafas de sol. Ya en el segundo tema los fans empezaron a pedir canciones o a tratar de adivinar cuál sería la siguiente cada vez. Más allá de la adoración de los fans, Gallagher empezó su actuación con poco fuelle. Su entonación no era precisa y ese hecho desilusionaba y/o decepcionaba un poco, según cada cual, aunque muchos de los presentes parecieran no ser conscientes.
Liam no paraba de desplazarse de un lado a otro del escenario, jugando con su toalla negra y mostrándola agachado en el filo de su territorio como si fuera a regalarla para luego volver con ella a micrófono. Por un momento pensé que aquello se parecía a un estúpido juego de “a ver quién vacila más” más que a un concierto de rock. Pero para mitad de actuación, pasados unos veinte el tono fue mejorando y el líder de la banda pareció centrarse en lo que realmente había ido a hacer: rock’n’roll. Gracias a ello y al preciso sonido de los músicos aquello fue tomando forma y calidad. Durante casi media hora más Beady Eye fue combinando temas de su primer álbum Different Gear Still con otros más nuevos del segundo BE. Al sonar ‘Bring the Light’ el alcohol de los vasos voló por los aires mojando de manera indiscriminada, pero no importaba, los redobles de la batería eran muchísimo más importantes. Durante los cuatro temas siguientes se experimentó un subidón rockero digno de mencionar en el que las cuerdas y batería lo daban todo y el teclado en ocasiones nos transportaba al pasado con esas harmonías rock tan retro.
Así pues, como todo lo que sube baja, Beady Eye fue bajando la dureza de los temas progresivamente. Las teclas parecieron dar un aire celestial a todo aquello pero no…, aquello tenía aire de todo menos de celestial. Por un momento se agradecieron los nerviosos movimientos de Gallagher pues el bajo y guitarras parecían muñecotes de cartón piedra. Sería por la concentración… pues del sonido uno no podía quejarse.
‘Shine the light’, sencillo de su último trabajo fue la canción escogida para poner la guinda al pastel. El público era un grito gigante. No fue la más cañera de la noche pero sí quizás la más adecuada en la que la banda se dejaba aclamar. Liam dejó correr las harmonías de sus compañeros de espaldas a sus fans hasta que éstas se apagaron del todo. Por fin Ibiza Rocks soplaba las velas. Y así, de manera más que fugaz, el líder de Beady Eye se despidió para subir las escaleras que le llevarían al backstage, al que le seguirían el resto de miembros de la formación. Sin duda, un octavo aniversario genial, con pocas sorpresas pero mucho rock and roll, además de esa actitud tan rollingstoniana que manejaba Gallagher, que a pesar de no habérsela ganado todavía a mi parecer, no tiene desperdicio y es digna de ser vista.